Ni un gol de golpe franco

El Zaragoza tiene 10 partidos para intentar evitar su peor récord en la producción de goles de tiros libres: no ha marcado ninguno, como ya hizo hace tres campañas, el año del descenso

Cero goles en 32 jornadas. Ceguera absoluta en los lanzamientos de golpes francos en las proximidades del área rival. Ineficacia total en el arte de la estrategia directa -o indirecta- en las faltas a favor cerca de la portería adversaria. Este es el Real Zaragoza del curso 2015-16. Un equipo que está despreciando uno de los apartados del juego que, tradicionalmente, suelen dar un volumen de puntos interesante a las escuadras que le prestan atención y poseen jugadores con cierta destreza en los lanzamientos a puerta de este tipo: los tiros libres de faltas.


No es un mal nuevo en el equipo zaragocista, aunque es una evidencia que este año se mueve en unos números lamentables, los peores posibles. La ausencia de especialistas, la nula clarividencia de quienes asumen el papel de lanzadores en cada momento, están afectando a las distintas plantillas del Real Zaragoza en las últimas campañas. Sus hacedores, secretarios técnicos o directores deportivos, no han estado atinados en la elección de determinados perfiles. Siempre han faltado buenos pateadores últimamente.


El año pasado, el equipo aragonés marcó dos goles de 'free-kick'. El de Willian José en Lugo que, en el minuto 93, sirvió para empatar 3-3; y el de Jaime al Recreativo en La Romareda, que abrió el marcador ante los onubenses ya en la segunda mitad para acabar ganando 2-0. Fueron dos ejemplos de lo que supone tener ensayado y preparado este apartado estratégico del juego: arañar un punto fuera de tiempo y desatascar defensas tupidas e infranqueables a balón corrido.


Hace dos temporadas, la cosecha de goles de falta fue algo mejor. Cercana a la media histórica de cinco por curso. La más aceptable del último lustro. El Zaragoza de Víctor Muñoz y Paco Herrera marcó cuatro goles así. Dos de Víctor Rodríguez y dos de Diego Rico. Los dos del extremo catalán, ambos en La Romareda, sirvieron para ganar al Tenerife (3-0 al final) y, sobre todo, a la Ponferradina (el 2-1 definitivo fue el tanto de rosca por encima de la barrera del pequeño Rodríguez). Los dos del joven e incipiente Rico también acarrearon excelentes puntos. El primero, un zurdazo desde 30 metros en La Romareda, ayudó a desmontar al Córdoba, al que se ganó 2-1. El último, en Huelva, tras una falta indirecta ensayada que rozó en un defensor rival, aportó lo suyo para concluir con un 2-2 que sumó un punto.


Hace tres años, con Manolo Jiménez al frente y el equipo en Primera camino del descenso, se dio el fracaso total en este apartado, algo que lleva camino de igualar el actual bloque que dirigió primero Popovic y, desde diciembre, lo hace Carreras. No hubo un solo gol de falta del Zaragoza. Y el año anterior, solo se contabilizó uno, muy al final. Aquel de Apoño al Athletic de Bilbao en La Romareda, en plena remontada para la permanencia, que se comió Iraizoz por raso.


Atrás empiezan a quedar ya los dos 'free-kees' que marcó Gabi en la otra salvación milagrosa, la de 2011. Uno, el del día D en el manido partido en casa del Levante, anotado por la misma escuadra de Munúa. Otro, en Anoeta poco antes ante la Real Sociedad. Boutahar, al Dépor, también hizo otro ese curso de falta directa en La Romareda. Tres en total.


Desde que se marchó D'Alessandro en 2008, puede afirmarse que el Zaragoza no ha tenido un consumado especialista. Uno de esos jugadores que meten miedo a los contrincantes. En la 2009-10, el ya irregular Zaragoza solo cantó un gol de falta, el último día ante el Villarreal, del fugaz Eliseu. El año anterior, en Segunda con Marcelino, el goteo, triple, se lo repartieron Caffa (al Alavés), Zapater (al Hércules) y Ponzio (al Sevilla Atlético en un indirecto dentro del área).


El Zaragoza moderno es un equipo descastado en muchas facetas del juego y de la imagen. El caché en los lanzamientos de faltas es un apéndice más de esta pérdida de idiosincrasia. Aquí siempre hubo grandísimos lanzadores de golpes francos. En los tiempos modernos, los mejores números los presentan Señor, Acuña, Aragón, García Cortés... En un segundo vagón, D'Alessandro, Savio, Garitano... Y, en muchas temporadas donde había competencia por tirar las faltas al borde del área, también surgieron, más atomizadamente, golazos de falta de David Villa, Gustavo López, Kily González, Higuera, Nayim, Galletti, Aimar, Oliveira, Mateut, Juanito, Pichi Alonso, Antic...


El Real Zaragoza ha ganado títulos a través de este método ahora devaluado y abandonado en el vestuario blanquillo. Mítico es el gol de Rubén Sosa, aquel histórico 1-0 al Barcelona en la final de la Copa de 1986 en el Calderón. Ese es el valor máximo de un tiro libre directo. Un trofeo de los grandes, un título para el dorado palmarés de un club legendario.


Ahora, en esta abrupta liga 2015-16 que ya encara su esprín final, genera dolor ver cómo otros equipos suman puntos en los últimos siete meses a través de roscas suaves por encima de las barreras, de lanzamientos del 'folha seca' que caen a las redes contrarias, de zapatazos al palo del portero que nada puede hacer por evitar el gol de golpe franco. El Oviedo con Susaeta; el Numancia con Julio Álvarez; el Osasuna con Roberto Torres; el Llagostera con Pitu; ahora, el Bilbao Athletic con Aketxe (que estuvo fichado por el Zaragoza a mediados de diciembre pero su contratación se cayó in extremis).


Aquí, en este Zaragoza de nuestros días, nadie ha atinado. Pedro, el último día en Elche, lanzó un 'free-kee' desde el lateral del área que pegó en el palo y salió fuera. Es lo más cerca que el equipo aragonés ha estado de consumar un gol en 32 jornadas a través de este noble arte del lanzamiento directo.


¿Alguien logrará romper el lacerante cero en este aparatado estadístico que arrastra el Real Zaragoza desde agosto? Al menos, y así se ponderó en su día, en el mercado de invierno llegó Lanzarote, un refuerzo que presenta en sus credenciales varios goles de falta en su épocas en el Sabadell y el Sant Andreu. También Culio, otro de los nuevos, ha anotado alguno en su largo periplo profesional. En 10 partidos, habrá una respuesta a este enigma.

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