Real Zaragoza

Apoño es vida

El malagueño marcó los dos goles que mantienen vivo al Real Zaragoza, que remontó milagrosamente ante el Valencia con un jugador menos.

Con el marcador en contra y un jugador menos desde el principio del partido, el zaragocista Apoño apareció de entre las sombras de la Segunda División para ponerle nombre al milagro de Mestalla. El malagueño, un futbolista de cierta calidad que poco puede brillar en un equipo sin fútbol, se convirtió en el goleador -por partida doble- de un Real Zaragoza que, con una victoria tan heroica como increíble, se resiste a morir antes de tiempo.


A los 9 minutos, Pablo Hernández castigaba al Real Zaragoza con un polémico gol -Aduriz, en fuera de juego, impide a Roberto ver el balón- que casi parecía la sentencia definitiva para el conjunto de Jiménez, que poco después se quedaba con un jugador menos tras la expulsión de Pablo Álvarez.


El colista destacado de la Liga, con uno menos, parecía muerto en el estadio del líder de los mortales. Pero entonces aparecieron Aranda y Dealbert, que luchaban por un balón en el corazón del área valencianista, y apareció el colegiado Del Cerro Grande, que vio penalti a favor del Real Zaragoza en una jugada poco clara. Pero sobre todo apareció Apoño, que asumió la responsabilidad de resucitar a los aragoneses desde los once metros.


El malagueño no falló en su especialidad y engañó tanto a Guaita como a los ojos de la afición zaragocista, que no podía creer cómo su equipo llegaba al descanso con el empate en el marcador. Los jugadores del Valencia, que habían gozado de varias ocasiones muy claras durante los primeros 45 minutos, tampoco daban crédito a lo sucedido hasta entonces.


Pero lo más sorprendente todavía estaba por llegar. Roberto, héroe perenne de este Real Zaragoza, evitó que su equipo muriera en una de las muchas acometidas de Soldado, Adúriz, Jonas y compañía. Y la vida de los aragoneses, casi siempre en manos del gigante portero, pasó también por las botas de Apoño.


El centrocampista, que poco pudo tocar el balón en un equipo que durante gran parte del segundo periodo jugó con una línea de seis defensas, surgió de entre la poblada retaguardia zaragocista para culminar su noche de gloria. En un contraataque iniciado por Lafita, completamente solo en territorio che, Apoño colocó el milagro en el marcador con un disparo desde la frontal que se coló en la portería de Guaita con la defensa valencianista como espectadora de lujo.


Todavía tuvo tiempo el malagueño, en medio de los constantes ataques del equipo de Emery, de dejar un taconazo que a punto estuvo de convertirse en el tercero del Real Zaragoza. Tras otra contra perfectamente ejecutada por los pupilos de Jiménez, Apoño se la cedió con un impecable gesto técnico a Zuculini, quien mandó el balón a una grada a la que se le acabó la paciencia tras la derrota ante el colista. Dos goles, los primeros del centrocampista con la camiseta del Real Zaragoza, que no solo son tres puntos. Son vida.