Pombo se levanta con un importante gol ganador desde el banquillo

El 3-2 ante el Rayo es el segundo tanto del Real Zaragoza firmado por un suplente, tras el 0-2 de Papunashvili en Lorca. Este baremo siempre marca la calidad y el carácter de una plantilla.

Jorge Pombo grita con sentimiento al final del partido del sábado ante el Rayo Vallecano, nada más consumarse el importante triunfo por 3-2 gracias a su gol ganador.
Jorge Pombo grita con sentimiento al final del partido del sábado ante el Rayo Vallecano, nada más consumarse el importante triunfo por 3-2 gracias a su gol ganador.
Aránzazu Navarro

El 3-2 ganador del Real Zaragoza lo marcó ante el Rayo Vallecano este sábado Jorge Pombo en el minuto 78 del partido. El canterano, mellado en su rol como pieza importante en el equipo en las últimas jornadas a causa, principalmente, del descenso de su rendimiento, se levantó así de su incómoda situación ofreciendo, saliendo desde el banquillo en el minuto 60 en lugar de Eguaras, unos minutos de notable utilidad para el equipo, rubricados con ese tanto decisivo. A título particular, fue un gol revitalizante para el '8' zaragocista. En el ámbito global, mucho más importante todavía, significó alcanzar un estado de sosiego para el vestuario y todo el entorno del club, algo que tendía a derivar en una crisis de identidad a mitad de noviembre de no haber podido superar a los rayistas en un día con tintes fronterizos en lo anímico y ambiental.

Pombo fue el autor material de ese precioso tercer gol y, en la matriz del mismo, también el generador de la jugada. Además, hacía escasamente tres minutos que el joven jugador zaragozano había rozado el palo derecho de la portería de Alberto con un chut desde fuera del área a media altura que se le marchó fuera por apenas dos palmos, en lo que era el primer desahogo del Real Zaragoza tras el mazazo que supuso el 2-2 a falta de un cuarto de hora para el final. Pombo recibió de Ángel Martínez junto al banquillo de Natxo. Se dio la vuelta hacia el área rayista y vio el movimiento de Borja Iglesias por delante del central Abdoulaye Ba. Le puso el balón al hueco al delantero gallego que, con su clásico estilo, trompicado pero eficaz en el desborde y de 'cuerpeo' constante, entró en el área con el espigado defensor senegalés intentando cortar su penetración. De ahí surgió la excelente resolución intermedia de Iglesias, encarando el primer palo y culminando la acción con el pase de la muerte medido para que Pombo, que había seguido la jugada con olfato goleador, remachase a quemarropa con clase y precisión lo que él mismo había gestado 40 metros más atrás instantes antes.

En poco más de 360 segundos, los que unieron los minutos 74 y 78, Pombo fue el despertador del Real Zaragoza, que parecía muerto tras el segundo tanto del Rayo y a merced de una derrota que hubiera tenido una onda expansiva tremenda con efectos poco recomendables de cara al futuro más próximo. Sus 30 minutos sobre el césped sirvieron de mucho, tanto para él como para el colectivo. Por sí mismo, gracias a su clarividencia ofensiva (que la tiene en sus genes futbolísticos), y también porque con su aparición Natxo González reubicó a Raúl Guti en una zona más centrada en el medio campo, algo que se ajusta mucho más a sus prestaciones, en lugar de desenvolverse, como en la primera hora de juego, escorado más a la banda derecha de la medular.

Este tanto de Pombo al Rayo es el segundo que llega desde el banquillo en lo que va de liga. El primero lo firmó Papunashvili en Lorca, en el minuto 85, y supuso hace un mes el 0-2 en el estadio Artés Carrasco, justo la anterior victoria del Real Zaragoza antes de la referida de hace pocas horas frente a los vallecanos. Importante fue aquella diana del georgiano para sentenciar el triunfo en campo murciano, pero mucho más relevante resultó ésta de Pombo frente al Rayo en la recta final del duelo en el que La Romareda se vio aliviada y respiró profundamente bien cuando se consumó el 3-2 final en un día de juego inferior ante un adversario que fue mejor y desaprovechó, inusualmente, una enorme cantidad de ocasiones ante la portería de Cristian Álvarez.

Los goles que llegan desde el banquillo son un baremo a seguir siempre en los equipos profesionales en cada campaña. Suelen ser termómetro del carácter y calidad de una plantilla, especialmente en sus piezas de ataque o creación de peligro. Que un entrenador disponga con habitualidad entre los suplentes puntuales en cada cita de futbolistas con capacidad para cambiar el rumbo de un partido, de servir de marcado revulsivo cuando las cosas se tuercen o pintan mal, es media vida para cualquier proyecto. Y, en la revisión del cuadro histórico de este tipo de goles, se observa siempre una presencia de este tipo de jugadores que aportan goles desde las sustituciones en los equipos bien clasificados, mientras que en los que andan por la parte baja es más raro encontrarlos.

El año pasado, sin ir más lejos, el Real Zaragoza solo marcó dos goles en sus 42 partidos de liga a través de futbolistas que saltaron al campo en los cambios. Y el segundo de ellos cabe calificarlo de anecdótico e insustancial, pues fue el último del curso, en el inútil partido final ante el Tenerife en La Romareda, que firmó el debutante Raúl Guti (el Zaragoza, además, perdió 1-2 y ese tanto no sirvió de nada). Así que, en puridad, el único servible fue el que dejó Dongou en la primera vuelta en el 2-2 frente al Reus en el estadio zaragozano, que fue el empate definitivo y salvó un punto. Y nada más. Lo que no se lograba en el once inicial jamás lo encontraron Milla, Agné y Láinez junto a ellos en su banqueta.

El parangón anterior de similar perfil se refiere al año del descenso de Primera, la temporada 2012-13. Ahí, el caótico equipo que dirigió aquel año Manolo Jiménez solo encontró un gol desde el banquillo en todo el año: el que marcó Rochina en La Romareda para derrotar al Mallorca por 3-2 en el minuto 87 en un agónico duelo que acabaría sin servir para absolutamente nada en junio. Solo un gol de este pelaje.

Entremedias, los demás 'zaragozas' han tenido algo más de cintura en la aportación de determinados futbolistas en los minutos en los que han salido al campo como relevos de titulares. Curiosamente, el torneo con más goles desde el banquillo fue el de la 2015-16, el de Popovic y Carreras, que no acabó con el Real Zaragoza en la Promoción de ascenso por la catástrofe inexplicable de Palamós ante el Llagostera. Hasta 9 goles llegaron así, a través de suplentes iniciales. Uno de Jorge Díaz para empatar 1-1 en Leganés. Otro de Ángel para ganar 2-0 al Tenerife. Dos el mismo día, en aquel 3-3 frente al Huesca en La Romareda, que firmaron Ortuño y Diamanka. Otro más de Dongou en el 3-1 frente al Lugo. Aquel de Ángel en Ponferrada para igualar 1-1. El de la puntilla ante el Bilbao Athletic, el 2-0, que marcó Diamanka. Y, finalmente, los feos del 6-2 de la vergüenza en aquel epílogo lacerante de Palamós, pues sus autores, Jaime y Ángel, fueron suplentes ese triste día.

Solo uno menos, ocho, aportó la plantilla del año en el que el Real Zaragoza se quedó a 7 minutos de Primera División en la final de la Promoción en Las Palmas, al principio con Víctor Muñoz, después con Popovic. Aquella campaña 2014-15 Jaime dio tres goles al equipo desde el banquillo (uno para ganar 2-0 al Mallorca, otro para derrotar in extremis 2-1 al Racing de Santander y otro más para empatar en Albacete 2-2). Eldin Hadzic marcó dos (uno inútil, en la derrota 4-1 ante el Barça B en el Mini Estadi, y otro en la gran victoria por 1-3 en Valladolid). Willian José anotó otros dos (en la derrota por 5-3 en Las Palmas en la liga regular, en la que el Zaragoza acabó con 8 jugadores sobre el campo). El restante lo manufacturó Álamo en la victoria por 4-0 frente al Barcelona B en La Romareda.

El año anterior, el primero en Segunda tras el descenso, los goles del banquillo fueron 7. Tres de ellos de Víctor Rodríguez (dos ante el Tenerife, en el 3-0 en casa, y el otro, crucial, en la victoria 1-2 en Valedebebas frente al RM Castilla) y, a uno por cabeza, salieron Roger (el empate, 1-1, en Alicante frente al Hércules), José Mari (decisivo para ganar 2-1 al Córdoba en el tiempo de aumento), Esnáider hijo (en la hecatombe en Ponferrada por 4-2) y Henríquez (marcó el 1-1 final en Murcia).

El mejor jugador en las últimas décadas en esta faceta fue, con diferencia, Yordi. Un '9' tanque que, con Milosevic por delante, se especializó en ser un perfecto desatascador de partidos obturados cuando era utilizado como segundo ariete. Un punta al que le daba igual ser titular que salir media hora o 20 minutos como suplente. Siempre estaba enchufado, siempre daba vida al equipo, siempre se notaba su presencia. No le fue a la zaga el brasileño Jamelli, cuya aportación desde el banquillo fue siempre de gran peso específico.

Este año, si Natxo es capaz de exprimir el jugo de varias de sus individualidades en esta faceta, es posible que el Real Zaragoza logre alcanzar cotas más altas de las que ha gozado hasta ahora. De momento, Papunashvili y Pombo son los dos primeros en mostrar la importancia que tienen los tantos que llegan en los tramos finales de los partidos cuando llegan las apuestas del técnico por los cambios. Este apartado estadístico tendría que crecer exponencialmente de aquí a junio de manera consistente. Si así fuera, es harto probable que el Zaragoza de este curso esté arriba en la clasificación. Lo dice el muestreo histórico, aquí o en cualquier otro equipo.

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