22 años de esta gozada

En la noche del 20 de abril de 1994 en Real Zaragoza ganó su cuarta Copa en el Calderón tras derrotar al Celta en la tanda de penaltis

Portada del suplemento especial de Heraldo el día posterior a la consecución del campeonato de Copa ante el Celta en el Vicente Calderón, el 20 de abril de 1994.
Portada del suplemento especial de Heraldo el día posterior a la consecución del campeonato de Copa ante el Celta en el Vicente Calderón, el 20 de abril de 1994.
HERALDO DOCUMENTACIÓN

Ya han pasado 22 años. La noche primaveral del 20 de abril de 1994, el Real Zaragoza fue de nuevo campeón. Como antes ya lo había sido y después lo volvería a ser. En esa cita, en el estadio Vicente Calderón, lo fue por cuarta vez de la Copa de España. Le ganó al Celta de Vigo, tras empatar 0-0 en un trabado partido y en su inevitable prórroga. Lo logró en una impecable tanda de penaltis donde los blanquillos, esa noche tomates, anotaron los cinco lanzamientos desde los once metros: Cáceres, Nayim, Franco, Gay e Higuera. En la portería, frente a los cañoneros celtistas, Cedrún se encargó de parar uno, a Alejo, el suficiente para cuadrar el 5-4 definitivo en la mágica suerte de las penas máximas del desempate.


Han sido 22 años de más alegrías y, lamentablemente, también de bastantes penas. En lo bueno, aquello fue la antesala, el salvoconducto, para ganar la Recopa de Europa 13 meses después. La cresta de la ola zaragocista en la era moderna. También se consiguieron en este ciclo vital dos Copas más y una Supercopa de España.


Pero, entremedias, han proliferado los lamentos, torturas, deterioros y vergüenzas, perjuicios de los que el octogenario club, la SAD, con la nueva propiedad llegada en julio de 2014 in extremis para evitar la muerte y desaparición de este Real Zaragoza campeón tantas veces, intenta recuperarse poco a poco entre este tipo de añoranzas y en un exigente presente. Los patronos de la Fundación Zaragoza 2032, en su segundo año al frente de la entidad, a punto de que se active el convenio que ha de sacar a medio-largo plazo al club de un brutal concurso de acreedores al que desembocó la terrible era anterior que dejó al equipo arruinado y en Segunda División, todavía consideran posible devolver al Real Zaragoza a Primera División dentro de dos meses, en esta complicada campaña 2015-16 que ya está en su recta final, a solo ocho jornadas para el remate de la liga regular.


Parece mentira que sean ya 22 años los que han transcurrido desde aquella gozosa noche abrileña. Los adolescentes de entonces, son hoy cuarentones, con 22 pelos menos, con 22 canas más. Los cuarentones de aquellos tiempos, han visto blanquearse su cabello a un ritmo de 22 pelos por mes, en caso de que aún lo conserven. El tiempo va que vuela. Cedrún, el héroe de aquel colofón grandioso a orillas del Manzanares, ya es abuelo. Los demás, Belsué, Aguado, Cáceres, Solana, Nayim, Aragón, Poyet, Gay, Pardeza, Higuera, García Sanjuán, Franco, el aquel día ausente por expulsión Esnáider, el resto de la plantilla que entrenaba Víctor Fernández, cada uno a su manera, se han metido en la inmensa madurez de sus vidas.


El reloj del fútbol es inexorablemente implacable. Y, como sucede ahora en el presente del Real Zaragoza, se viven tiempos duros, de carencias, de crisis heredadas, de problemas de primer orden para reflotar la sociedad, este tipo de aniversarios son un buen acicate para venirse arriba. Para ver lo que, ahí atrás, en las vidas de decenas de miles de zaragocistas, se vivió en positivo, en comunión , en alegrías compartidas, en disfrute sin par con el fútbol como excusa y medio de unión de voluntades.


Se recuerdan los detalles de lo bonito como si el tiempo no pasara. Memoria selectiva, se llama. Aquel paradón de Cedrún en el cabezazo del zaragozano Salva que iba adentro y evitó el 1-0 letal a favor del Celta. Aquella épica prórroga en inferioridad porque el árbitro (¡siempre los árbitros!), el andaluz López Nieto, expulsó a Santi Aragón (que no mataba jamás ni una mosca) en el minuto 90 por doble amarilla. El momento en el que Andoni le adivinó el pifiado penalti al ya legendario (mal que le pese a él) Alejo. El modo con el que Paquete Higuera se fue al fondo a celebrar su gol ganador al final de la tanda, tropezón incluido que casi le hace caerse de bruces por pura emoción...


22 años exactos después de uno de los episodios más maravillosos de la historia zaragocista, tal vez sea un buen momento para reconducir fuerzas extraviadas, para aglutinar impulsos centrífugos alrededor de un equipo, el Real Zaragoza, que dentro de siete semanas -quién sabe si nueve- podría celebrar algo que, en los días de aprietos y necesidades que le toca atravesar, sería tan grande o más que aquella Copa ganada en el Vicente Calderón al Celta hace justo ese tiempo, 22 largos años: el ascenso a Primera División.


Aquel día, según rezan las crónicas de HERALDO DE ARAGÓN, más de 27.000 zaragocistas trufaron las gradas del campo del Manzanares. Este domingo en La Romareda ante el Alcorcón, y en los proximos partidos que restan en el estadio municipal (Bilbao Athletic, Gimnástic de Tarragona y Real Oviedo), esa cifra de presentes en las tribunas sería un buen punto de partida para llevar en volandas a un equipo, ahora de Segunda, que tiene en su mano obrar el paso obligado para intentar, a medio plazo, volver a optar con firmeza a repetir hazañas y éxitos como aquel que, un 20 de abril de hace 22 años, se consumó en Madrid con un trofeo que brilla en el museo del club con luz propia. El sueño, tal vez la realidad, merece mucho la pena.

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