Catástrofe del Real Zaragoza en Cádiz

El equipo de Agné, desdibujado, roto y sin brújula, fue superado con rotundidad por un efectivo equipo gaditano por un contundente 3-0.

Cádiz-Real Zaragoza
Cádiz-Real Zaragoza
LFP

Vuelven a gritar las alarmas como en los peores momentos de la temporada. Los síntomas que dejó el Real Zaragoza en Cádiz, con una nueva derrota, esta vez con estrépito e indicios de decaimiento moral, auguran días calientes en el club, el vestuario y la dirección deportiva. El equipo de Agné ha perdido la efervescencia de las tres primeras jornadas bajo la batuta del mequinenzano, que pareció reconducir la crisis que acabó con la era de Milla. Ahora, con tres partidos seguidos sin victoria, con un solo punto sumado de 9 disputados, la clasificación amenaza con engullir a los blanquillos en la zona baja, con todo lo que ello supone a estas alturas de curso. El 3-0 de este sábado en el Ramón de Carranza no necesita demasiadas explicaciones. Habla por sí solo.


Un día más, el calvario zaragocista vino marcado por un error monumental en defensa, esta vez nada más iniciarse el partido y con Fran como protagonista. El agujero del lateral derecho lo aprovechó su par, Álvaro García, para irse solo hacia el área y asistir a placer a Salvi para que fusilara a placer a Ratón en el minuto 8. Fue como salir del vestuario perdiendo 1-0, todo un lastre pesado para un Real Zaragoza que no es capaz de mejorar sus defectos pese a estar ya en diciembre y tener su segundo entrenador de la temporada en el banquillo. Injustificable el descuido de Fran a sus espaldas y, una vez perdida la posición, la nula respuesta en carrera en el retroceso. Corrió mucho más Álvaro con el balón que Fran sin él. Imperdonable.


Esa acción diseñó la trama del duelo, para desgracia suprema del Real Zaragoza. A partir de ese momento, el Cádiz pudo ceder el balón sin problemas a los de Agné y pertrecharse atrás en busca de sus peligrosas y veloces salidas al contraataque por las bandas de Salvi y el citado Álvaro. La situación más ideal para el formato de equipo que tiene montado Álvaro Cervera en su regreso a la liga profesional tras más de un lustro en Segunda B.


El toque lento y telegrafiado de los zaragocistas no llevó demasiados balones con intención cerca del área local, con una sola excepción que pudo (y debió) cambiar el curso del envite. Fue en el minuto 25, en un pase de Ángel a Cani que lo dejó solo ante el portero Cifuentes. El zaragozano lo regateó y, con la portería para él, remató con lentitud a los pies de Aridane, que salvó el gol. El rechazo le fue a la cabeza a Lanzarote, forzado, y la pelota volvió a encarar el marco amarillo en parábola, pero de nuevo Aridane sacó con la testa junto al larguero el gol que se cantaba. Fue una ocasión cristalina que, al no consumarse, hizo todavía más daño a la confianza y autoestima de los tomates (vistió de rojo el Zaragoza).


Entremedias, el duelo discurrió con dominio posicional de los zaragocistas, pero con las ocasiones más claras en las contras del Cádiz. Ortuño rozó el 2-0 en el 16, pero su disparo desde la frontal del área se marchó fuera por muy poco tras un exceso de confianza de José Enrique. También estuvo muy cerca de marcar Abdullah en el 29, en una mala defensa colectiva aragonesa. El chut desde la corona del cadista rozó la escuadra izquierda por fuera. De las acciones ofensivas del Zaragoza, solo se pudieron anotar amagos, un par de intentos de centro de Lanzarote sin destinatario final, otras dos llegadas de Cani erradas en el último pase (el de La Paz peca de no buscar la portería nunca).


Ángel corrió sin demasiado sentido. Barrera, volcado a la izquierda, estuvo anulado en ataque, insustancial. Fran, en sus galopadas ofensivas, se mostró tan lento como en la jugada defensiva del 1-0, sin reprís. Morán, que empezó con ganas, se diluyó en la nada en la distribución del juego, donde Zapater no existió. En definitiva, un primer tiempo feo, deslavazado del Real Zaragoza, que concluyó con una desventaja merecida por sus yerros habituales que siempre le penalizan. No se observó ningún repunte positivo en ninguna faceta del juego. Atrás, el repescado Bagnack, mezcló algún corte interesante con lagunas en las coberturas y una mala salida de la pelota. Cabrera hizo lo que pudo en las oleadas andaluzas, lo mismo que José Enrique, a veces demasiado sobrado.


Como casi siempre, todo quedó abierto para la segunda mitad, que exigía a Agné muchos retoques y a sus pupilos una mutación radical del chip futbolístico si querían evitar otro fiasco morrocotudo en un campo realmente accesible, frente a un rival cuyo juego es de sota, caballo y rey, sin demasiado espacio para la improvisación o la sorpresa.


De entrada, no hubo sustituciones. Todo se confió a los mismos protagonistas. Lanzarote y Barrera parecieron dejar las bandas y venirse más al centro, abriendo los carriles para las incorporaciones en ataque de los laterales, Fran y José Enrique, considerando que el Cádiz iba a seguir esperando atrás agarrado a su preciosa ventaja. Barrera, precisamente, tuvo el primer tiro a puerta en el arranque, pero le dio fatal al balón. Sería la metáfora de lo que aguardaba en la siguiente jugada.


Porque llegó el 2-0 de la nada. De una subida al ataque por el ala de Fran, esta vez del lateral Brian, que sacó un centro raso sin demasiado veneno, pero encontró la entrada en el primer palo del mediapunta Abdullah, que metió el pie lo justo para cruzar sobre la posición estática de Ratón. Otra vez se salió del vestuario con un gol en contra. Qué falta más lamentable de atención, de concentración, de sentido táctico. De repente, en vez de la requerida reacción, el dormido Real Zaragoza se encontró al borde del K.O. definitivo a mitad de partido. Terrible situación.


Ahí sí, Agné movió ficha. Metió a Juan Muñoz por Barrera, a la desesperada, como ya es un hábito este año. Todo a la desesperada. Nada se puede hacer con el viento a favor. Y el Zaragoza empezó a intentar la remontada a base de pelotas largas en busca de un golpe de suerte o un acierto puntual de alguien. Los minutos fueron pasando sin que la revitalización del equipo surtiera efecto. El Cádiz, con el 2-0, se sintió cómodo a más no poder y llegó a gustarse. Ortuño rozó el tercer tanto en un cabezazo a la salida de un córner que Ratón rechazó bajo palos en el minuto 55. Y llegó a marcarlo en el 65, pero le anularon el cabezazo certero por fuera de juego.


Al Zaragoza le costó un mundo generar peligro. No tiene puntas para jugar un fútbol directo en casos de urgencia como se dio en el segundo tiempo en el Carranza. Agné siguió con el torbellino de intentonas sin red, retirando a Morán y metiendo al campo al delantero del filial Xiscu, lo que retrasó a Cani al medio centro junto a Zapater, una figura nueva. Lanzarote firmó un primer chut con intención, al lateral de la red, en el minuto 63. Juan Muñoz, en el 72, controló mal en el área cuando estaba solo y se le adelantó el portero.


Ligeros escarceos que sirvieron de entremés para el 3-0. Esta vez sí, Ortuño se vengó del Zaragoza. Recibió en el área, solo, quebró a Cabrera y colocó la pelota en la escuadra. El roto para los zaragocistas fue ya enorme, tremendo, hiriente, inaguantable. Faltaba un cuarto de hora y el aroma de lo que se vio en el césped gaditano destilaba ese olor de las catástrofes, de los inicios de las crisis ya endémicas en el equipo aragonés en los últimos tiempos. Todo fue a contrapelo, en sentido contrario a la lógica, al sentido común, a las necesidades de la entidad y del propio grupo que ahora dirige Agné. Una noche de hecatombe.


El pitido final de Cordero Vega marcó, seguramente, un antes y un después en el presente zaragocista. Se ha esbafado el efecto Agné, algo que podía pasar y ha sucedido. Es hora de volver a resetear al grupo, a las tripas deportivas del club. Así, evidentemente, el destino no es halagüeño. Al contrario. La liga está amenazante a más no poder. Es cuestión de ser pragmáticos y realistas. De no cimentar ni una piedra de un castillo en el aire. El fútbol habla solo. No necesita, casi nunca, de intérpretes ajenos o externos. Lo de Cádiz es digno de analizar. En profundidad.


Ficha Técnica


Cádiz CF: Cifuentes; Carpio, Aridane, Sankaré, Brian; José Mari (Eddy Silvestre, 68), Garrido; Salvi (Nico Hidalgo, 75), Abdullah, Álvaro García (Aitor, 85); y Ortuño.


Real Zaragoza: Ratón; Fran, Bagnack, Cabrera, José Enrique; Zapater, Morán (Xiscu, 68); Lanzarote, Cani, Alex Barrera (Juan Muñoz, 49); y Ángel.


Árbitro: Cordero Vega (Comité Cántabro). Amonestó a Sankaré (29), José Mari (67) y Lanzarote (79).


Goles: 1-0, min. 8: Salvi. 2-0, min. 47: Abdullah. 3-0, min. 76: Ortuño.


Incidencias: Noche lluviosa en Cádiz, tal y como anunciaron los partes meteorológicos, con un temporal que dejó chubascos intermitentes desde 24 horas antes. Pese al aguacero, la temperatura fue agradable, 16 grados. El césped, por ello, estuvo mojado y muy rápido. En las gradas del Carranza, la peor entrada de la temporada a causa del mal tiempo, solo 6.000 espectadores. De los 19 expedicionarios que Agné desplazó a la capital gaditana, el descartado fue Pombo. Se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas del accidente aéreo del Chapecoense, club brasileño.

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