Contrapunto táctico: ¿Hizo bien Natxo echando al equipo atrás todo el segundo tiempo?

El Real Zaragoza, al quedarse con un hombre menos, adoptó una posición que pareció exageradamente defensiva y que acabó no saliendo bien.

Natxo González grita en la banda de La Romareda durante la segunda mitad del partido del Real Zaragoza ante el Nástic de Tarragona este pasado domingo.
Contrapunto táctico: ¿Hizo bien Natxo echando al equipo atrás todo el segundo tiempo?
Aránzazu Navarro

Figueroa Vázquez, el árbitro, acapara (como a él le gusta) la totalidad de los enfoques de análisis del partido Real Zaragoza-Gimnástic de Tarragona de este domingo en La Romareda. Se hizo acreedor a ello por voluntad propia, como tantas otras veces en otros tantos lugares. Pero, de esa situación de confluencia general en las culpas de que el Real Zaragoza no ganase el partido al Nástic, cabe también hacer una separata para poner en el microscopio la decisión adoptada por el entrenador zaragocista, Natxo González, una vez se consumó la jugada clave que modificó el devenir del duelo: la expulsión de Borja Iglesias en el minuto 44, antes del descanso.

Porque, aun dentro del maremágnum ambiental, nervioso, receloso y polémico al que derivó el partido por la actitud de Figueroa, la forma con la que acometió el segundo tiempo el Real Zaragoza merece ser puesta en tela de juicio. ¿Hizo bien Natxo González ordenando un atrincheramiento general del equipo en su área todo el tiempo, lo que en los tiempos modernos viene a denominarse repliegue intensivo? ¿O, como en tantas otras ocasiones, el hecho de jugar 10 contra 11, no era para tanto, y mucho menos ante un rival del perfil del Nástic?

Si el 1-0 con el que acometió la encomienda el Real Zaragoza hubiese llegado vigente hasta el final del partido, el análisis tendría menos gas carbónico, menos burbujas, porque pese a cualquier crítica adversa, el entrenador vitoriano siempre podría esgrimir su éxito final. Pero el tiempo de resistencia se le hizo largo al equipo y, por muy poco, no supo, no pudo aguantar la victoria. En el 87, volaron dos puntos con el gol de los tarraconenses. Era demasiado arriesgado montar 'la Puerta del Carmen' delante de Cristian Álvarez desde el minuto 1 al 48 de la segunda parte.

Seguramente, erró Natxo González. O pudo hacer algo diferente, con más probabilidades de salir bien. Mucho más cuando venía de hacer algo similar, sin tanto énfasis por ser un envoltorio de 11 contra 11, la semana anterior en Lugo. Con el 0-1 favorable al Real Zaragoza, el entrenador vitoriano aplicó ese repliegue intensivo en la última media hora, renunciando voluntariamente a seguir jugando con vocación ofensiva en muchos balones en los que predominó la contención, la pausa en terrenos inertes y el manejo del crono por encima del balón y la portería contraria. Y acabó perdiendo 2-1. Un bofetón que aún duele.

No es la primera vez que el Real Zaragoza se queda en inferioridad numérica con toda la segunda mitad por delante. Ni será la última. Y pocas veces, frente a un adversario que no es excesivamente exigente (no es un Madrid, un Barça, un Valencia, en los tiempos de Primera, o un Sporting, un Osasuna o un Cádiz, por citar algunos, ahora en Segunda). El Nástic, probablemente no merecía tantos cerrojos de seguridad, tanta concesión de espacios, tanto miedo como para recular hasta el área propia en el 95 por ciento del tiempo.

El expulsado, además, era el delantero centro. No obligaba, con 1-0 a favor, a modificar líneas, a acometer de inmediato una sustitución reparadora de la pizarra. Se podía seguir jugando igual. Con un 4-4-1, más o menos flexible, que dotara al equipo de salida, de combinación en la zona ancha, de normalidad, en definitiva. Se echaría en falta una pieza arriba, obviamente. Los de segunda línea tendrían que multiplicar esfuerzos en las llegadas, que serían menos de lo normal. Pero existir, habrían existido. El Real Zaragoza no hubiera tenido la faz timorata, de escasez de recursos ofensivos, que manifestó en el segundo tiempo ante el Nástic.

El retroceso defensivo del Real Zaragoza en el segundo tramo del partido, tras la roja a Iglesias, pareció más la respuesta de un equipo cuando se queda, no ya con 10 hombres, sino con 9, en esos extraños días donde hay dos expulsiones (Las Palmas, hace tres temporadas, por ejemplo). Ahí sí que no queda más remedio que encomendarse a la heroica. Pero con 10, lo visto en La Romareda este domingo ante el Nástic, analizado con el poso de las horas, adquiere un valor exagerado. Pudo jugar mucho más el Real Zaragoza pese a la ausencia de su delantero referencial.

Verbigracia comparativa. Hace dos campañas, en El Alcoraz, el Huesca vivió contra el Real Zaragoza una figura similar a lo de los zaragocistas contra el Nástic. El árbitro expulsó a Machis en el 44. Con el matiz, sobresalientemente inverso, de que los oscenses perdían 0-1. Tuvieron que afrontar la segunda mitad en inferioridad... y por debajo en el marcador. Y no solo empataron, sino que estuvieron cerca de voltear el tanteador y acabar ganando a un adversario, el Real Zaragoza, que siempre tuvo un jugador más (incluso el gol oscense llegó con 9 contra 11, al estar siendo atendido un jugador azulgrana en la banda cuando anotó Sáiz). Es cuestión de planteamiento. De osadía. De personalidad. De método.

Ahí va otro ejemplo real, en el otro lado de la horquilla, que ayuda a entender lo que se echó en falta este domingo en La Romareda. En los años 90, el Real Zaragoza se enfrentaba al Sevilla en los cuartos de final de la Copa del Rey, partido de ida en el estadio zaragozano. Y el árbitro, el asturiano Díaz Vega, expulsó a Xavi Aguado ¡en el minuto 1! de partido. La roja más rápida de la historia. Es decir, el equipo zaragocista jugó todo el tiempo 10 contra 11, más de 90 minutos. ¿Qué hizo? ¿Atrincherarse atrás para sujetar el 0-0 inicial y devaluar el choque por esa acción? No. Metió otro central, quitó un delantero, y aplicó el 4-4-1 como si todo lo demás fuese según lo previsto. Y, frente a un contrincante de enjundia como aquel Sevilla (en la traslación de hechos, el Nástic no es nadie en la comparación), el Real Zaragoza se puso 2-0 a favor abordando el inconveniente con naturalidad. Por muchos momentos, no se echó en falta a la pieza expulsada tan prematuramente. El equipo aragonés acabó ganando 2-1.

Otras muchas veces, el Real Zaragoza ha sabido ganar partidos con un jugador menos. Sin embargo, no se recuerdan tantas en las que tras quedarse con 10 justo antes del descanso, acometiera el segundo tiempo de una forma tan abrumadoramente defensiva como este domingo ante el Nástic. A Natxo le sobraron 6 minutos para salir con éxito de su apuesta (3 del tiempo reglamentado y otros tantos del aumento). Pero también cabe colegir que Natxo tuvo como aliado de alto valor al portero Cristian Álvarez, verdadero artífice con tres paradones de categoría de que el Real Zaragoza no acabase perdiendo ante los de Tarragona con claridad.

Esta es la parte separada, por destilación, de la evaluación del Real Zaragoza-Nástic de Tarragona de este 24 de septiembre de 2017. Debajo del caos que provocó el vergonzoso arbitraje del andaluz Figueroa Vázquez, aparece esta cuestión. Que no es desdeñable, ni mucho menos, de cara al futuro del equipo zaragocista, que sigue atascado en la zona baja de la clasificación pese a que su fútbol no parece apuntar a que esa sea su ubicación merecida. Pero el fútbol solo entiende de goles y resultados. No de sensaciones. Si no, el Rayo Vallecano de Paco Jémez hace dos temporadas jamás habría bajado a Segunda División y, por el contrario, habría jugado la UEFA Europa League. Porque jugaba vistoso e impactaba al ojo en muchos partidos... pero acababa perdiendo. Y así no fue a ningún sitio bueno.

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