Ortuño y José Mari, cadistas con guía zaragocista

El ariete jugó seis meses en el Real Zaragoza el curso pasado. El centrocampista militó dos años y vivió el descenso.

Imágenes actuales, en el Cádiz, de Ortuño y José Mari, acompañadas por otras de sus recientes pasos por el Real Zaragoza.
Ortuño y José Mari, cadistas con guía zaragocista
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Ortuño y José Mari son piezas claves en el Cádiz, rival del Real Zaragoza este sábado en la 17ª jornada de liga en su estadio, el Ramón de Carranza. Dos jugadores cruciales en los esquemas tácticos del adversario de los zaragocistas que, en su guía futbolística, portan el sello del club aragonés en tiempos recientes. En el caso de Ortuño, hace nada que pasó por el club zaragozano, la temporada pasada. En el caso de José Mari, el reloj retrocede hasta las campañas 12-13 y 13-14, en el nexo de unión del último paso por Primera División y el descenso a Segunda, que vive este año su cuarta estación consecutiva en la categoría de plata. 


Ortuño tuvo un paso fugaz por La Romareda. Vino en verano y se marchó en Navidad. Seis meses, media liga, la primera vuelta. Fue el delantero centro por el que apostó Ángel Martín González, el anterior director deportivo de la SAD, como compañero de Ángel, ambos con la obligación de hacer olvidar al tándem Borja Bastón-Willian José que tantos goles y tan buen rendimiento habían dado, en líneas generales, el curso anterior. No cayó demasiado bien desde su llegada. Supo a poco. La gente esperaba más de Martín González. Los avales goleadores de Ortuño no auguraban éxito, en ese tipo de apriorismos que tanto funcionan habitualmente en el mundo del fútbol y que, a veces, se cumplen. Vino cedido por Las Palmas y se marchó por la misma puerta, rumbo a Mallorca en el rebote posterior.


Pese a las reticencias iniciales y a que Ortuño empezó siendo suplente en el Real Zaragoza, el murciano respondió a las dudas con goles. Pocos, pero que sirvieron para sumar puntos interesantes en días exigentes. Jugó 20 partidos y anotó 7. Fue titular 14 veces. Participó en 1.443 minutos con su camiseta número 10 del equipo zaragocista. No caló entre la afición. Su conducta en Tarragona, donde falló un penalti el día en el que fue destituido Popovic y despedido su valedor, Martín González, fue su sentencia. Esa noche, Ortuño se mostró pusilánime y hosco sobre el césped tarraconense. Su salario, de los más altos, sirvió para la nueva dirección deportiva encabezada por Juliá para remodelar la plantilla en buena medida en el mes de enero. Con su adiós precipitado, todo el mundo quedó contento. 


El caso de José Mari fue bien distinto. Llegó de puntillas, en principio para el filial de Segunda B. Era un chico que Manolo Jiménez, entrenador con poderes de director deportivo en aquel verano de 2012, conocía del fútbol andaluz. Jiménez lo fichó del Real Jaén. No había pasado jamás del tercer escalón del fútbol español. Y llegó a la concentración de Costa Ballena (Cádiz), a escasos 6 kilómetros de su casa en Rota, a modo de prueba. Enseguida, Jiménez vio que le servía para el equipo de Primera División y propuso hacerle ficha profesional. Lució el dorsal 15 y nunca jugó en el B. José Mari pasó del Jaén a la élite sin un paso intermedio.


Centrocampista fibroso, de mucho trabajo, fue utilizado casi siempre como pivote central, bien en compañía de otro compañero, o bien en un trivote cuando la ocasión lo requirió. En Primera, jugó 24 partidos, 1.464 minutos. En liga no vio puerta, pero en Copa, un tanto suyo en Los Cármenes fue clave para eliminar al Granada. Tras el lamentable descenso con el que concluyó aquel extraño año, José Mari continuó en la plantilla de Segunda, una vez vino a hacer y deshacer en el club el valenciano Jesús García Pitarch en los estertores de la era de Agapito Iglesias al frente del accionariado del Real Zaragoza. En su segundo año, el gaditano tuvo, curiosamente, menos relevancia que en Primera. Empezó contando para Paco Herrera, pero el devenir de los acontecimientos lo pusieron en el punto de mira de Pitarch, que acabaría echándolo de la entidad en febrero, en aquellos turbios tiempos donde también Paredes y Movilla cayeron en los cepos del ejecutivo en unas decisiones con difícil explicación.


José Mari participó solo cuatro meses, en 14 partidos, algo más de 700 minutos. En su último día como blanquillo, marcó el gol del triunfo ante el Córdoba (2-1) en el minuto 93, bajo una densa niebla. Se marchó a la fuerza rumbo a Estados Unidos, al Colorado Rapids. Después lo repescaría el Levante, donde jugó dos años en Primera hasta que, este pasado verano, se acercó a su Rota natal para reforzar al Cádiz que regresa al ruedo de la Liga Profesional tras un duro peregrinar por la Segunda B.


Ortuño, a punto de cumplir los 26 años, y José Mari, que ya tiene 29, intentarán, mano a mano, tumbar a un equipo en el que vivieron una parte de su carrera en tiempos próximos y recientes. Ortuño, por su brevedad y rozamientos, lo hará con más ganas de revancha y menos miramientos. José Mari, a quien el Real Zaragoza puso en la órbita del fútbol profesional, seguro que tiene una ligazón más amable con su tiempo en la capital aragonesa, aunque su final, García Pitarch mediante, también fuese abrupto a más no poder. Son los tiempos modernos en la vida zaragocista, que vienen dejando muchos más muertos, heridos y prisioneros que amigos y gente querida.

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