Un partido de terapia

El Real Zaragoza recibe al Reus en un partido que conjuga el pasado, el presente y el futuro de Natxo González. El equipo aragonés precisa recuperar la línea del buen juego y ganar credibilidad.

Alberto Zapater, Toquero y Mikel González, ayer en la Ciudad Deportiva.
Un partido de terapia
Toni Galán

Una victoria como terapia. El manual del partido del Zaragoza contra el Reus esta tarde en La Romareda no debería contemplar otro enfoque en una cita en la que se conjugan el pasado y el presente de Natxo González, pero quizá también el futuro, blindado y respaldado esta semana públicamente por el director deportivo. Pero en el fútbol ya se sabe quién dicta las leyes... A la tranquilidad del puesto de Natxo le conviene hoy un triunfo contra el Reus que inyecte normalidad, paz y tregua, al menos, hasta la próxima derrota, si alguna vez llega otra.

El equipo aragonés atraviesa una deriva que afecta mucho más a la línea de su fútbol que a sus resultados, algo depresivos si se analizan de un modo apropiado (seis puntos de 18 posibles es un rendimiento preocupante), pero alejados de cualquier gravedad o irreversibilidad. La igualada, democrática e imprevisible Segunda División siempre concede oportunidades hasta bien adentrada la temporada.

Donde a Natxo González se le ha agrietado la credibilidad no está tanto en esos resultados o en la clasificación –donde los márgenes son mínimos aún– sino en el palidecido fútbol de su colectivo. Su juego, su identidad, su poso, sus valores y su capacidad competitiva se han deteriorado. Recuperar y devolverle al equipo esos rasgos se antoja esencial en un partido contra un Reus, su exequipo, puntual visitante en La Romareda, con las hechuras y las ideas que el propio Natxo abrillantó durante su etapa allí y que le catapultaron al Real Zaragoza el pasado verano.

Si a Natxo se le exigen reacciones, principalmente, es porque su equipo ya ha exhibido versiones prometedoras de fútbol en tramos previos. Y ese es el principal aval en su poder para encontrar de nuevo la senda adecuada en medio del actual bosque de incertidumbre y nerviosismo: el Zaragoza puede jugar mejor porque así lo ha demostrado.

El técnico hará cambios en el once como casi siempre hace, un vaivén de variaciones nominales y posicionales que, en cierto modo, no terminan de ayudar a estabilizar al equipo en determinados sectores clave, como el centro del campo. Por allí amaga el regreso de Eguaras. Quizá Buff pueda reaparecer. O el mismo Papunashvili. En todo caso, no se esperan grandes agitaciones, ni sistemas tácticos inéditos. No habrá revolución alguna.

Las vías de mejora son claras: el Real Zaragoza debe recuperar las áreas. La suya para corregir sus desarreglos defensivos: ha encajado ocho goles en los últimos tres partidos. Y también la rival: el Zaragoza es un equipo con buenos índices de efectividad, pero le cuesta un mundo generar ocasiones.

El Reus llega a La Romareda con 20 puntos, pero en una situación cómoda y serena (con solo dos puntos más que los de Natxo). Conserva el estilo del pasado curso: marca poco, pero encaja mucho menos. Eso siempre es garantía de carácter competitivo. Es de esos rivales que producen dolor de muelas. López Garai, aprendiz de Natxo, pierde a hombres importantes como Fran Carbia, Máyor, Juan Domínguez o Querol, aquel verdugo de Palamós. Puede debutar el recién fichado Yoga y recupera a Guzzo.

La historia pone a Natxo González delante de su pasado, pero también delante de su futuro. Ambas realidades solo se escribieron y se escribirán con la misma tinta: las victorias.

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