¿Hace un penalti en el campo donde nacieron las tandas de penaltis?

El Zaragoza busca su primer penalti a favor en esta liga en el campo donde, en 1962, fue partícipe del invento de las series de desempate a través de las penas máximas.

Cabecera de la crónica de la final del Trofeo Carranza entre el Barcelona y el Real Zaragoza en 1962, en la que se lanzó la primera tanda de penaltis de desempate de la historia del fútbol.
¿Hace un penalti en el campo donde nacieron las tandas de penaltis?
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Ya no sabe uno como invocar la llegada del primer penalti de la temporada a favor del Real Zaragoza. No hay manera. Este sábado, en Cádiz, llega la siguiente oportunidad para ver tamaña rareza. Es la 17ª jornada. Se pisan ya terrenos de diciembre. Las vacaciones de Navidad están ahí mismo. Y el equipo zaragocista jugará en el Carranza a la espera de degustar la sensación de disponer de una pena máxima que poder chutar contra la portería contraria. Hasta ahora, en casi cuatro meses de competición, desde agosto, solo ha visto cómo los árbitros le señalaban seis en contra. En los partidos del Real Zaragoza, hasta ahora, los penaltis han sido siempre en sentido a los palos blanquillos. Un desequilibrio sin precedentes en la historia del club aragonés a estas alturas del torneo, como se viene advirtiendo hace muchas semanas mientras el récord negativo y adverso aumenta progresivamente: 0-3, 0-4, 0-5, 0-6...


Cordero Vega, el joven árbitro cántabro ya viejo conocido, es el que tiene esta vez en su silbato y criterio la disponibilidad de romper este círculo vicioso en el que su gremio ha introducido al Real Zaragoza en este primer tercio de liga. Y el marco, el estadio Ramón de Carranza, tiene mucho que ver con la historia de los penaltis y, curiosamente, con la presencia del equipo zaragozano en un hito que es ya parte de los anales de referencia mundial del fútbol. 


Porque, el 2 de septiembre de 1962, en la final del Trofeo Carranza que disputaron el FC Barcelona y el Real Zaragoza de Los Magníficos, se puso en práctica la primera tanda de penaltis de la historia para decidir un empate. No había un solo precedente hasta que al directivo del Cádiz, Rafael Ballester (también periodista local en una fase y faceta de su vida), se le ocurrió la idea y se ejecutó aquella noche de final del verano del 62 en la Tacita de Plata. Nada de moneda al aire. Nada de bolitas en una boina o sombrero. Nada de prórrogas ininterrumpidas hasta que alguien marcase un gol, que eran los métodos usados para desempatar hasta ese día.


El marcador de la final fue 0-0 al término de los 90 minutos. En los 30 de tiempo extra, azulgranas y blanquillos concluyeron 1-1, tras adelantar Marcelino al Zaragoza y empatar Re a tres minutos del final. Y, ante la expectación máxima del público asistente al viejo Carranza, el árbitro portugués Joaquim Campos ordenó a los equipos ir a una portería para estrenar el novedosísimo método: ambos equipos iban a lanzar cinco penaltis para decidir el ganador del prestigioso torneo veraniego gaditano. Se sorteó quién lo hacía primero, y la moneda dijo que el Real Zaragoza. A diferencia de lo que son hoy en día las tandas, no nació la fórmula con lanzamientos alternados. Los zaragocistas tiraron los cinco seguidos y, después, los culés hicieron lo propio.


Duca marcó. Seminario también. Carlos Lapetra lanzó al poste y falló. A Santamaría, el balón se le marchó fuera. Y Yarza, el guardameta zaragocista metido a pateador, batió a su colega Pesudo. En total, el Real Zaragoza marcó tres de los cinco. Por el Barça marcaron Benitez, Re y Rodri, mientras que Yarza paró los de Camps y Cubillas. De nuevo empate: 3-3 en la primera tanda de la historia del balompié mundial. Un acontecimiento en las gradas del estadio de Cádiz, con el FC Barcelona y el Real Zaragoza en el papel de conejillos de indias de algo que, con el tiempo, se haría oficial, se perfeccionaría y sería un elemento ordinario en el mundillo del fútbol mundial.


Cuenta la crónica de HERALDO que Waldo Marco, el presidente del Real Zaragoza, bajó del palco para sugerir que se lanzara la moneda al aire y aquello acabara ahí. Pero su homólogo del Barcelona, Enrique Llaudet, quiso seguir viendo más penaltis, enamorado por el extraordinario espectáculo que se estaba viendo en el campo del Cádiz. La diferencia de parecer, y el hecho de que nada estuviera reglamentado a partir de un nuevo empate en las bases del torneo, derivó en que el alcalde de la ciudad gaditana -y anfitrión del Trofeo-, León de Carranza, propusiera lanzar una moneda para ver si imperaba lo que quería el presidente zaragocista o, por el contrario, se hacía lo que propugnaba el barcelonista. Fueron minutos de rizar el rizo. Salió la cara del Barça, así que se le instó al árbitro portugués a que dispusiera más lanzamientos desde los 11 metros. 


De nuevo, ambos equipos, eligieron cinco lanzadores, pudiendo repetir los que ya lo habían hecho poco antes. Y, en esta segunda tanda, el sorteo hizo que el Barcelona lanzara primero sobre Yarza. El portero zaragocista no pudo, esta vez, detener ninguno. Los azulgranas Benítez, Goyvaerts, Re, Gracia y Vergés hicieron gol uno tras otro. Los cinco. Así que los zaragocistas no tenían margen de error. Comenzó la serie blanquilla el brasileño Duca, como en la primera. Y esta vez pateó al poste. Ya no hubo que tirar más. El Barcelona se hizo con el Trofeo y el Zaragoza fue subcampeón.


Como tituló HERALDO, 16 penaltis decidieron ese año la final del Carranza. Un hito pionero del que el Real Zaragoza formó parte. Ahora, en una fase de la historia bien distinta a aquella, donde estaba germinando el equipo más grande que jamás tuvo el club aragonés, el de Los Magníficos, 54 años y medio más tarde, el actual Zaragoza de Segunda División pisará el mismo terreno en busca de un penalti. De uno solo. Con 16, a este paso, tiene para toda la década venidera. Porque el equipo blanquillo se muere este año de inanición cuando mira las penas máximas que han señalado los árbitros de la categoría en las 16 jornadas ya disputadas y observa, con sorpresa y asombro, que en el reparto no le ha correspondido ni un pequeño mordisco a la tarta de las faltas punibles dentro del área rival.


Quizá alguien debiera susurrarle al oído a Cordero Vega un rato antes del partido: "¿Hace un penalti en el campo donde se inventaron, con el Real Zaragoza como protagonista, las tandas de penaltis?"







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