El problema de convertir penaltis a favor en suplicios

Lanzarote falló en el minuto 90 una pena máxima que puede ser decisiva. El Zaragoza ha errado cuatro de las seis que ha tirado este año.

Momento en el que Manu Lanzarote patea el penalti ante la portería del Nástic, en el minuto 90. El balón se le marchó alto, con el portero Reina ya vencido a su derecha.
Momento en el que Manu Lanzarote patea el penalti ante la portería del Nástic, en el minuto 90. El balón se le marchó alto, con el portero Reina ya vencido a su derecha.
Oliver Duch

Manu Lanzarote falló un penalti con aroma de decisivo en el minuto 90 del choque ante el Nástic de Tarragona. Iba a ser, en caso de acierto del zurdo catalán, el 1-1. El mal menor después de gravísimo error arbitral que, también con una pena máxima en contra del Real Zaragoza, en este caso inexistente, había patrocinado el 0-1 de los tarraconenses en el 83, ya con el partido muriéndose. Un error de los que duelen en el alma. Un fiasco morrocotudo cuando se trata de un partido determinante para un objetivo mayor como es el ascenso a Primera División. El Real Zaragoza, con este marro indeseado y lamentable, dejo de sumar -al menos- un punto. Quién sabe si el punto determinante para algo dentro de dos semanas.


Lo más grave del análisis de este penalti que Lanzarote echó al limbo, cuando tenía al portero Reina ya vencido hacia el lado bueno, es que es una conducta increíblemente reincidente en el Real Zaragoza de esta temporada 2015-16. Se trata del cuarto fallo desde el punto de los 11 metros de un jugador zaragocista en los seis penaltis que ha dispuesto a su favor el equipo en todo el año lectivo. El equipo blanquillo está desarrollando una campaña desastrosa en el arte de patear los penaltis. ¡Cuatro desperdiciados de seis lanzados!


Antes que el terrible fallo de Lanzarote ante el Nástic, Ángel y el ya traspasado Ortuño (ahora en el Mallorca) se habían repartido los lanzamientos previos desde agosto. Ángel falló el primero del curso, en la primera y única eliminatoria de Copa, jugada en La Romareda ante el Llagostera. Lo hizo con 0-0 en el marcador, apenas en el minuto 8 del partido. Como Lanzarote ante Reina, engañó al portero pero el disparo del canario se marchó alto, fatalmente dirigido. Al final de aquel partido, el Zaragoza perdió injustificadamente 1-2 ante un débil adversario al que debió golear y dijo así adiós al torneo copero. Aquel penalti marrado por Ángel, puede decirse así, costó un pase de ronda seguramente en la competición del K.O.


Enseguida llegó la única tarde de clarividencia desde el redondel del penalti por parte de los jugadores zaragocistas. Fue en la siguiente jornada, por fechas Pilaristas, el Zaragoza ganó 2-0 al Tenerife. Los dos goles fueron desde los once metros. El primero, de Ortuño, en el minuto 20. El segundo, de Ángel, ya en el tiempo de aumento (el 94), a modo de desagravio por lo que le había pasado tres días antes ante los llagosterenses. Pareció que todo entraba en los parámetros de la normalidad. Pero aquella tarde de octubre fue un espejismo de lo que vendría en lo sucesivo y, vistos los resultados, un oasis aislado y sin continuidad.


El Zaragoza ya no ha vuelto a marcar de penalti desde entonces. Siete meses de sequía absoluta. Por una parte, porque los árbitros no están pitando muchas penas máximas a favor este año: seis -solo cinco en liga- son muy pocos para un equipo que lleva casi todo el año en la zona alta. Y por otro lado, por el subrayado mal tino de los lanzadores blanquillos, objeto de este análisis.


Ortuño fallaría el cuarto de la temporada, precisamente ante el Nástic, como Lanzarote, pero en el partido de la primera vuelta en el estadio grana. Lo hizo con 1-0 en el marcador, en el minuto 44 de la primera parte, al borde del descanso. Hubiera sido el 1-1 y la apertura de un partido nuevo. Lo tiró fatal, raso, suave, a cámara lenta, facilitando la parada de Reina. El Zaragoza se resintió de aquella pifia y acabó perdiendo 3-1. Nunca se sabrá cuántos puntos pudo suponer ese penalti tirado a la basura, si uno, o quizá los tres. Lo único que sí se percibió ese día fue el efecto nocivo de su fallo.


El siguiente, el quinto, lo malogró de nuevo Ángel. Lo hizo ante el Leganés en La Romareda, en el minuto 60, ya en la segunda parte y con el 0-0 en el marcador. Lo tiró mal, telegrafiado, y el portero Serantes se lo rechazó. Pudo haber sido también venenoso pero, esta vez, afortunadamente, habría un gol en jugada posterior de Ángel, en el 76, que dejó en anécdota el error desde los 11 metros ya que el Zaragoza acabó ganando 1-0.


Han pasado más de tres meses desde ese hito temporal hasta llegar al fallo de Lanzarote. Un erial arbitral en las áreas rivales. Ni un penalti, pese a que los ha habido, y bastante claros. Pero, claro está, la observación detenida de lo acaecido este año con los penaltis a favor del Real Zaragoza rebaja de raíz la fuerza que desde el seno del club pueda ejercerse a través una insistencia reivindicativa respecto del mal trato de los colegiados con el equipo aragonés en las áreas adversarias. En realidad, cuando el equipo de Carreras -antes de Popovic- ha tenido penaltis a favor, no ha sabido bien qué hacer con ellos. Es un desastre su media de éxito en la transformación. Algo sin precedentes en su historial particular. Ha echado a perder casi el 70 por ciento de los que ha lanzado. Así no hay quien sustente ninguna protesta. Es evidente que, para este Real Zaragoza 2015-16, tener penaltis a favor, en lugar de ser un gran beneficio y la antesala de muchos goles y puntos, se convierte en un suplicio. Los números no dejan lugar a la duda ni a la discusión.

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