Paco Herrera, el ex de los 7 minutos de Las Palmas

El afable entrenador del Real Valladolid, que dirigió al Real Zaragoza en la campaña 2013-14, truncó el ascenso a Primera de los aragoneses un año después.

Paco Herrera, en su reciente visita a La Romareda al frente del Valladolid en la Copa del Rey, el pasado mes de septiembre, cuando ganó 1-2 al Real Zaragoza de Milla (al fondo).
Paco Herrera, el ex de los 7 minutos de Las Palmas
Guillermo Mestre

Francisco Herrera Lorenzo es, probablemente, el entrenador más cabal, razonable y sensato que ha pasado por el banquillo del Real Zaragoza en muchas décadas. Paco Herrera, en toda su ya dilatada trayectoria, allí en donde ha trabajado, pasa por ser buena gente, un tipo afable en toda la extensión de la palabra y de su personalidad. "Tengo la sensación de que llegué al Real Zaragoza en el momento equivocado", dice desde hace mucho tiempo cuando analiza su paso por la entidad zaragocista.


Fue elegido por Agapito Iglesias, a través de la gestión de Luis Carlos Cuartero, para abanderar al Real Zaragoza recién descendido de Primera División. Acababa de marcharse con cajas destempladas Manolo Jiménez y el curso anterior había acabado en una jaula de grillos. Al poco de ser presentado y cuando Cuartero solo había culminado el fichaje de Barkero, a Agapito le colocaron desde extramuros (LFP mediante) la figura del director general, Jesús García Pitarch (triste protagonista de nuevo por su demanda al club que supone un serio quebranto a la línea de flotación en el presente de la SAD zaragocista). Y con él llegó de mano derecha y secretario técnico Moisés García León.


De repente, Paco Herrera pasó a ser un entrenador que 'no era' del director general. Desde la pretemporada, histórica por muchas cosas en Alcalá de la Selva (Teruel), aquello ya no funcionó con la debida lubricación entre los diferentes estratos del club. Pitarch, comendador de tutela ajena, no engranaba bien por arriba, con la propiedad, ni tampoco quiso que Paco Herrera encajase bien con sus planes de presente y futuro. Lo intentó despedir en noviembre, tras un 3-0 adverso en Jaén. De hecho, en el regreso nocturno de la capital jiennense, fraguó la llegada de Pepe Bordalás, alicantino de su cuerda valenciana, al que Agapito vetó horas después, desmontando la maniobra de Pitarch del siguiente modo: "Si vas a cesar a Paco Herrera, el sustituto debe ser Emilio Larraz (entonces en el filial). Si no, no hay cambio de entrenador". Y no lo hubo. Bordalás debió dar marcha atrás al coche que lo traía a Zaragoza.


De este modo trabajó Paco Herrera durante noviembre, diciembre, enero... Sabiendo que era 'non grato' para su jefe inmediato. Los satélites de Pitarch así se lo hacían saber y sentir cada día, en la Ciudad Deportiva, en los despachos del club, en los desplazamientos. Pero aguantó por orgullo, por profesionalidad, porque la plantilla le tenía un aprecio extraordinario. Y, pese a los palos en las ruedas que cada semana tenía que sortear, metió al equipo 3º en la tabla, a un punto del 2º y a tres del líder. Así estaba el Real Zaragoza el 25 de enero tras ganar 0-1 al Mirandés en Anduva.


Ahí, Pitarch montó un autogolpe de estado en el vestuario. El propio director general reventó la calmada convivencia que el 'padre' Paco Herrera encabezaba en el vestuario. El ejecutivo valenciano decidió despedir a Paredes y Movilla, dos de los capitanes. Una bomba atómica justo antes de viajar a Gijón. Incluso entró en el vestuario, aquel sábado por la mañana antes de partir en autocar hacia Asturias, para borrar de la lista al Pelado, que iba citado por Herrera. Paco tardó media hora en acudir a la sala de prensa. Y aguantó el tipo con hombría y con un talante que pocos podrían ofrecer en casos tan duros como aquel. Pero la corrosión de aquel equipo estaba ya puesta en marcha imparablemente por Pitarch. Paco Herrera caería poco después, víctima de la dinamita interna de un director general que se había descolgado queriendo comprar el club a Agapito. Sí, quiso hacerse dueño del Real Zaragoza. Literalmente. Y lo anunció en rueda de prensa, de forma pública, en el mismo salón del Consejo de la sede del club. Iniciativa que derivó en el enroque definitivo de Iglesias, de la guerra a muerte entre el soriano y Pitarch y de la parálisis total de la SAD que casi culminó con su defunción en julio de ese año, 2014.


Víctor Muñoz entraría en el juego de Pitarch (mediante lo mismo que trajo al valenciano meses antes) y sería su sustituto en los últimos tres meses de aquella campaña. "El objetivo es salvar al Real Zaragoza de bajar a Segunda B", llegó a decir el técnico zaragozano increíblemente a su llegada. Hacía poco más de un mes que el equipo estaba en la cabeza de la clasificación y, cuando él lo cogió, andaba por mitad de tabla, lejos de la cola. Sono raro, extemporáneo. Y realmente lo fue. Visto con perspectiva, es esperpéntico.


Paco Herrera fichó el año siguiente por la UD Las Palmas. Un histórico que, este sí, llegó a caerse de Primera a Segunda B y, tras más de una década (13 años) alejado de la élite, aspiraba a regresar a medio plazo. Paco Herrera anticipó las previsiones de los isleños. Los puso arriba del todo en un solo empujón. Y, cosas del destino, el fútbol quiso que fuera en una tremenda promoción de ascenso, cuya final jugó su Las Palmas contra el Real Zaragoza. Los zaragocistas de Popovic (el serbio había sustituido al referido Muñoz enseguida) habían ganado 3-1 en la ida. Los amarillos debían ganar por dos para optar a la remontada. Y fue aquel partido que tanto duele todavía -y lo que puede faltar- en Zaragoza, el que perdieron los aragoneses 2-0 a falta de solo 7 minutos para el final con aquel fatídico gol de Araujo. Paco Herrera salió del estadio insular de Gran Canaria como un héroe. También como un señor con el Real Zaragoza, al que le hubiese gustado poner también en Primera un año antes. 


Ahora, el cruce de Paco Herrera con el Real Zaragoza es desde el banquillo del Valladolid. Ya ganó 1-2 en La Romareda en septiembre y eliminó a los de Milla de la Copa del Rey. Es el sino de Paco Herrera. Ser mejor que los zaragocistas cuando sus caminos confluyen. Aquel año de Las Palmas, en la liga le colocaron un sonoro 5-3 a los blanquillos y en La Romareda barrieron por 0-2, ambos choques jugados en sendas matinales dominicales. Este domingo, a las 12.00, en Zorrilla, Paco Herrera asoma de nuevo en el sendero blanquillo al frente de un rival. Peligro. Peligro máximo. El afable técnico barcelonés, afincado en Badajoz, no es enemigo deportivo recomendable. 


Y, en este envoltorio, Luis Milla se juega el puesto en el banquillo zaragozano, como posible víctima de una mala racha de resultados salpicada de un fútbol carente de carácter y personalidad en el Real Zaragoza de 2016. Paco Herrera puede ser su ejecutor involuntario. Como lo fue del Real Zaragoza en la tarde del ascenso a Primera... que en Zaragoza se soñó tras el 3-1 de la ida y que la UD Las Palmas volteó de la mano del actual entrenador del Valladolid. Así se escribe la historia. Siempre llena de paradojas.


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