La vida contra los cuatro recién ascendidos de Segunda B

El Real Zaragoza se juega el ascenso a Primera en seis duelos, entre ellos frente a Bilbao Ath., Huesca, Nástic y Oviedo, los novatos del curso

Los jugadores del Real Zaragoza celebran el gol marcado por Ángel (fuera de imagen) en San Mamés en el partido que los aragoneses ganaron por 0-1 al Bilbao Athletic en la primera vuelta.
La vida contra los cuatro recién ascendidos de Segunda B
Ignacio Pérez

La recta final de esta liga, la tercera consecutiva del Real Zaragoza en la incómoda y antinatural Segunda División, es una clara muestra de la dimensión exacta en la que viene compitiendo el equipo aragonés en este duro trienio. El perfil de los ocho últimos rivales del calendario, los ocho adversarios donde el histórico Zaragoza va a definir si sube de nuevo a Primera o se queda enganchado una vez más en el pozo de plata, enmarcan de forma cristalina lo alejadas que son hoy en día las coordenadas del la entidad blanquilla respecto de sus anhelados galones de máxima categoría en el fútbol español.


Ya ha dirimido los choques frente al Alcorcón y la Ponferradina. Dos equipos de localidades pequeñas, menores. Uno de la periferia de Madrid, el otro de la provincia de León. Le faltan los últimos seis. Dos adversarios de esta media docena, los que ya estaban el año pasado en la división, son también dos clubes modestos, representantes de lugares con escaso respaldo poblacional: el Numancia de Soria (39.000 habitantes) y el Llagostera, pueblo de la provincia de Gerona. Y, atención, los otros cuatro, son el paquete completo de los equipos que ascendieron en junio del año pasado procedentes de la Segunda B: Bilbao Athletic (hoy mismo en La Romareda, 20.00), Huesca, Gimnástic de Tarragona y Real Oviedo. Los cuatro novatos del pelotón.


El Real Zaragoza -y todo lo que arrastra tras de sí- sueña y añora con volver pronto a calibrar su presente y futuro, de nuevo, teniendo como referencias al Real Madrid, al Barcelona, el Atlético de Madrid, el Valencia, el Sevilla, el Athletic de Bilbao... Como siempre fue, salvo algún accidente puntual. Y resulta paradigma de las terribles diferencias que existen entre sus pretensiones y su verdadera realidad actual el camino que debe completar de forma impecable para lograr su propósito: una serie de partidos ante equipos y clubes ubicados en las antípodas de lo que se quiere recuperar en La Romareda inminentemente.


Cuatro de los seis adversarios finales, que van a ser por lo tanto jueces del éxito o el fracaso final del Real Zaragoza, jugaban el año pasado en Segunda B. Hagamos una comparativa ilustrativa. En este segundo fin de semana de mayo, el Bilbao Athletic que hoy visita el estadio zaragozano se medía la temporada anterior al Trival Valderas, bisoño club de barrio de Madrid que bajó a Tercera como colista de su grupo (hace dos años, el filial del Zaragoza le ganó el ascenso a Segunda B). El Huesca, que recibirá a los zaragocistas el jueves 26 en El Alcoraz, el año pasado por estas fechas se enfrentaba al Tudelano. El Nástic de Tarragona -que ha dormido 2º tras ganar ayer en Almería- hace doce meses solo tenía ojos para jugar frente al Ilicitano, colista de su grupo y ahora en Tercera División. Y el Oviedo, que pese a su nombre y tradición viene de más de una década de ostracismo, penurias y lacerantes temporadas en la cuarta dimensión del fútbol español, jugándose los cuartos sin salir de la provincia de Asturias, el año pasado por estas fechas preparaba un partido frente al Somozas, un pueblo coruñés que no pasa de 1.200 habitantes.


Bilbao Athletic, Huesca, Nástic y Oviedo han cambiado ese perfil bajo por uno intermedio gracias a su ascenso de categoría. Para el Zaragoza, encontrarse ahora con ellos en el momento de la verdad, es un baño de realidad. En el seno del filial vasco, del cuadro oscense o en el de los ahora ilusionados tarraconenses y ovetenses (que aspiran, como los zaragocistas, a culminar el año con el acceso a Primera por todo lo alto), cambiar en tan solo un año partidos oficiales contra Trival Valderas, Tudelano, Ilicitano y Somozas por medirse al Real Zaragoza es un salto monumental hacia delante. Desde el prisma del club aragonés, la sensación es la inversa.


En el Real Zaragoza, es cuestión de intentar positivizar estas extrañas vibraciones que genera analizar dónde transcurre el presente y por dónde hay que pasar para llegar al deseado futuro. Para volver a pisar el Bernabéu, el Camp Nou, el Vicente Calderón, Mestalla, el Sánchez Pizjuán, San Mamés (con el equipo grande, no con su filial), Anoeta... primero hay que dejar constancia del pedigrí que se porta en el escudo y el día a día ante rivales de otro estrato bien alejado. Esa misión pasa por superar a los cuatro recién ascendidos de Segunda B, que van a pasar uno detrás de otro en su contra dentro de este calendario de fin de curso. También a los modestos Numancia -no ha salido en todo el torneo de la segunda parte de la clasificación- y Llagostera (8.000 habitantes tiene este municipio, cuyo campo de fútbol no es apto para el ámbito profesional, lo que obliga al equipo local a jugar de prestado en la vecina Palamós). Todo esto, debería ser un acicate para los zaragocistas. Un reto. Un estímulo extra. No hay que ocultar que el Real Zaragoza se siente incómodo en estas circunstancias y necesita abandonar cuanto antes la Segunda División.


Hoy, tras los entremeses ya vividos ante Alcorcón y Ponferradina, toca una extraña experiencia: la que siempre supone recibir a un filial en La Romareda, en este caso el Bilbao Athletic. Poco más cabe aportar en la descripción objetiva de este esprín final que está disputando el Real Zaragoza en la áspera Segunda donde le toca habitar por la nefasta herencia del pasado agapitistaNo caben ni falsas modestias ni tesis mentirosas. La liga de Segunda es lo que es, el calendario con el que el Real Zaragoza va a concluir esta tercera temporada fuera de su hábitat natural presenta estas singulares características y, por lo tanto, las obligaciones son claras e indiscutibles.

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