REAL ZARAGOZA

Aparece Lafita, aquel enganche del Deportivo

El aragonés firmó en Valencia su mejor actuación desde que, hace dos veranos, el Zaragoza lo repescó de La Coruña. Y lo hizo jugando por fin en su sitio: como segundo punta.

Lafita se abraza a Gabi y celebra con Pinter el gol del míercoles pasado en Sevilla ante el Betis.
Aparece Lafita, aquel enganche del Deportivo
EFE

Ángel Lafita fue, sin duda, una de las más agradables apariciones en el Real Zaragoza que empató el sábado en Valencia. El aragonés, dentro de la mejoría general de todo el equipo, se erigió en el principal actor del mecanismo ofensivo del once inicial. Lafita se encargó, en la mejor primera parte del cuadro blanquillo fuera de casa en los últimos cuatro años, de dar sentido y profundidad al nuevo esquema táctico de Gay, ese 5-3-2 que ha surgido como flotador postrero del entrenador cuando los problemas y los resultados empiezan a ser agobiantes y amenazadores dentro del vestuario.


Lafita, ubicado como segundo punta, desarrolló todos los movimientos necesarios para que el Real Zaragoza diera, como hacía tiempo no sucedía, la imagen de un equipo con empaque, con poderío en ataque, con verticalidad, con peligro y con sentido colectivo en los contragolpes. En Mestalla, el Real Zaragoza dio miedo a su adversario, el potente Valencia de 'Champions League'. Lo hizo principalmente en la primera parte, con especial énfasis en el cuarto de hora inicial. Fue el tiempo que le duró la gasolina a Lafita, cuyo derroche físico resultó extraordinario en ese marco temporal.


Cada vez que los tres centrales (Lanzaro, Jarosik o Contini) cortaban un balón en las inmediaciones del área de Doblas, Lafita arrancaba desde la línea divisoria del campo en busca de espacios libres para recibir el balón en carrera. A veces, le llegó directamente de los zagueros. Otras, tuvo el paso intermedio de los centrocampistas encargados de ligar el juego de corte con la transición hacia el área rival: Gabi y Jorge López. En una tercera vía de suministro de balones, fueron los laterales (Diogo y Ponzio) los que encontraron por delante siempre a un amigo: Lafita.


El zaragozano jugó por tercera vez en siete días en su posición natural, la de toda la vida desde crío: media punta o segundo delantero, con campo abierto y sin limitaciones espaciales. Son los tres partidos en los que Gay ha decidido, a la desesperada, proponer una defensa con cinco piezas, un medio campo con tres y un ataque a dúo.


El estreno de Lafita en su posición preferida fue de forma accidental. El día del Barcelona, el canterano era suplente hasta diez minutos antes del inicio del choque, cuando se lesionó Sinama-Pongo-lle y Gay debió buscar alternativa. Lo natural hubiese sido apostar por el otro ariete puro, Marco Pérez, pero se decantó por Lafita para ubicar a Braulio (que iba a entrar por la derecha) como referencia. Ese día en La Romareda, el '17' blanquillo ya tuvo media hora notable, en la que apuntó maneras similares a las que le hicieron triunfar en el Deportivo hace dos temporadas. Cuando Braulio se quedó solo ante Valdés y pudo marcar el 1-0, el contragolpe tuvo el sello de Lafita desde su gestación en el desmarque hasta el pase final.


El miércoles, en Sevilla, Gay repitió ese mismo ataque. El aragonés volvió a mostrar su actividad, aunque con menos brillo, en la primera parte del lance. Tuvo una ocasión en el minuto 15 que envió fuera, cruzada por poco. En la segunda parte, abrió los espacios en las dos jugadas de Braulio en las que pudo haber penalti (solo la segunda fue pitada por el árbitro).


En ambos casos, contra el Barça y el Betis, Lafita acabó reventado físicamente y tuvo que irse a la ducha a falta de algo menos de media hora. La tendinitis crónica de la que fue tratado durante todo el verano y que ya arruinó en parte su campaña el año pasado (el de su duro y polémico regreso a Zaragoza desde La Coruña), aún le sigue pasando factura al no estar todavía en plenitud física.


Un jugador de primer nivel


Y este sábado en Mestalla, el rodaje previo dio sus frutos. El primer tiempo de Lafita resultó sobresaliente, propio de un jugador de primer nivel. Desequilibrante, poderoso en la zancada y el desborde, listo en las diagonales, eficaz en los apoyos al delantero (Braulio) y a la gente que llegaba desde atrás (Gabi, Jorge López y los laterales). Le faltó la guinda de marcar el gol que tuvo, mano a mano ante Moyá, tras una pared engendrada por él mismo y que Braulio le devolvió en el área con un gran taconazo. Los pies del portero local abortaron lo que pudo se el 0-2 y, probablemente, la puesta en valor, por fin, de un Lafita con hechuras de gran jugador.


En definitiva, emergió con la camiseta del Zaragoza ese futbolista relevante que creció y se manifestó en Riazor a las órdenes de Lotina (curiosamente, con un sistema idéntico al utilizado ahora por Gay aquí). No como interior pegado a una banda (da igual la diestra que la zurda), como tanto lo ha utilizado Gay o, antes Marcelino. No como delantero centro, como llegó a jugar el año pasado cuando el técnico asturiano no tenía más cera. Como Lafita ha dicho mil veces, su sitio es la media punta.