Natxo vuelve a la esencia

El Zaragoza recuperó contra el Tenerife el esperanzador camino del primer tramo de temporada.

Natxo González, sobre el césped de la Ciudad Deportiva.
Natxo González, sobre el césped de la Ciudad Deportiva.
Raquel Labodía

El Real Zaragoza recuperó contra el Tenerife el pulso de las victorias y Natxo González se ganó un sustancial balón de oxígeno para su causa. Pero el equipo aragonés agregó a su haber mucho más que tres puntos y una relajación de su estado clasificatorio. Retomó asimismo el camino perdido en algún punto pasado de la temporada, cuando su fútbol y su identidad se resquebrajaron de tal modo que la dinámica de su juego cayó en una espiral irreconocible e inestable, como si nada tuviera un rumbo claro ni un patrón coherente. Por eso, lo más importante de la victoria contra el Tenerife no fueron los tres puntos sino la certeza de que el equipo volvió a sus fuentes. A la esperanzadora versión que abrió su temporada y a la que Natxo González le dio la espalda ante la inseguridad y la desorientación expresadas tras las derrotas en Huesca y Almería.

El Zaragoza se impuso al Tenerife regresando al modelo sobre el que Natxo González había esculpido un rostro de equipo con un estilo, una intención y unos conceptos definidos. Reconquistó, en este sentido, valores perdidos. Natxo González optó por volver a la esencia con la que construyó sus primeros pasos en el Real Zaragoza. Un conjunto con buenos usos de la pelota, juego de posición, un fluido circuito de pases, laterales de largo recorrido y agresividad en los espacios.

Muchos de estos aspectos resultaron reconocibles en el primer tramo de la temporada. Natxo González también recuperó el sábado la fórmula táctica con la que concibió el equipo el pasado verano, un sistema que había arrinconado en los dos últimos meses y que se basa, ante todo, en el valor supremo y la superioridad de los futbolistas del centro del campo. El técnico regresó al 4-4-2 en rombo -aunque lo matizó tras el descanso retirando a Pombo de la delantera y ubicándolo en la banda izquierda- y la piezas encajaron en esa disposición con naturalidad y sin posiciones forzadas. Los cuatro centrocampistas del rombo desplegaron su fútbol allá donde sus virtudes más se acentúan y sus defectos menos  se exponen. Eguaras se ha destapado como un timonel con mucho juego en la posición de mediocentro único. Guti es un escudero ideal en la creación y la disciplina táctica como interior. Javi Ros garantiza recorrido y sacrificio claves para el equilibrio del equipo. Y Febas, como cabeza de rombo, se mueve en los espacios intermedios.

Este rombo debería ser ahora un punto innegociable para Natxo González. Un epicentro de juego sobre el que construir y crecer. Desde este centro del campo, el Zaragoza volvió a labrar registros con la pelota que no alcanzaba desde hace más de dos meses. Aglutinó un 55% de la posesión frente al Tenerife y dio 441 pases. Cifras propias de un equipo que ha dominado al rival desde el balón y el pase.

Natxo González, quizá, le haya encontrado la salida al laberinto.

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