El Real Zaragoza se encuentra con un punto in extremis en un mal partido

Owona adelantó a los locales a la salida de un córner y David Navarro marcó en su propia portería en el 89, permitiendo al Zaragoza empatar.

Alcorcón - Real Zaragoza
Alcorcón - Real Zaragoza
Enrique Cidoncha

El Real Zaragoza debía ganar para reaccionar y no lo hizo. Es más, estuvo en un tris de perder tras consumar un mal partido de fútbol, asfixiado durante infinidad de minutos por el aguerrido Alcorcón. Por eso, el empate final, ya casi con el tiempo concluido y mediante un gol en propia puerta de los locales, supo a gloria cuando no se trata más que de calderilla en la búsqueda de un hilo de luz que haga pensar que el equipo aragonés aún es capaz de pugnar a largo plazo por los puestos de promoción. Un mal menor, con todo el significado que tienen esas tres palabras en su etimología.

El primer tiempo estuvo marcado por la enorme y constante presión del Alcorcón en todo el campo, que ahogó literalmente al Real Zaragoza. Los locales mordían, el equipo de Agné las veía venir. Sin más. Fueron 45 minutos de impotencia combinativa de los aragoneses, incapaces de ligar nada de nada con el balón en los pies. De hecho, la pelota no les duró jamás más de tres o cuatro pases, en el mejor de los casos. Así que el 0-0 del descanso era un buen botín, visto lo visto sobre el césped de Santo Domingo.

El Alcorcón no tuvo demasiada imaginación tampoco de medio campo en adelante. Basó su dominio en balones llevados por los laterales, Bellvís y Nelson, que ayudaban en los desdoblamientos a Pablo Pérez y Óscar Plano y lograban la superioridad en las jugadas que llegaron al área de un seguro Saja. Sufrieron, de este modo, tanto Feltscher como Cabrera y, por extensión, los centrales y los pivotes, Zapater y Ros, que no daban abasto para pausar mínimamente el juego. Las conducciones de Víctor Pérez y Kadir, en un par de penetraciones con paredes, también estuvieron cerca de abrir boquetes peligroso en eje de la zaga blanquilla.

Así, los minutos fueron pasando con el campo cada vez más volcado hacia el marco zaragocista. Parecía estar en cuesta. Julio Velázquez, el entrenador local, era como una radio con el volumen a tope. Un animador en la banda, la gasolina audible de sus chicos. Gritando sin cesar, pidiendo intensidad, auspiciando la pelea en las segundas jugadas, en la búsqueda de los fallos a las espaldas de los zagueros zaragocistas. Su banquillo, en el reducido Santo Domingo, es más un burladero de plaza de toros, donde se dan constantes indicaciones al maestro y la cuadrilla. Hasta al caballo del picador, que también lo entiende. Impresionante la labor de Velázquez como jugador número 12 de su equipo, ahí pegado a la banda. Un espectáculo en sí mismo. La estructura de este estadio le viene al pelo. Así se entiende que este equipo madrileño apenas reciba goles en su estadio. La sobreestimulación con la que actúa es digna de loa.

En este guion lineal, apenas surgieron ocasiones de gol ante las porterías. Las dos más notables de los alcorconenses vinieron de sendos disparos desde la frontal del área. El primero, en el minuto 21, de Nelson, tras una jugada larga de agobio ante Saja, que concluyó con un chut venenoso del carrilero portugués que tocó ligeramente en la pantorrilla de Marcelo Silva y casi despistó a Saja, que cubrió el palo derecho para ver cómo el balón se iba a córner rozando su cepa. El segundo, ejecutado por Óscar Plano en el 34 al que respondió el debutante guardameta argentino con una buena parada abajo.

Entremedias, en el 23, el Real Zaragoza hizo su rareza. La única llegada al área amarilla con sentido. Fue un centro largo de Cabrera desde la zona del banquillo de Agné que cabeceó Ángel y salvó Dmitrovic con una buena estirada a su derecha. Lo único potable en términos ofensivos de un escaso Zaragoza. Desde luego, así no daba para ganar un partido donde solo servía eso, ganar. Había que hacer muchísimo más en la segunda parte. Primero, saber cómo salvar la presión alcorconense. Y, después, tener recursos para llegar a su área con cierto rigor. Eso, ninguna de las dos cosas, existió ni por asomo durante todo el primer periodo. Tanto que los Xumetra, Lanzarote, Cani y compañía pasaron de puntillas por el escenario.

Tras el intermedio, ambos técnicos insistieron en sus planteamientos y dejaron los cambios para más adelante. Enseguida, Agné metió a Dongou por Lanzarote para dar compañía al aislado Ángel, lo que volcó a la banda izquierda a Cani. Y es que iban transcurriendo los minutos y, lejos de reaccionar, el Real Zaragoza seguía sin pasar de medio campo. Un peligroso síntoma en día de victoria obligada. El único disparo lo ejecutó Cani desde el centro del campo, desde 50 metros, buscando la frivolidad de la vaselina al ver adelantado a Dmitrovic, pero se le marchó fuera. Más cerca de esos 50 metros, nada de nada durante infinidad de minutos. Un calvario.

Lo mejor de la noche, a falta de 20 minutos, era que el Alcorcón había bajado sensiblemente el pistón de su agobio y Saja veía la pelota cada vez menos y desde más lejos. Solo un par de córner llevaron peligro para el marco del Real Zaragoza. Así que todo quedó abierto para la recta final del choque. Velázquez empezó a meter sangre fresca en el campo con Luque, con Bakic, mientras que Dongou y Xumetra remataban alto, mal, dos disparos de nuevo desde lejos.

El Alcorcón revivió en ataque mediante una mala salida de Saja, que dejó la pelota muerta en el área y David Rodríguez remató alto, mal, con todo a favor en el 71. La cosa empezó a ser un ir y venir en busca del fallo del rival. La presencia de Dongou abrió más líneas de pase en la delantera zaragocista, pero Ángel no logró cazar convenientemente un par de ellos, que tenían buena pinta cuando salieron de las botas de Ros y Cani. Y en esas, llegó el gol local, a falta de solo 12 minutos.

Por supuesto, de saque de esquina. El central senegalés Owona cabeceó cruzado el córner de rigor y todos los blanquillos, portero incluido, se quedaron como estatuas de sal. La máxima aspiración del Real Zaragoza, que a tenor de lo exhibido en Santo Domingo era empatar a cero, se cayó de cuajo al suelo y se hizo añicos. El equipo de Agné no sabe guardar su portería a cero. Fue un gol que comenzó a desnudar la penuria de partido que planteó el equipo zaragocista en Alcorcón. Un castigo a la racanería. Una recompensa negativa a un mal planteamiento y una peor puesta en acción. A partir de ahí, un día más, a la desesperada. Con el cambio de Fran por el tarjeteado y acelerado Feltscher, lateral por lateral.

Los minutos finales transcurrieron al galope. El reloj se presentó rápidamente en el límite del 90 y nadie había sacado de la chistera ningún conejo en ataque. Agné hizo un tercer cambio: quitó al goleador del equipo, a Ángel, y metió en el campo a Edu García. Todo parecía extraño, abocado a otro chasco tremendo, cuando Cani metió un balón en el área y, entre David Navarro y el portero Dmitrovic se hicieron un lío por culpa del central y la pelota entró mansamente en la portería local. De repente, de la nada, el Real Zaragoza se encontró con un punto que estaba perdido a todas luces. Fue el epílogo en tono esperpéntico a un partido de semejante traza.

Ficha Técnica

AD Alcorcón: Dmitrovic; Nelson, David Navarro, Owona, Bellvís; Toribio, Víctor Pérez (Bakic, 76); Óscar Plano (Tropi, 85), Kadir (Luque, 70), Pablo Pérez; y David Rodríguez.

Real Zaragoza: Saja, Feltscher (Fran, 80), Marcelo Silva, Jesús Valentín, Cabrera; Zapater, Javi Ros; Lanzarote (Dongou, 57), Cani, Xumetra; y Ángel (Edu García, 88).

Árbitro: Medié Jiménez (Comité Catalán). Amonestó a Feltscher (72).

Goles: 1-0, min. 78: Owona. 1-1, min. 89: David Navarro, en propia puerta.

Incidencias: Noche fresca pero agradable al sur de Madrid, con 13 grados tras un día soleado. En las gradas del pequeño campo de Santo Domingo hubo 4.000 espectadores, de ellos alrededor de 350 seguidores zaragocistas. El césped, algo irregular en el corte, presentó unas aceptables condiciones. En el palco estuvo Francesc Arnau, director deportivo del Málaga.

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