Debacle del Real Madrid en Montilivi

El Girona desarbola al vigente campeón en un partido de ida y vuelta en el que los blancos volvieron a mostrarse desatinados arriba y endebles atrás.

Cristiano Ronaldo, cabizbajo, tras el segundo gol del Girona.
Cristiano Ronaldo, cabizbajo, tras el segundo gol del Girona.
Albert Gea/Reuters

Montilivi dejó en trece la racha de partidos ganados por el Real Madrid de forma consecutiva a domicilio, aunque poco importa eso para un equipo que se queda a ocho puntos del Barça y a cuatro del Valencia y que, rebasado el primer cuarto de Liga, no tiene visos de enmendar su desatinado inicio de curso, al menos a tiempo para pelear por revalidar el título de la principal competición doméstica que levantó la pasada campaña. Frente a un rival aguerrido y que encaró el encuentro con determinación, los blancos volvieron a pagar su falta de cabeza y temple, la entrega permanente a un ida y vuelta del que habitualmente suelen salir vencedores pero que en la presente temporada, fruto de la ansiedad con que afrontan los choques, les está pasando una factura que va camino de no poder satisfacer a tiempo.

Ganó con justicia el Girona, que superó en ganas al vigente campeón, algo hasta cierto punto entendible, pero que se llevó también la partida táctica, con dos carrileros que atormentaron de continuo a los desbordados laterales del cuadro merengue, un cuadrado mágico que Zidane no fue capaz de desentrañar, y dos puntas que clavaron el puñal en un conjunto en el que volvió a no haber noticias de Cristiano Ronaldo y en el que, para más inri, acabó renqueante Isco, una de las pocas luces que aún permanecen encendidas en la 'casa blanca'.

Planteó el Girona un duelo intenso, con una aguerrida presión que provocó permanentes imprecisiones de los visitantes. Entendió la escuadra rojiblanca que cuanto más adelante robase la bola, más opciones tendría de amenazar la meta de Casilla. Tuvo el gol por esa vía hasta en dos ocasiones, primero en una falta que dejó a Portu solo con el guardameta tarraconense y casi a renglón seguido en un centro-chut de Maffeo que se envenenó y besó el palo. Acción esta última que provocó el enfado de Zidane, disconforme con el modo en que sus pupilos abordaban el encuentro. Especialmente superado se vio a Marcelo, que no acaba de recuperar el tono físico que tenía antes de caer lesionado frente al Betis.

Aplicó entonces el vigente campeón a su técnico el sedante futbolístico por excelencia: el gol. Recogió Sergio Ramos el cuero que décimas de segundo antes había impactado en la madera y se lo entregó a Benzema, que abrió a la izquierda para la incorporación de Cristiano Ronaldo. Repelió Bono el latigazo cruzado del luso, pero dejó la pelota para que Isco remachara a placer. El Real Madrid, que sufría con la profundidad de los carrileros del Girona, mojaba a la primera; el Girona, que se imponía por coraje y fútbol, veía penalizada su falta de acierto con la desventaja en el marcador.

Se había topado el Real Madrid con uno de esos duelos de ida y vuelta que tanto gustan a los depredadores blancos. Dejaba el Girona muchos metros libres a la espalda de sus zagueros y especialmente de sus verticales carrileros, por lo que los centrocampistas del cuadro visitante se prodigaron en balones largos y cruzados a la búsqueda de Cristiano y Benzema.

Un equipo quebradizo

Entrañaba sin embargo el choque para el Madrid el riesgo de que el Girona desnudase también los problemas defensivos de su adversario. Los evidenció Sergio Ramos con una mala cesión que a punto estuvo de costarle un serio disgusto a Casilla. Más fiable se mostró Varane, que en su encuentro número 200 vistiendo la elástica merengue efectuó un compendio de sus virtudes -dominio del juego aéreo, velocidad y un extraordinario sentido de la anticipación- hasta que el físico le traicionó y Zidane tuvo que dejarle en la caseta en el intermedio para meter a Nacho.

Fue con todo la madera la que salvó a los blancos en un primer tiempo en el que se permitió demasiadas alegrías para un equipo que comanda el marcador y además ante un rival inferior. Primero Maffeo y luego Portu probaron el amargo sabor de un tanto cantado pero no consumado. El murciano fue una pesadilla constante y de no ser por el palo y por la providencial aparición de Varane en la recta final del primer tiempo, habría ajusticiado los muchos desajustes de la zaga visitante.

Podía suceder cualquier cosa con semejantes concesiones. Tan concebible era que el Real Madrid golease como que el Girona empatase. Ocurrió esto último, a mayor gloria de Pere Pons, que tras un impecable slalon metió el balón en el área, donde lo recogió Stuani después de que Nacho no lo consiguiese sacar y, con un zapatazo ajustado al palo, batió a Casilla. Dejó tocado el tanto al cuadro visitante, que sin tiempo para recuperarse sufrió otro golpe en la mandíbula cuando Portu golpeó con la espuela un rechace a disparo de Maffeo para anotar una diana que le devolvía al Girona lo que la madera le había hurtado en la primera parte. Pareció en fuera de juego el murciano, pero el gol hizo justicia a la mayor determinación con que la escuadra rojiblanca afrontó el choque.

Parco en ideas, al Real Madrid sólo le quedaba encomendarse a lo que tantas veces le ha dado éxito, la heroica. La buscó Zidane revolucionando el esquema al retirar a sus dos laterales titulares para dar carrete a Lucas Vázquez y Marco Asensio. Dejó tres atrás para lanzarse a tumba abierta en busca de una victoria que le permitiese seguir persiguiendo la estela del Barça. Una apuesta tan arriesgada como inevitable dado lo acuciante de la situación que, como ya ha sucedido en otros partidos de este curso, no tuvo el fruto apetecido. 27 años hacía que el Real Madrid no perdía en su estreno ante un recién ascendido a Primera, una muestra más de que el campeón no es lo que era el pasado curso.

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