Aquel ascenso del Real Zaragoza el Día de San Jorge de 1978...

El Real Zaragoza celebró su vuelta a Primera hace ahora 40 años ganando al Alavés 1-0 en un irrepetible 23 de abril cargado de simbolismo

Portada del suplemento de Deportes de Heraldo de Aragón en el que se narraba el ascenso del Real Zaragoza Primera en medio de los actos del 23 de abril de 1978.
Portada del suplemento de Deportes de Heraldo de Aragón en el que se narraba el ascenso del Real Zaragoza Primera en medio de los actos del 23 de abril de 1978.
HERALDO DOCUMENTACIÓN

Esta vez, en 2018 el Real Zaragoza no puede ni va a subir a Primera División el día de San Jorge. Es muy pronto, extremadamente pronto y tendrá que pelear y sufrir, en caso de conseguirlo, durante al menos seis semanas más. Pero hace 40 años, en el más fulgurante y dominador de los ascensos protagonizados por el club blanquillo en su historia, la temporada le dio tanto de sí que aquel equipo que dirigía el discutido y silbado Arsenio Iglesias logró ascender como campeón y, cronológicamente, aseguró su retorno a la élite un 23 de abril de 1978 ganando 1-0 en La Romareda al Alavés, con gol de Arrúa, a falta de cuatro jornadas para la conclusión de la liga.


Este 23 de abril, para varias generaciones de zaragocistas, siempre trae un imborrable recuerdo de aquella jornada histórica en la región aragonesa y, mucho más, en su capital: Zaragoza. Era 1978, tiempo de máxima efervescencia política en España, sumido todo el país en plena Transición desde la, entonces, recientemente concluida dictadura hacia la ansiada democracia. Comenzaba a celebrarse por entonces el Día de Aragón, una fiesta nueva, con olor a libertad y, también, con reivindicaciones autonomistas. Por la mañana, como rezan las crónicas de HERALDO DE ARAGÓN, más de 100.000 aragoneses se manifestaron multitudinariamente por el centro de la ciudad durante más de tres horas. Fue una exaltación continua de ganas por cambiar la cara y las entrañas de una nación que venía de cuarenta años de otra cosa. Las banderas cuatribarradas de Aragón predominaron en los actos.


Juan Antonio Bolea, presidente de la Diputación General de Aragón, tomó posesión del cargo en aquellas horas ilusionantes. Hubo decenas de actos simbólicos. Izados de bandera, reuniones solemnes, discursos, promesas históricas. Por megafonía se leyó una proclama alusiva al día y al momento. El destino y el buen hacer del Real Zaragoza en la liga, al que su mala cabeza el año anterior llevó a jugar en Segunda tras un doloroso descenso del equipo de los Zaraguayos meses antes, quisieron juntar en una sola fecha un día grande. Políticamente y deportivamente, aquel 23 de abril de 1978 aglutinó todo en un cortísimo espacio de tiempo, en apenas siete horas: desde las 11.30 hasta las 18.30.


De la espectacular manifestación aragonesista por el Paseo de la Independencia, la Plaza de España, las plazas de Aragón y Paraíso y todas sus adyacentes, 34.000 zaragocistas se fueron directos a las gradas de La Romareda (ese era el aforo con localidades de pie y todavía sin levantar hasta arriba los dos fondos, como ocurriría poco después a cuenta del Mundial de España'82). Si se ganaba a Alavés, en la 35ª jornada, matemáticamente el Zaragoza era equipo de Primera. Le sobrarían las tres jornadas del final. Los políticos también acudieron a una fiesta tremenda en el estadio. Los jugadores del Real Zaragoza salieron al campo portando una majestuosa cuatribarrada. Bolea tuvo que saludar brazos en alto desde el palco (esta imagen, hoy, no se concibe ni en un delirio).


Y el Zaragoza ganó. Arrúa marcó de córner directo. Enseguida. En la primera parte. En el minuto 6. Fue un partido 'a lo Arsenio' en aquella temporada: lograr el 1-0 y especular atrás. Jugaron Nieves; Heredia, Blanco, Camus, India; Oñaederra, García Castany, Arrúa; Mendieta, Oviedo y Juanjo. Fue baja por una fuerte lumbalgia el goleador del equipo, Pichi Alonso. En el Alavés, que caminaba tranquilo por la zona media, estaban esa tarde tres importantes jugadores que vendrían en poco tiempo al cuadro zaragocista: Valdano, Badiola y Morgado. La gente, en el día del ascenso, acabó abroncando un día más al entrenador gallego por la racanería de su propuesta. Y, en ese 23 de abril tan sui géneris, también porque solo alineó a un aragonés: India (que, eso sí, fue designado con acierto capitán para la ocasión). Durante toda la segunda parte, se pidió desde las tribunas que salieran del banquillo Víctor y Camacho, los otros dos canteranos en la citación junto a Royo. Arsenio, en su pulso continuo con la grada, solo cedió al final del choque en medio de una bulla descomunal en ambas sustituciones. La idiosincrasia de La Romareda en pleno apogeo.


El Real Zaragoza subiría ese año acompañado del Recreativo de Huelva (2º) y el Celta de Vigo (3º). El último mes de competición, hasta la mitad de mayo en que se jugó la jornada final en Granada (triunfo 1-3), fue un paseo triunfal. Sobró a efectos clasificatorios, en una liga de 20 equipos, con 38 partidos. Y aquel 23 de abril quedó grabado a fuego en la historia blanquilla. Se había saldado de manera sobresaliente el paso por Segunda en un único y fugaz año en el infierno (como siempre fue desde principios de los cincuenta hasta los tiempos contemporáneos, en los que el equipo lleva enganchado al calvario cinco temporadas seguidas), aún con vestigios del gran equipo de los Zaraguayos: Arrúa, Blanco, García Castany, Juanjo, Nieves, Pepe González, Royo, Irazusta, Rubial, Simarro... Es la única vez que el Zaragoza ha ganado una liga en el ámbito profesional.

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