Láinez y Cani, en el primer Mirandés-Real Zaragoza de la historia, en 2003

En una ronda de Copa a partido único, los aragoneses ganaron 1-2 en Anduva y el portero, hoy entrenador, paró un penalti decisivo al final del partido.

Portada del Heraldo de Aragón del 9 de octubre de 2003, recogiendo el triunfo del Real Zaragoza en Copa sobre el Mirandés en Anduva. También se ve la foto de apertura de la crónica y la ficha, con Láinez felicitado por Gaby Milito al término del partido. Asimismo, se aprecia la captura de televisión del penalti parado por Láinez a falta de 2 minutos, aún con 1-1 en el marcador.
Láinez y Cani, en el primer Mirandés-Real Zaragoza de la historia, en 2003
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Cuando el Mirandés y el Real Zaragoza den comienzo este domingo (16.00) al partido de liga de Segunda División en abril de 2017, habrán pasado 13 años y medio desde su primer duelo oficial en la historia de ambos clubes.

Aquel episodio se dio el 8 de octubre de 2003, una fría noche de jueves, en la Primera Ronda (Treintaidosavos de Final) de la Copa del Rey 03-04 que, por aquel entonces, se jugaba a partido único en el campo del equipo de menor categoría. El Real Zaragoza era de Primera División. El Mirandés, de Segunda B. El pequeño estadio de Anduva... era aún más pequeño. Y vetusto. Sus fondos eran sendas tapias blanqueadas. Los vestuarios, mucho más modestos. La tribuna de general, la de enfrente del tiro de cámara, la de los años cuarenta, con escalerones que solo acogían al público de pie y varias columnas de sostén que impedían la visibilidad a su alrededor.

Aquel día, Láinez y Cani ya fueron protagonistas de la película. Como lo serán de nuevo 13 años y medio después. César era el portero del Real Zaragoza y ahora será el entrenador. Rubén era un emergente mediapunta cargado de calidad y descaro, y ahora ejerce de veterano y abanderado de un vestuario con perfil de tiempos de vacas flacas. A Láinez, en estos 13 años y medio, la vida lo ha derivado a otros menesteres. A Cani, ese largo tiempo todavía no lo ha retirado de su principal función, la de futbolista. Por cómo fue el desarrollo y el desenlace de aquel choque copero, Cani fue un protagonista secundario... y Láinez la estrella principal.

Ganó en su estreno en Anduva el Real Zaragoza por 1-2. Y lo hizo de milagro, en un final de infarto donde, lo normal, hubiera sido una victoria mirandesa por 2-1 y, por lo tanto, la consumación de una monumental sorpresa del habitual repertorio copero. Porque el cuadro zaragocista, que entrenaba Paco Flores, hizo un mal partido.

Se adelantaron los zaragocistas con un gol de Soriano justo antes del descanso. Parecía todo bien encarado. Mucho más cuando, al inicio del segundo tiempo (minuto 58), el árbitro, el vasco Pérez Lasa, expulsó al capitán del Mirandés, Iván Agustín, con roja directa. El equipo débil perdía y, además, se quedaba en inferioridad. Pero los del ya discutido Flores -sería destituido dos meses y medio después- descarrilaron en la última media hora y dieron vida a un adversario menoscabado que se vino arriba arropado por su animoso público, que abarrotó los graderíos. Y, a falta de 12 minutos, el Mirandés empató.

El 1-1 llegó, circunstancialmente, en un error de César Láinez en una salida fuera del marco en un córner sacado al primer palo. Era el minuto 78 y el zaragozano Tino (ex del filial blanquillo) alojó el balón en la portería aragonesa para volver loca a la hinchada local. No quedó ahí la cosa. El Real Zaragoza cayó presa del pánico ante la algarabía rojinegra y, en un disparo dentro del área de los burgaleses, el balón dio en el brazo de Ponzio y el árbitro pitó penalti. Era el minuto 87. Ahí estaba el 2-1 y la catástrofe para los zaragocistas. Probablemente, la derrota hubiera precipitado el despido de Flores. Pero ahí apareció Láinez. Tremenda su parada en la pena máxima, abajo, junto al palo. Salvó al equipo y se tomó revancha de autoestima tras su error en el tanto encajado poco antes. 

Y, tras el córner consiguiente sobre el marco zaragozano, en un contragolpe de Galletti, su centro lo introdujo en su propia portería Kike Alcázar, acosado por Espadas, para dejar mudo a Anduva y obrar un triunfo zaragocista increíble. Era el minuto 89. Al borde del final. Láinez patrocinó, con su penalti parado in extremis, un triunfo que tendría, en el devenir de la temporada, uno de los premios más grandes de la historia del Real Zaragoza. Porque el equipo blanquillo siguió adelante en la Copa en Miranda a trancas y barrancas y... acabaría llegando a la final. Aquella de Montjuic, contra el Real Madrid de los Galácticos. En marzo de 2004. Con el golazo de Galletti, aquel 3-2 maravilloso que rompió todos los pronósticos del mundo... menos de los zaragocistas más fieles.

Sin Miranda no hubiese habido Montjuic. Sin aquel mal trago de Anduva la historia no habría discurrido hasta Barcelona y aquel triunfo de ensueño frente al Real Madrid. Pues bien, Láinez y Cani van a volver a pisar Anduva, donde nació todo aquello. Un nuevo gesto del destino. Algo agradable de recordar a cuenta de este partido de liga contra el Mirandés. Lástima que sea en unas condiciones mucho peores que las de entonces. Aunque, dentro de lo malo de esta nueva temporada en Segunda, al menos el Real Zaragoza viene de crecida y puede asegurar en buena medida su objetivo de la permanencia si repite aquel triunfo de su primera visita a este singular campo burgalés, bastante remozado respecto de aquel estreno en 2003.

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