Albert Valentín, el nieto del calderero de La Magdalena

El secretario técnico del Real Zaragoza, catalán de Barcelona, es hijo de un zaragozano de la calle Añón que emigró a Cataluña en los años cincuenta.

Albert Valentín, secretario técnico del Real Zaragoza desde Navidad, posa para HERALDO  en la esquina de la calle Heroísmo con la calle Añón, donde estaba la casa de su padre y sus abuelos a la que vino en los veranos hasta que cumplió 15 años.
Albert Valentín, secretario técnico del Real Zaragoza desde Navidad, posa para HERALDO en la esquina de la calle Heroísmo con la calle Añón, donde estaba la casa de su padre y sus abuelos a la que vino en los veranos hasta que cumplió 15 años.
Sandra Lario

Prueba de que el mundo es un pañuelo y de que casi todo está interconectado por uno u otro camino de la vida es el caso de Albert Valentín Escolano, el secretario técnico del Real Zaragoza que llegó por Navidad al club de la mano del director deportivo Narciso Juliá.


Valentín es catalán, de Barcelona, donde nació en 1962 (el día 17, la semana pasada, cumplió 54 años). De él se sabe, a bote pronto, que jugó en la cantera del Barcelona a principios de los ochenta, que militó en el filial culé tres años y que completó su carrera profesional en el Figueras, que fue un clásico de Segunda División hasta 1993. Pero este canterano azulgrana, que se formó junto a los Calderé, Fradera, Pedraza, Carlos (el internacional del Oviedo), Viñals, Cristóbal o el zaragocista Nayim, resulta que tiene sangre aragonesa desde muchas generaciones atrás. Los Valentín son de Zaragoza.


"Mi padre, Luis Valentín, que ahora tiene 83 años, nació y vivió en la calle Añón, en el número 7. En la casa de mis abuelos, mis bisabuelos y no sé cuántas generaciones más", recuerda Albert con nostalgia en la misma calle donde pasó parte de los veranos durante sus primeros 15 años de vida. Albert Valentín ha acompañado a HERALDO a recorrer los lugares en los que creció en muchas fases de su infancia y preadolescencia, en el barrio de La Magdalena. "La casa de mi padre y mis abuelos ya no está. Ahora hay una nueva, de varios pisos. Aquel número 7 de la calle Añón era un edificio bajo, modesto, en el que todo giraba alrededor de un gran salón. De ahí salían la cocina y el resto de las habitaciones", rememora.


"Mis padres se conocieron ya en Barcelona. Mi madre es de Molina de Aragón, un pueblo de Guadalajara muy curioso porque, además de por el nombre, la gente se siente más aragonesa que castellana. Por eso, de niños veníamos siempre en verano 15 días a Zaragoza y otros 15 a Molina. Ese era el mes de vacaciones de la familia", narra el nuevo ejecutivo zaragocista.


"Con el abuelo Julián íbamos casi todo los días al Parque Bruil a bañarnos a las piscinas. Recuerdo como si fuera ahora al oso que había en medio del parque y que tanto nos llamaba la atención a los pequeños". Desde la calle Añón, apenas hay 150 metros hasta el emblemático parque de la ribera del Huerva. "Nos movíamos por la zona del Coso Bajo, por sus tiendas y sus bares. Era el lugar donde la familia hacía la vida". Valentín creció jugando, también al 'pelotón', entre la calle Heroísmo y la plaza de La Magdalena.


"Mi abuelo Julián era calderero y se dedicó a montar y mantener instalaciones de calefacción en toda la ciudad. Mi padre, Luis, me cuenta que durante un tiempo estuvo al cargo de las calderas del recién inaugurado estadio de La Romareda y que allí acudía los días de partido para controlar su funcionamiento", relata con gusto.


"Mi padre era electricista, dedicado a montajes industriales. Tras estudiar y empezar a trabajar en Zaragoza, se fue a buscar trabajo a Barcelona, como tantos otros, y acabó afincándose allí para siempre. Allí nacimos mi hermano Alfredo y yo, que soy el mayor, y las raíces familiares tiraron hacia Cataluña. Ahora, en Zaragoza, solo queda mi tía María Valentín, que tiene 90 años y vivió siempre al principio de Torrero, a un paso del Parque Pignatelli", prosigue su detallada historia el secretario técnico zaragocista.


De su hermano Alfredo Valentín, Albert también presume ufano. "Es un zaragocista acérrimo. Es socio fundador de la Peña Alfonso Soláns de Barcelona y viaja a ver al equipo infinidad de veces desde hace más de 20 años. Yo creo que su forofismo por el Real Zaragoza le viene de cuna, por la influencia de nuestra procedencia. Desde muy joven, le dio igual que yo jugase en el Barça. Siempre fue seguidor zaragocista... y así sigue. Ahora, con mayor motivo", subraya Albert.


Valentín concluye su repaso a los primeros 15 años de su vida con más anécdotas, de esas que se quedan en la mente de los más pequeños y que, con el tiempo, acaban siendo compartidas por otras muchas personas de una generación concreta. "Dejamos de venir los veranos cuando me fichó el Barcelona para sus equipos infantiles. Yo ya empezaba a jugar torneos de verano, a entrenar muy pronto en julio, y no era compatible con venir a Zaragoza o a Molina. Así que se acabaron aquellos viajes largos y épicos por la vieja carretera de Los Monegros. Éramos de los que hacíamos siempre dos paradas: en el alto de La Panadella y en El Ciervo, en Bujaraloz. A veces, para refrescar el radiador del coche con agua fría porque veníamos con más de 40 grados y cargados hasta el techo", concluye Albert Valentín, uno de tantos catalanes hijo de aragonés o aragoneses que emigraron en busca de trabajo y estabilidad ecónomica en los años más duros de la posguerra española, en el siglo pasado.



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