Dos de la cola, un agobiado, uno tranquilo y dos duelos directos

El Zaragoza se la juega ante los colistas Bilbao Ath. y Llagostera, el apurado Huesca, el calmado Numancia y en dos finales en casa: Nástic y Oviedo

Dorca, Sergio Gil y, al fondo, Dongou, en una jugada del partido del pasado domingo en Ponferrada.
Dos de la cola, un agobiado, uno tranquilo y dos duelos directos
César Sánchez/La Nueva Crónica

El Real Zaragoza apura su asalto definitivo a las vías de ascenso a Primera División. La liga entra en su recta final. La llegada de mayo desprende aromas de adrenalina, de días de alteraciones nerviosas. Y los aragoneses ya saben que su éxito o fracaso va a pasar por lo que sepan y puedan hacer en las últimas seis jornadas. Solo restan 18 puntos en juego. Apenas el 14 por ciento del global de los que se habrán dirimido en el torneo desde el pasado agosto.


Es la hora de la verdad y el cuadro zaragocista acomete este sexteto de choques en 5ª posición, con 56 puntos, a solo 3 del ascenso directo (lo marca el Alavés, 2º con 59 y con peor 'golaverage' que los blanquillos). Está ubicado en el vagón que ahora jugaría la promoción en dos frenéticas eliminatorias a ida y vuelta al concluir la liga regular, pero con un solo punto de colchón sobre los que vienen por detrás, que aún pueden arruinar todas sus opciones por la inmensa igualdad que impera entre los 10 primeros del campeonato.


Y el calendario ha querido que los seis partidos culminantes del Real Zaragoza presenten un perfil sugerente, esperanzador, accesible. Por un lado, los de Carreras van a decidir su futuro inmediato ante dos equipos que están en el pelotón de cola, con hechuras de descenso a Segunda B: el domingo que viene en La Romareda ante el Bilbao Athletic, y en el último partido, el 5 de junio, en Palamós frente al Llagostera. También les aguarda un enfrentamiento con características parecidas, frente a la SD Huesca en El Alcoraz, un rival apurado, que se debate entre la permanencia y el riesgo de perder la categoría y que, a esta hora, aún no queda claro cuál de esas dos vertientes prevalecerá cuando los zaragocistas acudan a la capital altoaragonesa (el jueves, día 26) en busca de esos tres puntos cruciales. El cuarto en suertes es el Numancia, ahora 13º con 49 puntos y prácticamente salvado de cualquier contratiempo y sin aspiraciones por arriba. Los sorianos nunca han salido del segundo nivel de la clasificación en todo el año, aunque tampoco han pasados excesivos apuros. Es un adversario que vive en la comodidad, también en la atonía de un final sin alicientes.


Por último, los otros dos duelos que restan en el repertorio pendiente son los de mayor enjundia. Dos finales directas ante conjuntos que, como el Zaragoza, aspiran a todo, al regreso a Primera División: el Gimnástic de Tarragona y el Real Oviedo. Por suerte para los intereses zaragocistas, esas dos citas del máximo interés van a tener lugar en La Romareda. Con el graderío a favor. En casa. Con ese plus que, en a estas alturas de temporada, siempre supone jugar como local. Serán en una horquilla de separación de tan solo siete días. En dos fines de semana consecutivos. El 22 vendrán al estadio municipal los tarraconeses y el 29 -aún por definir la hora- los ovetenses (entremedias se juega la jornada en día laboral en Huesca).


Las inevitables cábalas llevan a pensar en las rentas que el Real Zaragoza debe y va a poder obtener de estas seis tardes definitivas. Los tres partidos a domicilio tendrán lugar en estadios pequeños, presionantes por la proximidad de la gente al terreno de juego, pero no por un aforo masivo; campos alejados de la arquitectura propia de los clubes que poseen hondas raíces en Primera y que hace imposible una presencia masiva de público en contra. Como ya lo hizo este domingo en el reducido Toralín de Ponferrada, el bloque de Carreras va a terminar el curso con la obligación de sumar 9 puntos, en porciones de 3, primero en Los Pajaritos sorianos, luego en El Alcoraz oscense y, por fin, en el Palamós Costa Brava en el que juega el Llagostera. Los tres, especialmente los dos primeros, en viajes de proximidad, de fácil desplazamiento para los aficionados que puedan adquirir las pocas entradas que habrá a la venta.


En casa, en una Romareda que debe quedar cerrada absolutamente a cualquier pérdida de puntos, debe doblegar al Bilbao Athletic, que pasa por ser el equipo de la división que más tiempo ha pasado en el fondo de la tabla si se juzga su trayectoria durante todo el curso. Es decir, el peor. Y, por fin, a sus dos rivales directos, Nástic y Oviedo.


Las cuentas salen solas. Esas dos finales, ante catalanes y astures, han de ser obligatoriamente saldadas con sendos triunfos. Si algún punto ha de volar todavía, no puede ser nunca en esos dos duelos en los que, por fuerza, el factor campo tiene que ser fundamental. El otro envite como locales, el del domingo ante el bisoño Bilbao Athletic, tampoco admite excusas para no terminar añadiendo a la cuenta los 3 puntos en disputa.


Por el otro flanco de los pronósticos y de la hoja de ruta, asoman los tres desplazamientos. El de Soria, dentro de 11 días, se percibe como el partido menos tenso de todos. El Numancia estará alejado de cualquier aspiración o riesgo y eso aporta a ese partido un grado de dificultad menor que en los demás casos. Aun así, este tipo de rivales acomodados también tienen sus aristas y puntas cortantes si no se afrontan los 90 minutos con la debida intensidad. El siguiente, el derbi aragonés contra el Huesca, podría dirimirse en un envoltorio lleno de nervios si los oscenses no son capaces hasta entonces de solucionar su salvación. En caso de que los de Anquela sigan necesitando la victoria para sobrevivir, la cita se presentará inexorablemente cargada de contenidos, de histerismo por las dos partes, cada uno a lo suyo en ambos polos de la clasificación. Y por último, el colofón liguero en casa del Llagostera se augura como un puro trámite para los locales, por quienes casi nadie apuesta como candidatos a quedarse un año más en Segunda. Las quinielas desembocan de manera generalizada en la consideración de que, para ese día de junio, el conjunto gerundense estará ya descendido y el Zaragoza jugará un partido decisivo, en principio, con ese factor de la placidez a su favor.


Es decir, a expensas de cómo evolucionen las cosas paso a paso, el Real Zaragoza, en la mitad de los seis partidos que restan, se apresta a enfrentarse a tres equipos sin ningún aliciente clasificatorio. Y un cuarto, el Huesca, que si es capaz de hacer los deberes convenientemente en las jornadas previas, puede estar prácticamente -también- en un estatus más próximo a la tranquilidad que a la máxima necesidad de victoria. De tal manera que los zaragocistas podrían tener que preparar únicamente dos choques con verdaderos tintes de final, a muerte, con sus contrincantes: los dos últimos en La Romareda frente a sus iguales, el Nástic de Tarragona y el Oviedo. 


Pueden parecer las cuentas de la lechera. Son, en cualquier caso, aproximaciones que a los profesionales (entrenadores, técnicos, ejecutivos...) no les gusta hacer ni reconocer en público pero que, en sus mapas de campo, están más que registradas, calculadas y prevenidas. Siempre fue así. Y ahora, en el siglo XXI, en la era digital, de los entrenamientos con base videográfica, al 'scouting' o seguimiento de todos los rivales, del control absoluto de los parámetros fisiológicos, de las precisas estadísticas de pases, centros, kilómetros recorridos, toques con la izquierda, con la derecha, con la cabeza... lo es mucho más. Nada escapa a las previsiones y al análisis.

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