Hablemos de Segunda B un rato

Nadie, en los últimos cuatro años, ha considerado seriamente que el Real Zaragoza pueda caer al pozo, fuera del fútbol profesional. Ahora puede ser un buen momento para vacunarse ante esa posibilidad.

La plantilla del Real Zaragoza, durante el entrenamiento llevado a cabo en La Romareda nada más regresar de Cádiz este domingo. Agné y su ayudante, Rodri, observan de espaldas a los jugadores.
Hablemos de Segunda B un rato
Aránzazu Navarro

¿Tiene el Real Zaragoza y todas sus gentes algún atributo diferente, en morfología, color, tamaño y condición, al de otros clubes históricos o clásicos del fútbol español? ¿Resulta imposible que en Zaragoza suceda lo que en otros lugares sí ocurrió en circunstancias tan adversas como las que vive el zaragocismo en el último lustro? ¿Por qué se afronta el futuro con esa seguridad autoimpuesta y postiza que lleva a asegurar que, peor que están ahora las cosas, es imposible que estén en adelante?


A 4 de diciembre de 2016, probablemente sea un buen momento para hablar de la Segunda División B y relacionarla, por primera vez y con sentido, con el Real Zaragoza. Para recordar entre los diferentes estratos del zaragocismo que, en efecto, esa categoría existe justo en el piso de abajo. Y que al equipo del presente, solo lo separa de ese sitio un tabique horizontal de bovedilla, un lavado de mortero y el grosor de una baldosa. Como en cualquier edificio. Ahora mismo, por el devenir de la competición, el equipo blanquillo está a solo 2 puntos del montacargas que lleva a la Segunda B en junio. Mucho más cerca que del ascensor que va para arriba, hacia Primera. Conviene verlo. Es la realidad. Mirar para otro lado, en todos los aspectos vitales, es un alivio momentáneo y engañoso que conduce muchas veces al fracaso final.


El Alavés, o Las Palmas, ahora en Primera tras muchos años lejos de la élite, pasaron una temporadita en Segunda B recientemente. El Granada, más de tres décadas y media, pasando hasta por Tercera. También el Málaga pisó ese barro un largo tiempo. Hasta el Celta o el Deportivo saben de qué se trata esta experiencia. Elche, Cádiz, Oviedo, Tenerife, Rayo Vallecano, Córdoba, Almería, Nástic… también han ido de arriba a abajo, de Primera a Segunda B y viceversa, varias o alguna vez. En el presente, dan fe de este fenómeno societario-deportivo los Murcia, Racing de Santander, Hércules, Recreativo de Huelva… y varios sonoros clubes más que, no ha mucho, pisaron La Romareda en lo más alto.


¿Les pasó o les sucede a ellos y al Real Zaragoza no le puede sobrevenir jamás un episodio así? ¿Qué razón lógica y cabal puede esgrimirse para sustentar semejante idiotez? ¿El escudo? ¿La camiseta? ¿La historia? ¿El palmarés? ¿No sé qué cosas de la idiosincrasia, de la afición, de la demografía de la ciudad? ¿Qué pasa, que todos esos equipos no tienen escudo, colores, trayectoria, peso específico de décadas en el pelotón español? ¿Y su aficion es de cartón-piedra? Para cada padre y madre, los hijos más importantes del mundo son los suyos. Para cada afición, para cada ciudad, para cada entorno de club, sirve la misma tesis. Cada uno en su dimensión adecuada. 


Este fin de semana, en Cádiz, lugar donde bien conocen este pernicioso efecto de pasar por la Segunda B (seis años seguidos, siete de los últimos ocho, estuvieron ahí hundidos), varios viejos amigos me subrayaban en primera persona que la soberbia fue el peor futbolista gaditano durante sus oscuros tiempos fuera del fútbol de verdad. Soberbia que arrastró a la enfervorecida y fiel hinchada amarilla, a los dirigentes del momento, a la mayoría de los periodistas o sucedáneos que tuvieron que acometer esos días de hiel, a todo el envoltorio del equipo. En Cádiz, desde 2008 y hasta 2016, siempre nacieron las temporadas con la seguridad de que, por ser vos quién sois, iban a ascender a Segunda del tirón. Y, el año que allí fue Agné a intentar solucionar un lío interno de mil demonios (sí, el actual entrenador zaragocista), resulta que estuvieron en un tris de despeñarse a Tercera. De irse a jugar a los pueblos.


Hecho este recordatorio, que tal vez en el futuro merezca algún apéndice, concluyamos remarcando que la plantilla que tiene el Real Zaragoza este curso 2016-17 está demostrando enormes carencias y, su rendimiento, invita a engendrar temores sobre el futuro. No se tienen que caer los anillos si cualquiera tiende a pensar así. Nada mejor para solucionar un duro avatar en la vida que preverlo, asumirlo, acometerlo con naturalidad y fuerza y, si hay medios y suerte, arreglarlo de la mejor manera que sea posible.


A los hacedores de la referida plantilla, recomendarles temple y dedicación a lo suyo. De la estructura del equipo no se pueden pedir cuentas ni al arzobispo, ni al presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro, ni al concejal de parques y jardines del ayuntamiento, ni al jefe de la Guardia Civil de Tráfico. Eso corre únicamente a cuenta de la dirección deportiva del Real Zaragoza y, por rango elevado, de la dirección general en su función supervisora. Sacar los perros y poner morritos a cada cuestión escrita o dicha que no es de su gusto solo produce úlceras y lleva a la melancolía, a un frenesí mental que no puede traer nada bueno.


Todo el mundo querría y preferiría, que nadie lo dude, que el Real Zaragoza estuviera ahora 1º o 2º en la tabla, con 35 puntos y jugando como los ángeles. Y que el portero hubiese salido cañón. Los laterales, de cine. Los centrales, de selección. El medio campo, como el de Brasil de los setenta. Y la delantera, como la de la Quinta del Buitre y sus cien goles. Hasta se conformaría con ver al equipo 3º, como estaba justo hace un año tras ganar 0-1 al Bilbao Athletic en San Mamés con un tal Ranko Popovic aún en el banquillo. Pero resulta que no es así. Más bien, los vectores tienen su punta hacia el lado contrario, el simétricamente opuesto. Conviene a todo el mundo asumirlo, olvidarse de la caza de brujas y poner coto a tanto error mayúsculo acumulado.


El problema es lo que sucede, no lo que se cuenta que sucede. Y, por ende, los protagonistas del chandrío son los que hacen que esto suceda, no quienes cuentan lo que está sucediendo. Vamos, lo de siempre. Aquí, allá y acullá. Zaragoza no es diferente en este sentido a Las Palmas, Vitoria, Málaga, Vigo, La Coruña, Elche, Oviedo, Granada, Cádiz, Alicante, Murcia… Y, ojo a esto, no es diferente en nada de nada. Aquí también se puede dar un despeñamiento a Segunda B. Que nadie olvide o desdeñe este negro camino porque, existir, existe. Sale en los mapas. En Cádiz nos han dado este fin de semana grandes lecciones al respecto.

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