La novena visita al dentista, en el Carranza

Camino del cuarto mes de competición, el Real Zaragoza aún busca su primer triunfo fuera, donde cada 15 días repite calvario.

Zapater, Cani y Lanzarote, juntos durante el viaje del Real Zaragoza a Cádiz.
La novena visita al dentista, en el Carranza
Raquel Labodía

Lo que en agosto fue (y pareció) anécdota, ahora en diciembre es ya doloroso padecimiento para el Real Zaragoza viajero. Luis Milla dijo en Lugo, en pleno verano, tras empatar 3-3 en el primer viaje de la liga y dejar escapar penosamente un 1-3 favorable a falta de 20 minutos, que "dentro de mes o mes y medio, esto no nos pasará porque nos conoceremos mejor y todo estará más ensamblado". Craso error del turolense. Eso es lo que él se pensaba, con su optimismo innato. Pero las hechuras del equipo, mal que les pese a los responsables del área deportiva, dejaron a Milla en evidencia. Ni mes y medio después, ni cuatro meses más tarde, cuando él ya no está al frente del banquillo hace días. El Real Zaragoza aún busca su primer triunfo como visitante.


Cada 15 días, entre tropiezo y tropiezo, entre errores y errores, el cuadro zaragocista afronta un calvario. Eso es en lo que ha terminado por convertirse cada partido lejos de La Romareda. Un mal trago, por hache o por be. Cuando se pierde, como en Valencia ante el Levante (4-2 y gracias, porque pudo ser mucho peor), en Soria ante el Numancia (2-1), en Sevilla frente al filial sevillista (2-1) o el último día en Getafe (1-0), no solo duele el marcador final. También las formas, porque en Los Pajaritos y en el Pizjuán los partidos los tuvo ganados el Real Zaragoza hasta entrada la segunda parte y los dejó escapar increíblemente al permitir el volteo final de los locales.


Asimismo, el paladar es amargo, por ahora, cuando se empata -máxima cota de rentabilidad por el momento-, casos de Tarragona y Valladolid, donde sendos tanteos de 0-0 mediante dos partidos horripilantes en términos futbolísticos, mostraron un Zaragoza sin argumentos para ir en busca de algo más que ese opaco punto. Y en los casos del citado 3-3 de Lugo y el reciente (ya con Agné) 2-2 de Mallorca, la mala digestión vino provocada en cada caso porque el equipo zaragocista estuvo en ventaja durante infinidad de minutos en los dos encuentros y la terminó derramando sin demostrar capacidad alguna de administración del juego y los tiempos. 


Total, que cada viaje es para el Real Zaragoza una temible visita al dentista. Escrito está hace tiempo, en pos de driblar a los malos hados algún día y acabar con semejante racha. Pero no hay manera. Los odontólogos siguen esperando a los zaragocistas en diferentes ciudades y estadios un par de veces al mes. Como una letanía llena de pinchazos en las encías, de taladros en el esmalte, de desvitalizaciones nerviosas en todos los puntos de la boca de cualquier protagonista que lleve el escudo del león rampante en el pecho. Esta vez, la hora previa llegó desde Cádiz. El Real Zaragoza se sentará y lo tumbarán mirando al techo en el sillón que hay en el Ramón de Carranza, histórica consulta. ¿Será el lugar donde sane todos sus problemas de caries, sensibilidades, piorrea y demás males de un solo golpe? A las 22.00 del sábado habrá diagnóstico. Ojalá sea el esperado, a través de la primera victoria fuera de casa que tanto se está haciendo de rogar, y no haya que ir a Vallecas el día 18 para volver a pasar otra tarde de anestesias, empastes y fresas a toda velocidad sobre las muelas del zaragocismo.

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