Cani y Oviedo, 14 años después

Rubén Gracia Calmache se graduó una mañana de domingo en el Carlos Tartiere, en marzo de 2003. Su gol, que abrió el 0-2 a favor del Real Zaragoza, fue una joya.

A la izquierda, Cani marca el 0-1 en el Carlos Tartiere en marzo de 2003 (el defensa del Oviedo es Paredes). A la derecha, el joven Cani es felicitado por Espadas a la conclusión de aquel recordado partido.
Cani y Oviedo, 14 años después
Oliver Duch

Si para alguien va a ser especial este partido Real Oviedo-Real Zaragoza es para Cani. Y es que Rubén Gracia Calmache, que el 3 de agosto cumplirá 36 años, visita el estadio en el que, tras varios meses de meritorio, se graduó como futbolista profesional en las filas zaragocistas. El Nuevo Carlos Tartiere es para Cani el lugar de su exámen de reválida, de acceso a la Universidad del fútbol español. Han pasado 14 años y dos meses de aquello. Fue, como ahora, en Segunda División, aquel tortuoso año bajo la batuta de Paco Flores, que finalmente se saldó con el retorno a Primera en un solo curso después de lo que había sido el descenso de la era Solans, el primer palo en las ruedas que empezó a torcer económicamente lo que después, con Agapito Iglesias al frente, se fue a la ruina absoluta.

Cani pasó de becario a oficial en 90 minutos mágicos en Oviedo. Al mediodía del domingo 23 de marzo de 2003, aquella matinales de Canal + que ya tenían sus millones de seguidores. Antes de aquel día, que era la jornada 28º (ya entrada la segunda vuelta), Paco Flores lo había alineado en 13 partidos. Por goteo, aquel chaval del barrio de La Paz, que lucía el dorsal 17 y no acababa de romper la puerta de entrada al once titular de un Real Zaragoza repleto de veteranos y tipos con muchos galones, había ido sumando minutos... pero le faltaba el estallido definitivo a tanta clase como atesoraba. Rubén había sido utilizado únicamente en 5 partidos en el equipo inicial y apenas había completado dos. En la Copa, ante el Alavés de Primera, marcó su primer gol como zaragocista en septiembre (cayó el Zaragoza 1-2).

En Oviedo, en el mismo escenario donde el Real Zaragoza va a volver a jugar este sábado casi tres lustros después de aquel inolvidable capítulo en la vida personal de Cani, el peso específico del joven y descarado Gracia Calmache modificó sus propiedades para bien de todos, suyo a cortísimo plazo, y del club a medio. El canterano lo bordó.

Aquel detalle anecdótico que impactó a todo el fútbol español casi un año antes cuando, ya con el equipo descendido a Segunda, Marcos Alonso lo hizo debutar frente al Barcelona en La Romareda el día de la despedida de la liga -el caño con el que recibió al lateral holandés Reiziger en el primer balón que tocaba con el primer equipo zaragocista-, tuvo su continuidad real en el estadio ovetense, como si el tiempo de entremedias fuera el de la maduración natural de un futbolista distinto, con talento, especial.

Cani marcó, en el minuto 15 de aquella mañana asturiana, el 0-1. Una obra de arte en colaboración directa con Ibán Espadas, el ariete del filial al que también Flores había recurrido agobiado por los malos resultados, la presión exterior y la necesidad de revolucionar la plantilla del primer equipo. Un taconazo de éste, una recepción en el área de Cani, un recorte en una baldosa al defensor ovetense (ahí estaba el después capitán zaragocista Paredes, en edad casi juvenil) y un toque suave para batir por bajo al portero asturiano, Jonathan. Al final, Galletti coronó en el 90 con el 0-2 un triunfo blanquillo que cambió el rumbo y la trayectoria del Real Zaragoza, que acabaría dos meses y medio después con el ascenso a Primera.

Oviedo fue el sitio donde Flores logró modificar las coordenadas de navegación, para bien, de un bloque que iba a la deriva. Y su principal herramienta para ello fue un chaval de 21 años, Cani, que desde ese día no paró de crecer para acabar dibujando una carrera futbolística de alto rango en sus pasos por el Real Zaragoza, el Villarreal, el Atlético de Madrid, el Deportivo de La Coruña... y, ya en el ocaso de su vida deportiva, de nuevo en su casa, en su Real Zaragoza, con el que vuelve al estadio donde dio el paso crucial para saltar al estrellato.

Fueron testigos de su graduación, además de Paco Flores, sus compañeros Láinez (ahora su entrenador), Ferrón, Pablo Díaz, Rebosio, David Pirri, Galca, Soriano, Galletti, Vellisca, Espadas, Komljenovic, Juanele y Jesús Muñoz (estos tres últimos, entraron de suplentes en las sustituciones).

En frente, el Oviedo, entrenado por Miguel Sánchez, era aquel de Jonathan, Fran, Sarasúa, Yago Alonso, Paredes, Pablo, Jaime, David Cano, Manel, Oli y Losada (también Keita, Idiákez y Amieva).

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