Es el momento de Agné, el momento del Real Zaragoza

Tras infinidad de dudas, el técnico logró reconducir al equipo con las dos últimas victorias. Ahora, la cabeza espera si es capaz de ganar al duro Girona.

Raúl Agné, pensativo, al inicio del entrenamiento de este sábado en la Ciudad Deportiva.
Raúl Agné, pensativo, al inicio del entrenamiento de este sábado en la Ciudad Deportiva.
Toni Galán

Difícilmente encontrará el Real Zaragoza en lo sucesivo un cruce de caminos tan decisivo como el que aparece en este 8 de enero en La Romareda, cuando se disputa la jornada 20ª, la penúltima de la primera vuelta, en puertas por lo tanto de la mitad exacta del campeonato. Después de ganar por primera vez dos partidos consecutivos en lo que va de liga, los zaragocistas reciben al 2º clasificado antes de iniciarse esta importante estación del torneo. El Girona, el rival en cuestión, tiene 33 puntos. A la sazón, solo 6 más que los 27 que alcanzaron los blanquillos tras juntar la tacada de media docena al superar 2-1 al Oviedo y 1-2 al Rayo Vallecano en las dos fechas precedentes. Es decir, si el Real Zaragoza logra superar a los catalanes en su rol de local, se pondrá a solo 3 puntos de distancia del ras del ascenso directo. Pura referencia, cierto es (de hecho, el Getafe ya ha levantado ese nivel ganando el viernes en Almería), pero un alivio mental enorme después de muchos errores, dudas y defectos de forma acumulados desde agosto.


Raúl Agné, que llegó en octubre para relevar al perdido Luis Milla después de que el turolense echara a perder un buen inicio de campaña, las pasó canutas para hacerse con la situación. Igual que su antecesor, vivió dientes de sierra desde el primer día en cuanto a la solvencia de su equipo, mermado por sus hechuras de plantilla corta, afectada por lesiones y bajas puntuales y, sobre todo, porque muchos jugadores fichados por Juliá y Valentín para ser relevantes en el grupo no lo han logrado en todo lo que va de curso por unas u otras causas (Irureta, Fran, Casado, Alex Barrera, Juan Muñoz, Xumetra, Edu García, Bagnack, Popa...). También porque otros que ya estaban tampoco han llegado al nivel de rendimiento que se les presuponía, con Erik Morán o Isaac como ejemplos más cristalinos.


Total, que Agné vivió días duros y tuvo que empezar a tragarse más de un sapo cuando, en una noche negra en Cádiz (tuvo que ser en el Carranza precisamente, donde Agné salió no demasiado bien parado de su etapa cadista), sus muchachos lo llevaron a un naufragio monumental con una derrota por 3-0, que pudo ser mayor, y que encendió todas las alarmas dentro y fuera del club. El equipo se quedó bailando en la cuerda floja de la clasificación porque, además, venía de empatar en casa ante el Reus 2-2 y de perder, en el anterior viaje a Getafe, por 1-0, otros dos partidos llenos de máculas y graves abolladuras tácticas. Las plazas de descenso a Segunda B quedaron a solo 2 puntos de distancia. Un abismo de vértigo que advirtió de los problemas que podía llegar de no mediar una reacción inmediata. De eso solo hace un mes. El caos de Cádiz fue el 3 de diciembre. La semana de tambores apaches fue la que unió esa noche gaditana con el 11 de diciembre, cuando llegaba el Oviedo a La Romareda como rival de tronío (era 5º) que iba a definir el estado de las cosas con fidelidad.


Y ahí estamos ubicados. En pleno momento de inflexión de la temporada. Porque Agné y sus muchachos, con los percherones que vienen tirando del carro con mayor fortaleza y acierto desde agosto (los Zapater, Cani, Ángel, Cabrera, Marcelo Silva, Ros, Lanzarote y José Enrique) dando un golpe sobre la mesa, tuvieron el salero de voltear la tendencia cuando más oscurecía el horizonte. Ganaron 2-1 al Oviedo y, sobre todo, doblegaron a domicilio al Rayo por 1-2 logrando así un doble efecto jamás conseguido hasta ese momento desde que esta temporada nació: por primera vez se hilvanaban dos triunfos seguidos y por primera vez se ganaba un partido como visitantes. 


Ahora, el calendario pone a mano del Real Zaragoza dar un salto en la tabla de grandes dimensiones. La igualdad que ha reinado hasta ahora en la clasificación, algo que inexorablemente se irá rompiendo a partir del próximo mes o mes y medio, ha permitido a los zaragocistas flotar, entre su mediocridad y la de la mayoría de los demás, en tierra de nadie. Pero llega la hora de subirse a un vagón, ya no caben medias tintas. Y ganar al Girona supondría subir los dos pies en el estribo del que acoge a los aspirantes al ascenso a Primera, los que caminan en la cúpula de la tabla (Levante, Getafe) y el grupo que pelea por las cuatro plazas de promoción, que aún es bastante amplio. 


Quién sabe si el parón ha venido bien o mal al Real Zaragoza. Es la disquisición de siempre. Justó llegó cuando el ánimo se encendía en positivo tras lo de Vallecas. Quizá muchos hubieran preferido no parar por ese factor anímico inequívoco. Pero Agné deseaba el parón, lo ansiaba con fuerzas. Quería hacer un antes y un después. Recuperar a los lesionados. Fichar al menos un central. Llevar a cabo una 'mini pretemporada' condensada en las tres semanas de pausa liguera. Un reseteo global que, a criterio del entrenador de Mequinenza, debe tener enormes beneficios de todo tipo a partir de ya mismo.


El partido ante el Girona -su Girona, en cierto modo- va a ser una pieza clave para el devenir del Real Zaragoza en lo que queda de liga. Sobre todo si, como sueña todo el zaragocismo, los blanquillos son capaces de concatenar su tercer triunfo consecutivo y, de este modo, subirse a la chepa de los gerundenses y entrar a formar parte del 'top-6' de la liga tres meses después de haber abandonado ese privilegiado 'lobby'. Todo esto, que no es poco como puede apreciarse, se pone en juego en el partido ante el Girona en La Romareda. Uno de los más estratégicamente cruciales de los últimos tiempos para el Real Zaragoza.

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