Un análisis en espiral

La temporada nació en junio con la vocación de proyecto firme, sin bandazos, que rompiera las inestables inercias precedentes. Pero la continuidad incondicional de Natxo González como entrenador del Real Zaragoza no será posible sin resultados inmediatos porque el fútbol no entiende de autos de fe.

El presidente, Christian Lapetra; el director general, Luis Carlos Cuartero; el director deportivo, Lalo Arantegui; y el secretario técnico, José Mari Barba, en una imagen de la pretemporada, en julio, en Boltaña (Huesca). En la imagen también aparecen el doctor Honorio Martínez y el delegado, Alberto Belsué.
El presidente, Christian Lapetra; el director general, Luis Carlos Cuartero; el director deportivo, Lalo Arantegui; y el secretario técnico, José Mari Barba, en una imagen de la pretemporada, en julio, en Boltaña (Huesca). En la imagen también aparecen el
Daniel Marzo

Las Navidades de 2017 han llegado al Real Zaragoza de modo similar al de los otros años precedentes (cuatro) en Segunda División: con el equipo fuera de la órbita de la zona noble de la tabla y con hechuras de insuficiencia futbolística manifiesta. Es más, esta vez se dan los peores resultados de todo este calvario. En 20 jornadas, el cuadro zaragocista solo ha sumado 23 puntos y, por el formato que está adquiriendo el torneo en este curso, ese bagaje lo tiene a solo tres puntos del descenso a Segunda B y alejado ya a 11 de la promoción de ascenso y a 13 del ascenso directo. Es la situación numérica más defectuosa y preocupante de cuantas se han vivido hasta hoy a estas alturas desde 2013.

Por eso, no es extraño que el debate interno dentro de la SAD esté vivo en estas fechas del turrón. Es, incluso, lo natural, lo lógico, lo razonable. Y no es algo anómalo que en menos de 48 horas vaya a tener lugar una reunión extraordinaria del Consejo de Administración para abordar el presente del equipo. Resulta obvio que el ras de navegación del Real Zaragoza está por debajo de las expectativas generadas por los hacedores de este proyecto, que nació en junio con vocación de firme, que no estuviera expuesto a bandazos y que, por fin, rompiera con las inestables inercias precedentes.

El entrenador como vértice de un problema más hondo

¿La solución pasa por destituir a Natxo González? A bote pronto, según el acervo popular que impregna el fútbol hace décadas, la primera desembocadura de todos los problemas de un equipo suele ser esa, considerar el cambio de entrenador. Aquí, recientemente, con mejores números que el actual técnico ya fueron mandados a casa con antelación Luis Milla (2016), Ranko Popovic (2015) o Víctor Muñoz (2014). Por eso, la inercia parece llevar a esa primera solución en cuanto se entra en materia. Pero las cosas no son iguales en Zaragoza hoy en día que desde hace seis meses hacia atrás.

Ahí, la cruda realidad del presente se topa con el propósito de enmienda que capilariza el plan puesto en marcha el pasado verano. En este Zaragoza de diciembre de 2017 parece pecaminoso, en buena medida, siquiera plantear el despido del entrenador. Alrededor de Natxo se suscita un conglomerado de fuerzas centrífugas y centrípetas que hace días ha provocado un debate en espiral, sin puntos de encuentro por ahora, de incómodo cierre para los sujetos protagonistas del mismo. Unos propugnan tesis de cohesión, de prolongar el apoyo al preparador vitoriano en su evidente deterioro. Otros evalúan lo que ocurre bajo criterios más exigentes respecto del rendimiento reciente y del presente de jugadores y técnico y, por ello, se alejan del punto de partida inicial de este libreto.

Por un lado, se aprecia que la mera destitución del entrenador en el ecuador de la liga significaría proseguir con la costumbre, valorada como nociva y poco útil en los dos últimos años, de cambiar al timonel del vestuario a mitad de travesía. El curso pasado, ni Agné ni Láinez (hubo tres) lograron reconducir de mejor modo lo que se consideró escaso por parte de Milla, el primer inquilino del proyecto. En el anterior, a Carreras tampoco se le lució el trabajo cuando tomó el testigo de Popovic justo por estos días de diciembre. Sólo éste, el serbio, firmó un relevo positivo a temporada corrida cuando llegó a ocupar el puesto de Víctor Muñoz en noviembre. La recordada promoción de ascenso, la proeza de Gerona y los fatídicos 7 minutos que sobraron en Las Palmas para subir a Primera en aquel episodio quedaron como referencia perenne ante lo que ha llegado después. Pero, hoy, mandan en el primer plano de la memoria los recientes fiascos que supusieron las permutas en el banquillo zaragocista en las dos últimas campañas. Provoca respeto esa jurisprudencia.

Echar a Natxo requeriría del hallazgo de un relevo ‘a lo Popovic’, que estimulara y revitalizara, dentro y en sus alrededores, al actual equipo hasta llevarlo a donde se pretende mediante una segunda vuelta notable de rendimiento y fútbol: la zona alta de la clasificación. Tomar esa decisión, en contraposición al requerimiento perentorio, conlleva el riesgo de no atinar con el sustituto y estropear aún más lo que ya está oxidado hace semanas y necesita a gritos una reparación.

Por otra parte, se considera que otorgar la continuidad incondicional a Natxo hasta el final de la liga, ciñéndose al principio editorial del proyecto en busca de la calma, la estabilidad y de un rumbo sin alborotos durante la competición, no se sustenta sin resultados. No ya a futuro inmediato (una o dos jornadas más), sino escrutado ya retroactivamente, con lo ya consumado por el equipo, que es bastante deficiente en réditos y evolución de rendimientos deportivos, en franca regresión hace semanas.

Una y otra postura presentan, frente a su paquete de pros apriorísticos, su bolsa gemela de contras basadas en la experiencia cercana. Un dilema en sí mismo.

Lazos personales, vínculos de autor

¿Por qué no es sencillo adoptar la medida de destituir al entrenador? Al margen de por todo lo expuesto, que tiene que ver con la filosofía acuñada el pasado verano desde el cuerpo ejecutivo del club, para ser capaces de instaurar un estado de sosiego a medio y largo plazo en el equipo, también hay cuestiones de índole personal. Entrenador, dirección deportiva, secretaría técnica y dirección general van muy de la mano en este proyecto. En un alto grado de incidencia sobre el perfil de este Real Zaragoza 2017-18, la construcción del equipo y sus fundamentos deriva de un trabajo conjunto. Un modelo de elaboración del plan pensado siempre en positivo, con ideales loables encaminados a introducir al equipo en un cauce de crecimiento progresivo, de cimentación de piezas a medio plazo partiendo prácticamente de la nada, del cuasi vacío en la caseta. En definitiva, un comienzo de algo bonito con un recorrido medio-largo.

En ese envoltorio ilusionante, que tiene su punto de partida en los efectos perniciosos de la deriva total en sus precedentes, Natxo es un entrenador de autor, elegido con mucho tiempo de antelación por los responsables del área deportiva, Lalo Arantegui y José Mari Barba. Y, a su vez, esta es una dirección deportiva de autor, escogida por el director general, Luis Carlos Cuartero, hace un año cuando la SAD se decidió a despedir a Narciso Juliá y Albert Valentín, los antecesores de esos cargos, en el cuadro de mandos del fútbol de campo en la pirámide del ‘staff’ blanquillo.

El boceto está diseñado de modo ideal para que las cosas funcionasen bien, en progresión constante, en crecimiento continuo. Es un motor montado para que todo carbure sin contratiempos excesivos más allá de los normales: el 80 por ciento de la plantilla estuvo en la pretemporada, los jugadores llegaron en un ambiente de consenso general entre todos los actores de la pirámide de decisión antes referida, el modelo de juego a seguir está subrayado hace días de acuerdo al pasado inmediato de Natxo en el Reus (enorme eficacia defensiva como pauta principal)… Todo con un orden y un concierto en su raíz.

Y ahí emerge otro problema, de gran calado, a la hora de considerar o no la destitución del entrenador como primer intento de solución a las dificultades actuales del Real Zaragoza en el terreno futbolístico. Prescindir de una pieza de peso específico en este plan repercute, irremediablemente, en las demás. No son del todo separables sin que haya astillas abiertas en la hipotética fractura. Una va pegada a la otra. Y, como está ocurriendo en las últimas fechas, se aprecia cierta problemática a la hora de digerir, globalmente, la acumulación de problemas en el funcionamiento del equipo. ¿Qué hacer si lo previsto en junio se tuerce durante el primer tramo de la competición? Parece como si eso no estuviese contemplado en ningún apartado del anteproyecto. Y el debilitamiento de Natxo y el equipo no puede ser in eternum.

Así que llega el momento de examinar minuciosamente las mil cuestiones que rodean al equipo en el primer cuatrimestre del año y a decidir qué hacer a partir de ahora en virtud de cuál sea el devenir de las cosas. No es sencillo. Se trata de un asunto espinoso y con muchas afiladas aristas. En esta espiral se halla esta Navidad el Real Zaragoza. En busca de un punto central común que, sin embargo, no acaba de alcanzarse. Al contrario, el inefable fútbol se empeña en añadir gramos y gramos de decepción, insuficiencias y dificultades indiscutibles. Ese fútbol que no para y que, en un sentido u otro, seguirá describiendo el camino del equipo de aquí a junio de 2018.

Confiar en el actual statu quo puede ser la solución… o no. Ejecutar un cambio de rumbo en busca de la rectificación de lo que se aprecia mal puede significar el arreglo de las cosas… o no. Confiar a fondo perdido, porque el proyecto es un todo de personas e ideales, puede ser sinónimo de reparación a corto plazo si de la paciencia y la calma surgen los marcadores favorables y la resurrección en la tabla clasificatoria… o puede que no. Romper con antelación con el método adquirido en junio porque se considera que no funciona y se corren riesgos serios de tener problemas mayores de no mediar una mutación a tiempo puede ser un gesto crucial para recuperar el pulso de la vida… o quizá no se consiga nada de lo pretendido acabando antes de tiempo la idea inicial. Estas son las disyuntivas, los círculos viciosos, la espiral de pensamientos y consideraciones que respira el Real Zaragoza entre turrones, cava y espumillón. Por una de esas vías hay que seguir circulando obligatoriamente, al menos en los próximos pocos kilómetros. Es cuestión de acertar en la ruta a seguir en plena encrucijada.

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