Rubén Sosa, toca en la barrera... ¡y gol! 30 años de la tercera Copa

?El 26 de abril de 1986 el Real Zaragoza ganó 1-0 al Barcelona en el Calderón y volvió a la senda de los títulos dos décadas después de Los Magníficos

¿Había nacido usted hace 30 años? Si la respuesta es positiva, ¿qué edad tenía? Y, si recuerda perfectamente la noche del 26 de abril de 1986, ¿se acuerda dónde vio ganar al Real Zaragoza su tercera Copa del Rey, aquella del 1-0 al Barcelona de Schuster con el mítico gol de Rubén Sosa tras una falta directa en el Vicente Calderón?


En cualquiera de los casos, hoy es un día de números redondos para celebrar una de esas gestas históricas del zaragocismo. Han pasado tres décadas exactas de aquel evento maravilloso que rescató al Real Zaragoza al escalafón de los títulos y los trofeos que se había quedado interrumpido 20 años atrás con la segunda Copa lograda por el equipo de Los Magníficos, en 1966. Una fecha para la nostalgia, para el dulce paladar de los cientos de miles de zaragocistas de todas las edades que, por vivencias propias, o por la transmisión del boca a boca y el repaso documental de la historia, disfrutan y presumen de hechos como aquel que aconteció en Madrid.


Como tantas otras veces, el Real Zaragoza partía como víctima ante un grande como el Barça. Pero más por la tradición y la costumbre que por la pura realidad. De hecho, los aragoneses pasaron a aquella final eliminando en semifinales al Real Madrid (2-0 en La Romareda y 3-2 en el Bernabéu). El equipo, entrenado por Luis Costa, firmó una campaña sensacional y acabó la liga en 4ª posición. Era un equipo que mezclaba los valores recientes de la plástica época de Leo Beenhakker (Señor, Güerri, Casuco, García Cortés, Herrera,) con la llegada de las primeras semillas del equipo que más tarde acabaría ganando la Recopa (Cedrún, Pardeza). Todo bien reforzado con fichajes de peso como Rubén Sosa, Pineda o, el esa noche ausente por sanción, Fraile; y con el toque personal, la apuesta siempre clásica en Costa, por los mejores chicos de la cantera: Juliá o Juan Carlos.


El Barcelona, entrenado por el inglés Terry Venables en la época previa a que la Sentencia Bosman reventara el mercado mundial y convirtiera los vestuarios de los equipos -mucho más los grandes- en torres de Babel con mil nacionalidades en sus filas, era un bloque con marcado tinte español. Aquel día, solo el alemán Schuster, su estrella, era extranjero. Los Urruticoechea, Sánchez, Alesanco, Calderé, Migueli, Julio Alberto, Carrasco, Esteban, Clos, Marcos (toda la selección española de aquellos años), junto a los exzaragocistas Víctor y Pichi Alonso, formaban la base del rival en la final. También militaban en el club culé el escocés Archibald, Gerardo, Rojo, Moratalla, Urbano, Fradera, Pedraza, Manolo y otro exzaragocista más, Raúl Amarilla.


Un gol tan afortunado como históricamente bello de Rubén Sosa en el minuto 33 consumó el 1-0 que sería definitivo. Un tanto para los anales dorados de la vida del Real Zaragoza. Paradojas de la vida, su lanzamiento raso de falta desde 28 metros -muy lejana- tocó ligeramente en el tacón de Pichi Alonso, que era el último en la parte exterior de la poblada barrera que mandó formar Urruti. El desvío del balón en quien había sido hasta pocos meses antes -y lo sigue siendo hoy- uno de los tres mejores goleadores de la historia del Real Zaragoza, resultó determinante para despistar al guardameta azulgrana y, a la postre, darle un título al cuadro aragonés que suponía un hito relevante en aquel momento de su andadura como club.


Porque hacía 20 años que el Zaragoza no ganaba nada. La genial época de Los Magníficos se había quedado como un oasis en el currículum vitae zaragocista tras medio siglo de vida: dos Copas de España y una de Ferias (UEFA) ganó el equipo de los 60... y, hasta esta tercera Copa del 86, la sequía parecía convertir en algo anecdótico y extraordinario lo ocurrido dos décadas atrás. Fue un título eslabón de lo que después sucedería: más Copas, hasta seis; una Recopa de Europa; una Supercopa de España. Un paso determinante para apuntalar al Real Zaragoza en el ranquin de campeones del fútbol nacional. Algo que intentaron Los Zaraguayos en los 70, aquel equipo de ensueño montado por el presidente Zalba y dirigido por Carriega, que perdió la única final a la que llegó, 1-0 contra el Atlético de Madrid en 1976 y que en la liga, al menos, dejó su huella logrando el único subcampeonato de la historia en la campaña 74-75.


Hoy hace 30 años de aquella final de Copa que hizo sentirse grandes de nuevo a los zaragocistas más veteranos, que pudieron recuperar las sensaciones de victoria soberbia vividas con Los Magníficos dos decenios atrás. Y, sobre todo, ayudó a conocer para la mayoría de los jóvenes y blanquillos de mediana edad, cómo es eso de ser campeón.


Loa eterna, por lo tanto, para quienes volvieron a ser capaces de hacer un Zaragoza grande. El presidente Ángel Aznar y su directiva. El entrenador, Luis Costa. Los participantes en aquella final que pitó el hoy longevo presidente de los árbitros españoles, el cántabro Victoriano Sánchez Arminio: Cedrún, Casuco, Juliá, Juan Carlos, García Cortés; Güerri, Señor, Herrera; Pardeza, Rubén Sosa, Pineda, Casajús y Corchado. Al resto de aquella plantilla: Fraile, Vitaller, Kalicanin, Conde, Ayneto, Roca, Ruiz, Villarroya, Abad, Roberto Elvira, Latapia y Virgilio, estos cinco últimos, con participación testimonial en la desaparecida Copa de la Liga.

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