El Milla juvenil del CD Teruel, en la Tercera División de 1984

Con solo 17 años, el pequeño de los Milla emulaba y compartía plantilla con su hermano Emilio en lo que sería su único contacto con el fútbol aragonés antes de irse al Barça.

Once inicial del CD Teruel en el campo Adolfo Masiá (Pinilla) en 1984: junto al entrenador, Bienvenido Callao, de pie están Pepe Pérez, Cañete, Herrero, Manolo Sanz, Suñén y Corella II. Agachados, Honrubia, Modesto, Luis Milla, Hinojo y Cholla.
El Milla juvenil del CD Teruel, en la Tercera División de 1984
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Luis Milla aparece en la foto que acompaña esta información agachado, en el centro. Es una alineación del CD Teruel de 1984. En la Tercera División que entonces compartían los equipos aragoneses con navarros, riojanos y sorianos. Tenía solo 17 años y estaba a punto de irse al FC Barcelona, que lo seguía desde tiempo atrás por sus grandes cualidades técnicas como centrocampista de creación y orden táctico. Era el pequeño Milla, porque su hermano Emilio, mayor que él, también jugaba en ese Teruel que venía de la Regional Preferente.


El campo de Pinilla tenía aún el nombre heredado del antiguo régimen: Adolfo Masiá. Y, como se ve, era de tierra. Duro como el mármol. Teruel, capital de provincia, aún no se había planteado sembrar césped en su campo de fútbol (las cosas de Aragón). Luis Milla era la mascota de aquel equipo. El chavalín que apuntaba enormes maneras. El descarado adolescente que manejaba la pelota como los ángeles y al que veteranos treintañeros tenían que proteger cada vez que al entrenador, el caspolino Bienvenido Callao, se le ocurría ponerlo como titular ante hombres hechos y derechos.


En esta alineación, junto a Callao, está el portero Pepe Pérez, un histórico. Le siguen, de pie, Cañete, Herrero, Manolo Sanz, Suñén y Corella II. Abajo, agachados, están Honrubia, Modesto, Luis Milla, Hinojo y Cholla. Ese día no jugaba Emilio Milla, el tato al que emulaba el incipiente Luis.


El documento gráfico es una joya porque Luis Milla, que fue referencia del fútbol profesional español durante 14 temporadas en tres de los grandes de la liga -Barcelona, Real Madrid y Valencia-, solo jugaría esa temporada federado en Aragón con el primer equipo de su ciudad. Su rápida progresión y la habitual listeza y rapidez de actuación de los ojeadores del Barça lo arrebataron de inmediato al Teruel y se lo llevaron a La Masía. Solo los más eruditos y, por supuesto, los acérrimos seguidores del CD Teruel, recuerdan a un barbilampiño Luis Milla vestido con la camiseta roja y el pantalón azul turolense jugando partidos por los campos de Aragón.


Milla fue durante años un emblema del fútbol de Teruel. Su jugador más grande. Alguien de quién presumir. Un fruto extraordinario de su cantera. Una figura atípica en un club modesto y siempre con complicada vida por su escorada situación en el mapa aragonés en relación al resto de clásicos de la regional. Luis Milla vivió en Barcelona, en Madrid y en Valencia, pero nunca dejó Teruel ni Aragón. En cuanto tuvo un minuto de tiempo, volvió a casa a tocar a los suyos. Respecto del Real Zaragoza, siempre se mostró simpatizante del primer equipo de la tierra en el que, por culpa de las rápidas garras del Barcelona, ni siquiera tuvo la oportunidad de entrar a probar suerte en la Ciudad Deportiva. Como profesional, nunca se dio tampoco la posibilidad de que el cuadro zaragocista lo pudiera fichar. 


Va a ser ahora, con 50 años, cuando Luis Milla pueda lucir en su pecho el escudo del león rampante y vestirse de blanco y azul. Nunca es tarde. Habrán pasado 37 años desde que en las crónicas del HERALDO DE ARAGÓN y los demás medios de la época se recogían alineaciones del Teruel donde había un medio centro apellidado Milla cada fin de semana. Los dirigentes del Real Zaragoza han apostado por él para abanderar la resurrección de un equipo que necesita ilusión a raudales, puntos de luz, sensatez, apertura de miras desde el banquillo, cercanía, normalidad, comunión con la gente de aquí, conocimiento del medio y, sobre todo, esa pizca de fortuna y ese sorbo de acierto que lleve a buen puerto la misión de devolver al histórico Zaragoza de 1932 a su lugar natural, la Primera División. Milla cuenta con un valor primordial en estas circunstancias: es aragonés y pocas cosas hay que contarle sobre el talante de su gente. Al fin y al cabo, él es uno más. Y eso, no es mala cosa en los tiempos que corren.

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