El peligro se llama Martín

La llegada del técnico navarro ha revolucionado al Albacete, próximo rival zaragocista

Martín, siempre activo en la dirección del equipo.
Martín, siempre activo en la dirección del equipo.
Efe

Se llama Enrique Martín y se apellida Monreal Lizarraga. Siempre ligado a Osasuna, donde fue su estandarte tanto jugador como entrenador, ahora ha resucitado al Albacete, club al que tomó muerto en la bañera a principios de octubre para revitalizarlo de una forma tan sorprendente como heroica. Dos únicas derrotas en los 11 partidos al frente del club manchego avalan la gestión del técnico que el próximo sábado se medirá con el Real Zaragoza.

Los ordinales, como su propio nombre indica, ordenan en una sucesión numérica. Vienen muy bien para determinar papas y reyes. También, futbolistas. En Osasuna, los adjetivos numerales ordinales permitieron diferenciar a los hermanos Larraínzar sin necesidad de citar su nombre (Txomin e Íñigo), y a los hermanos Flaño (Miguel y Javier), estos últimos más complicados de distinguir: son gemelos... Pero, para saga osasunista, la de los Martín: Martín Monreal, Martín Domínguez y Martín González. Los Martín son mayoría. El que nos ocupa, paradójicamente, es el único de los Martín que no se apellida Martín: Enrique Martín Monreal Lizarraga, el hombre que abandera la rebelión del Albacete.

Nacido en Campanas, en la merindad de Sangüesa, en 1956, Martín fue el promotor del ascenso a Osasuna a principios de los 80. Era el extremo izquierdo de la mejor delantera del club de El Sadar, la que integraba junto a Patxi Iriguíbel y Jose Manuel Echeverría. Rascaba de verdad ese Osasuna, que con tanto esfuerzo logró agarrarse a la Primera División con Pepe Alzate en el banquillo. Esa garra, ese no rendirse jamás pese a las muchas limitaciones y adversidades, es inherente al carácter de Martín, igual en el campo que en el banquillo. El Osasuna más reconocible es ese del arranque de los 80. Y con ese carácter logró hacerse un sitio en una élite del fútbol español entonces gobernada por los dos clubes vascos: la Real Sociedad de Alberto Ormaechea, y el Athletic de Bilbao de Javier Clemente. Sí, ha pasado mucho tiempo. Entonces, en La Romareda, además de alucinar con futbolistas de categoría como Señor, Barbas, Víctor Muñoz, Güerri, Pichi Alonso, Amarilla o Valdano, se cantaban como propios los goles del humilde Osasuna. Ese gen guerrero navarro y no otro es el que ahora mueve al Albacete.

Solo con la casta de Martín se puede entender la reacción del Albacete. Recién ascendido a Segunda A desde el infierno de la Segunda B, su regreso a la categoría de plata comenzó fatal este curso con José Manuel Aira en el banquillo. Tras igualar a nada en Granada en el estreno liguero, encadenó cuatro derrotas consecutivas con el Córdoba, el Alcorcón, el Lugo y el Nástic. El único triunfo con Aira llegó el 24 de septiembre ante el Oviedo (2-1). La posterior goleada sufrida en Soria ante el Numancia (5-1) propició el cese del anterior inquilino del banquillo. Enrique Martín debutó con un triunfo ante el Lorca (2-1). Perdió después ante Osasuna en su regreso a su Pamplona en el día del Pilar (1-0). Desde ese día, desde el 12 de octubre, el Albacete solo ha caído en otro partido, el 3 de diciembre, en Cádiz (2-0), el equipo más en forma de la competición.

Después de tomar el equipo hundido en la clasificación, el triunfo del pasado fin de semana ante el Valladolid culmina una reacción que lo ha depositado a tan solo un punto del Real Zaragoza. Los jugadores son los mismos que se arrastraban por la categoría en el inicio de la temporada. La diferencia está en el banquillo. Con el exclusivo alimento de la raza ascendió de forma sorprendente Osasuna hace dos temporadas. Se dejó la vida ese Osasuna. Y también su entrenador... Después de dos infartos, Enrique Martín vuelve a galopar por los campos de Segunda División. Su trote es inconfundible. El trote del Osasuna de siempre, el del renacido Albacete. 

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión