Opinión

La carrera de Zuculini

Avanzaba la segunda parte y el Real Zaragoza empezaba a sentir el peso del desgaste físico y la presión de un Sevilla que ya buscaba de frente el gol, casi con desesperación. Y en el rechace de un ataque sevillista llegó la jugada que describe el espíritu del Real Zaragoza: Zuculini le puso una pizca de calidad a su toque para desembarazarse de un rival; y lanzó largo a la banda para iniciar una carrera desbocada, de cuarenta metros, en busca del balón. Se dejó el alma, seguro de su empeño. Fue capaz de enjugar su desventaja con Spahic, le superó en la carrera y en cuerpo a cuerpo; y sólo en falta pudo el defensa sevillista frenar el ímpetu del argentino, que seguía dispuesto a irse hacia delante.


Zuculini sacó una falta, una tarjeta para Spahic y la ovación de La Romareda. Pero incluso más allá de eso, puso de relieve las virtudes de este Zaragoza de Manolo Jiménez. Unas gotas de calidad, fe y convicción, empeño, decisión, valentía y entrega.


Han sido las armas con las que el Real Zaragoza se ha impuesto a un Sevilla incapaz de contrarrestar los argumentos de los de Manolo Jiménez –que ha cumplido su primer partido de sanción-. Fue mejor el Real Zaragoza, sobre todo en la primera parte, en la que mostró juego y argumentos futbolísticos. Como los que enseñó el ‘9’ Hélder Postiga en un gol de genio e ingenio; de clase y calidad.


Sólo cuando el equipo aragonés comenzó a fundirse, cuando pasó factura el desgaste, cuando el Sevilla decidió estamparse de frente en acometidas de furia y de rabia, el partido se complicó. Para hacer sufrir al zaragocismo. Y el Sevilla se puso a un palmo, a un suspiro de empatar un partido que –como una semana atrás- mereció el Real Zaragoza. La Romareda entonces acudió al quite; a arropar a su equipo y a despejar fantasmas. El pitido final sonó a alivio; el partido fue, de nuevo, zaragocista.