Cero goles a favor en las segundas partes con Láinez
El Real Zaragoza es inerte ante las porterías contrarias y se desvanece de forma cristalina. Todo fueron 0-0 parciales, hasta que el Getafe rompió esa tendencia.
Un hilo común presenta el Real Zaragoza de las últimas seis jornadas: no ha logrado marcar un solo gol en las segundas partes. Un dato contundente que, hasta este fin de semana en el que ha llegado la primera derrota de la era Láinez y ha roto la magnífica racha anterior (11 puntos sumados de 15 disputados), quedaba en plano secundario de análisis por motivos obvios que ahora se entenderán.
No tuvo relevancia mayor ese parámetro nocivo porque, en los cinco partidos anteriores, donde los parciales de los segundo tiempos fueron siempre de 0-0, el Real Zaragoza había sacado, mal que bien, sus deberes con un buen grado de positividad y solvencia en las primeras partes. En efecto, los marcadores finales de esas cinco primeras jornadas con César Láinez al frente del banquillo quedaron siempre establecidos antes del intermedio. Es decir, tal y como se llegó al descanso, acabó cada uno de los choques: 0-3 en Elche, 1-1 ante el Valladolid en La Romareda, 2-2 en Almería, 1-0 frente al Mallorca en casa y 0-1 en Miranda de Ebro.
Por esta razón, el apagón ofensivo del Real Zaragoza en el tramo que va del minuto 45 al 90 (y el aumento), que tanto llamó la atención de todo el mundo en el último mes y medio, fue un defecto serio de método y rendimiento que quedó aliviado por lo hecho anteriormente, del 0 al 45, que sirvió en cada caso para sumar y sumar puntos y, de este modo, salir al galope de la zona más caliente del descenso a Segunda B.
Además, como esos 0-0 parciales también podían leerse en positivo de manera legítima, ya que, del mismo modo que los zaragocistas no marcaron un solo gol, tampoco lo encajaron (asunto muy impactante al tratarse de una de las defensas más vulnerables de la liga en los ocho meses previos, con Milla y Agné al mando), no hubo razones sustanciales para ahondar en el problema.
Lo ocurrido este sábado en La Romareda frente al Getafe, por el contrario, cambia el prisma de visión de manera sensible. Ahí, ante los madrileños, el Real Zaragoza repitió su mal -no fue capaz de marcar un solo gol tras el descanso por sexta vez concatenada, víctima de su desfallecimiento global y alarmante- y, de manera inversa al pasado reciente, esta vez no supo ni pudo sujetar la ventaja adquirida en la primera fase del choque, pues encajó dos goles en la portería de Ratón que lo derivaron a una dolorosa derrota.
Los parciales de los segundos tiempos son tremendos en la media docena de partidos más próximos en el tiempo: cinco empates 0-0 y un 0-2 adverso en La Romareda. Números que denuncian muchas cosas, y ninguna buena. Entrenador, técnicos y jugadores admiten y reconocen la evidencia. No hay excusa posible. Sucede, ocurre, no se puede esconder. Físicamente, el equipo se cae. Pero también mentalmente. No todo es de piernas y fuelle. También de cabeza, de mente. Una mezcla peligrosa para lo que aún resta por jugar, en un torneo que va a exigir la suma de más puntos para evitar un gravísimo problema clasificatorio.
Los hechos, fríos y objetivos, son estos. Los síntomas, admitidos por los protagonistas -lo que es una ventaja para intentar buscar remedios-, ahí están expuestos, sin filtros ni más interpretaciones que las que emiten los propios números y la actitud y conducta de los futbolistas en las segundas partes de los partidos. Ahora es momento de buscar reparaciones... si es que las hay.
Por cierto, el último gol marcado por el Real Zaragoza en un segundo tiempo fue el 18 de marzo, ante el Sevilla Atlético en La Romareda. Lo hizo, inútilmente, Edu García en una falta. Al final, ese día el cuadro aragonés perdió 1-2, en la noche del despido posterior de Agné.
Y el último gol en un segundo periodo dentro de una victoria fue el de Marcelo Silva al Numancia, también en La Romareda, el 5 de marzo. Supuso el 3-0 definitivo, que completó los dos goles que traía el grupo del primer tiempo. Un tanto para el redondeo, nunca para ser decisivo en un triunfo. Para eso, hay que remontarse al 4 de febrero, en Huesca, donde el 2-3 final se consumó, íntegramente, tras el descanso, eso sí, en un día atípico con el campo alterado por el agua y los charcos.
El mal viene de lejos, como todos lo que arrastra el defectuoso Real Zaragoza de Juliá este año. Pero, sorprendentemente (y paradójicamente), está agrandándose y mostrándose con tintes peligrosos en los últimos seis partidos, los del bien ponderado -merecidamente- Láinez. Hasta este fin de semana, la cosa no generó más alarmas de las debidas porque no fue algo tóxico en grado extremo. Tras lo ocurrido ante el Getafe, la secuencia sí que adquiere dimensiones bien diferentes.
Jugando solo 45 minutos, al Real Zaragoza le va a resultar imposible, con casi total seguridad, sacar adelante partidos del grado de dificultad que tuvo el del Getafe, rival de la parte alta de la tabla, como lo serán en el esprint final del torneo los Girona, Oviedo, Cádiz, Tenerife...