Real Madrid

Polémico hasta el final

Su herencia refleja una fractura en la afición blanca, dividida a favor y en contra del técnico portugués.

Mourinho, foco de atención antes del partido
Mourinho, polémico hasta el final
EFE

El último día de José Mourinho al frente del banquillo del Real Madrid, el de su despedida del público del estadio Santiago Bernabéu, sacó a la luz una última herencia que refleja una fractura en la afición blanca, dividida a favor y en contra del técnico portugués.


El verdadero plebiscito de Mourinho, no aquel que escenificó en el partido de Liga ante el Atlético de Madrid con menos de 10.000 espectadores en el campo, lo vivió el luso en su último día al frente de un club en el que ha pasado tres cursos.


Había otras posibles despedidas, pero esa, la única segura, era la más esperada y mediática. En un partido sin trascendencia, con Osasuna como testigo, la hinchada blanca se preparó para dictar una sentencia definitiva a la labor de uno de los entrenadores más mediáticos y polémicos que han pasado por la casa blanca en las últimas décadas.


Antes del pitido inicial, Mourinho se encargó de dejar para el recuerdo una última "travesura". Con Diego López lesionado, la lógica imponía a Iker Casillas en el once titular. Sin embargo, no convocó al capitán blanco evidenciando una vez más el divorcio entre ambos. Para rizar el rizo, sorprendió con Jesús Fernández bajo los palos en la alineación. Antonio Adán, aquel que un día estuvo en mejor forma que Casillas, se sentó en el banquillo resignado.


Con esa última decisión, todos los argumentos estaban encima de la mesa para el juicio final del técnico luso. Sus tres títulos - Copa, Liga y Supercopa-, una última temporada huérfana de trofeos importantes, e innumerables actuaciones más que criticables en las que cargó contra entrenadores, instituciones, jugadores y todo lo que se le pudiera ocurrir, servirían para dictar sentencia.


Se hizo por partes. La primera, llegó cuando por megafonía se cantaron las alineaciones. El último en ser nombrado fue Mourinho. Fue bastante más pitado que aplaudido. Los partidarios y los contrarios se esforzaron en intentar hacer prevalecer su criterio. Ganaron a los puntos los más críticos.


Antes del segundo capítulo, un momento de unión. Cristiano, fuera de la convocatoria, bajó al césped para recoger una placa. No se escuchó ni una sola crítica. Sólo hubo aplausos, una ovación cerrada.


Inmediatamente empezó el partido y la zona de los ultras sur corearon el nombre de José Mourinho. Una pequeña parte del estadio madridista apoyó a los hinchas más radicales. El resto del público, la mayoría, silbó. Y mientras, Mourinho aparecía muy tarde por el banquillo.


Entonces, la prensa gráfica, con el partido en movimiento, se arremolinó en torno al portugués. El árbitro Miguel Ángel Pérez Lasa tuvo que parar el duelo mientras los fotógrafos fueron dispersados por la seguridad del estadio.


Nada podía ser tranquilo en su despedida. Ni antes, ni durante el encuentro. A lo largo de noventa minutos se repitió la misma escena. Unos coreaban su nombre y otros silbaban. Sólo varió el teatro al final, cuando los ultras innovaron con un cartel: "Mourinho, gracias por luchar contra viento y marea".


El "viento y la marea" debió ser la prensa, a la que calificaron a gritos como "terroristas" en varias ocasiones. Los medios de comunicación debieron tener, a juicio de los ultras, la culpa de todas las actuaciones de Mourinho, que sí que recibió una calurosa felicitación de Michael Essien cuando marcó su gol.


El partido casi no importó. No interesaron las posibles despedidas de muchos jugadores como Gonzalo Higuaín, José Callejón, Ángel Di María, Ricardo Carvalho (fichado por el Mónaco) o el mismo Essien. El protagonista era Mourinho. Siempre Mourinho. Desde el principio hasta el final lo acaparó todo. Al final saludó a sus más acérrimos desde la banda. Solo al fondo sur.


Tras el pitido final, cerca de 10.000 espectadores esperaron un nuevo saludo de su entrenador. Lo consiguieron. Mourinho salió quince minutos después del final del partido y volvió a saludar. Siete ultras tuvieron bajaron al banquillo para abrazarle y hacerse fotos con él. Ese fue su final, junto a los radicales. Pero la realidad es que este año se fue en blanco, con pocos títulos en tres años y dejando una herencia preocupante: una afición fracturada.