"Los jugadores de la casa merecían despedirse de la afición"

Cuando se cumple un año de la desaparición del BM Aragón, Lozano, Sorli, Ariño o Lancina recuerdan cómo ocurrió todo.

Amadeo Sorli, gran capitán del BM Aragón, en imagen de archivo.
"Los jugadores de la casa merecían despedirse de la afición"
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La plantilla del BM Aragón era consciente de que la situación del club era angustiosa, pero no imaginaba un final tan precipitado. El primero en conocer la decisión de abandonar la Liga Asobal fue Demetrio Lozano y, como entrenador-jugador, se encargó de transmitir la fatal noticia al resto. Una última conversación a la desesperada con la directiva no surtió efecto. Ya no había forma de dar marcha atrás. Ni siquiera iban a disputar el siguiente encuentro frente al Sinfín cántabro. La afición se quedó sin la oportunidad de despedir a sus jugadores, que decidieron ofrecer una rueda de prensa para explicar lo sucedido.

“Propusimos jugar sin cobrar hasta el final de temporada, pero la directiva no entró en razón. Yo me encargué de hablar con los chicos para decirles que el adiós era definitivo. Al día siguiente, convocamos a los medios de comunicación para dar la cara”, recuerda, un año después, Lozano. “Fue un episodio horroroso. Principalmente, por personas como Amadeo Sorli, que ha dado su vida por este equipo”, añade el madrileño, y lamenta que el gran capitán no tuviese el “homenaje” que merecía.

“Me quedó el gusanillo de terminar la competición regular o, al menos, disputar un partido con mi gente”, valora el propio Sorli, y reconoce que llevaba varios años planeando la retirada. “Tenía una edad que ya me tocaba, pero por la ilusión y compartir vestuario con compañeros que son amigos, seguía. Iba a ser mi último año, pero esperaba otro desenlace”, confiesa el que fuera uno de los iconos de la época dorada del balonmano zaragozano.

"Disfrutamos temporadas preciosas, pero, poco a poco la historia fue cambiando. Ya no nos metíamos en Europa y había dificultades económicas. Para los que llevábamos tanto tiempo supuso un golpe duro. También por los chavales que venían peleando detrás”, prosigue Sorli, que ejercía de coordinador de la cantera y se implicó en un nuevo proyecto. “Nos reunimos los padres, los jugadores y los entrenadores para intentar darle continuidad a la cantera. Pensamos que lo mejor era crear un nuevo club contando con los chavales. Así surgió el Balonmano Almogavar, que tiene cinco equipos de escuelas y otros 10 desde categoría infantil hasta sénior”, explica el zaragozano, antes de asegurar que ve complicado que la ciudad vuelva a tener representación en la élite a corto plazo.

Así, los talentos aragoneses solo tienen la opción de jugar en Asobal con el Bada Huesca, club al que fue a parar Javier Ariño, otro de los pesos pesados del desaparecido BM Aragón. “Nos queda la espina de no haber tenido la oportunidad de despedirnos de la afición. Éramos mucha gente de la casa y merecíamos tener un último encuentro con los nuestros. Yo, personalmente, llevaba toda la vida vinculado al club. La desaparición, más allá de lo deportivo, me supuso un palo anímico. Los días posteriores fueron muy raros porque no sabía qué hacer”, comenta Ariño, que actualmente alterna los estudios de la carrera de Medicina con el deporte profesional.

“Por las mañanas voy a clase y por la tarde entreno en Huesca. Echo de menos la comodidad de no tener que moverme de Zaragoza y los momentos que viví en el vestuario. Éramos un grupo humano excepcional”, completa el extremo izquierdo, y destaca la relación que sigue manteniendo, entre otros, con Borja Lancina. “Seguimos quedando a menudo. Lo mejor que tiene el deportes es eso: las amistades que haces”, comenta, sobre un jugador que debutó en Asobal con el BM Aragón y esta temporada firmó por el Bidasoa.

“La retirada llegó cuando mejor me encontraba físicamente. Acababa de superar una pubalgia y estaba jugando a buen nivel. Todo pasó muy rápido; no tuvimos tiempo para asimilar lo que estaba pasando. A los pocos días, empecé a entrenar con el Granollers -equipo en el que se formó- y en verano me uní al Bidasoa”, recuerda Lancina, que conoció a su novia en Zaragoza. “Sigo manteniendo relación con la mayoría de mis excompañeros porque voy a visitarlos con frecuencia. Lo mejor que me llevo es el recuerdo de mi primer partido en la máxima categoría y el haber conocido a personas tan maravillosas”, concluye.

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