Natxo González abre horizontes

En tres partidos, el Real Zaragoza ha conseguido cambiar sensaciones, impresiones, e incluso el ambiente general. Hoy se han renovado ilusiones y la proximidad con el equipo.

Natxo González, entrenador del Real Zaragoza, durante una sesión preparatoria en la Ciudad Deportiva.
Natxo González abre horizontes
Aránzazu Navarro

Nadie contaba con que Natxo González lograra tanto en tan poco tiempo. Pero a estas horas es un hecho. El nuevo técnico del Real Zaragoza se ha hecho con un espacio que no le otorgaban las facturas dudosas de los encuentros de pretemporada ni, mucho menos, el pesar que se había instalado en la afición a causa de la larga travesía por el desierto que está suponiendo este transcurrir por la Segunda. Sin embargo, el entrenador nacido en Vitoria hace cincuenta años ha dado la vuelta a esta situación, sin que todavía hayamos alcanzado el ecuador del mes de septiembre. Donde se apuntaban tempranas crisis deportivas, hay certezas. Donde se creían debilidades, se perciben seguridades. Donde estaba instalada la duda razonable, ha brotado de nuevo la ilusión.

En el transcurso de los tres últimos partidos –dos jugados contra el Granada, en liga y Copa, y otro contra el Córdoba–, han cambiado por completo las sensaciones, las impresiones, y hasta cabría afirmar que el ambiente general. A estas alturas vuelve a percibirse una estrecha proximidad de la afición con el equipo, no porque la fidelidad zaragocista esté construida a prueba de bombas, sino por los argumentos que está ofreciendo la escuadra construida por Natxo González.

La última entrega, la disputa del encuentro de Copa del Rey frente al Granada, el pasado miércoles, ha confirmado el giro. El aficionado de La Romareda se ha ratificado en las impresiones que ya habían dejado los encuentros celebrados en Liga, contra el Granada (empate a un gol) y frente al Córdoba, que supuso la consecución de la primera victoria de la campaña.

En las formas que empieza a trasladar el equipo subyace una esperanza: que en esta campaña se superen los estadios agónicos o grises de ejercicios anteriores, y que han desembocado en que asistamos a la quinta temporada consecutiva del Real Zaragoza en Segunda, con los consiguientes problemas societarios que de ello se derivan.

En ese modo de emplearse por parte de la escuadra de Natxo González existe un ideario de fondo interiorizado por los futbolistas. Atañe al uso aseado del balón, a la profundidad de los laterales, a la presión alta cuando se pierde la pelota, a la vocación claramente ofensiva de hasta seis o siete piezas o a un rigor táctico en los balances que no se olvida a lo largo de los encuentros.

Las buenas nuevas también alcanzan al estado físico de la plantilla, aspecto del que no cabe formular en este momento ejercicios revisionistas. Si en anteriores campañas al Real Zaragoza se le hacían largos los partidos, porque las energías no alcanzaban más allá de la hora de encuentro, ahora no se percibe ninguna grieta a este respecto.

Natxo González y su cuerpo técnico han logrado dotar al equipo de un tono físico parejo en sus componentes y de régimen bien sostenido a lo largo de los noventa minutos de partido. Frente al Granada, en el mencionado choque copero, se percibió este correcto funcionamiento. Cuando el conjunto andaluz subió el ritmo en busca del empate, el Real Zaragoza aguantó las embestidas. Sin refugiarse en las proximidades de Cristian Álvarez, soportó la nueva exigencia y se fue hacia arriba en busca de nuevos episodios goleadores. Al aire favorable del marcador ganó en confianza y logró su primer triunfo holgado. Tres goles anotados sin recibir ninguno fue, finalmente, la traslación a números de su fútbol prometedor.

En los últimos años de la historia del Real Zaragoza es pieza rara hallar un triunfo por tres goles a cero. De hecho, en las dos últimas temporadas, únicamente en dos ocasiones había superado a su rival con una autoridad tan manifiesta. Se produjeron en el anterior curso y en el pasado mes de marzo, aunque, en ambos casos, sin ofrecer las buenas sensaciones que sí exhibió el cuadro zaragozano frente al Granada, el pasado miércoles, en la Copa del Rey.

Antes del duelo copero, la victoria más contundente se remontaba al 26 de marzo, en el estadio Martínez Valero, cuando el cuadro aragonés superó al Elche (0-3) en la jornada trigésimo primera del campeonato de Liga. Se trataba del estreno de César Láinez en el banquillo del primer equipo zaragocista, que se hallaba en una situación angustiosa en la clasificación.

Entonces, el conjunto aragonés edificó el triunfo en una primera mitad muy completa, donde, además de su solidez defensiva, mostró una efectividad máxima a la hora de resolver sus oportunidades. Antes del descanso, los zaragozanos ya habían encarrilado la victoria con dos goles de Ángel y otro de Pombo, y tras la reanudación supieron mantener su amplia ventaja.

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