La meta más exigente de los cadetes

33 miembros de la Academia General Militar, liderados por el teniente coronel Gutiérrez, competirán en los 101 kilómetros de Ronda que reunirá a 7.500 participantes.

Un grupo de cadetes de la Academia General Militar corren por el campo de maniobras de SanGregorio, ayer, durante un entrenamiento.
La meta más exigente de los cadetes
Laura Uranga

El valor es una de esas tantas características innatas que se le presupone a cualquier militar. Pero, como no solo de valentía y coraje vive este colectivo, los actuales cadetes de la Academia General Militar de Zaragoza (AGM) preparan desde el mes de noviembre una de sus metas más exigentes. Alejados de las rutinarias clases, pero tutelados bajo el mismo rigor y disciplina, 33 de sus miembros trabajan para disputar el próximo 13 de mayo una de las carreras más duras del panorama nacional, la 101 kilómetros La Legión. Una cita de carácter cívico-militar que consta de un tiempo límite de 24 horas para completar ese imponente recorrido, que registra un desnivel de hasta 3.000 metros. La prueba está compuesta por dos categorías: corredores y ciclistas (estos últimos disponen de 12 horas para cruzar la línea de meta). El paso del tiempo y el constante éxito de participación –cuenta con 7.500 inscritos– la ha convertido en todo un referente nacional dentro del calendario de ultrafondo. A la cita, como viene siendo habitual en los últimos años, se desplazará un combinado liderado por el teniente coronel Julián Gutiérrez, que a sus 53 años disputará su sexta edición de manera consecutiva.

"Hay cerca de 30.000 personas que quieren participar. Se abre el plazo un día a una hora y, en apenas segundos, el cupo ya está cubierto. Yo siempre digo que lo más duro de esta carrera es conseguir dorsal", bromeaba Gutiérrez antes de calzarse las zapatillas para llevar a cabo su única sesión de trabajo semanal, habitualmente programada para el miércoles. La proximidad del evento hace que las cargas sean cada vez menores, para tratar de viajar a Andalucía en las mejores condiciones. "Debido al exigente plan de estudios que llevan los cadetes, solo podemos dedicar un día a entrenar. Al margen de las clases, solemos hacer diferentes tiradas, desde 12 kilómetros hasta la máxima que fue 55", relataba con serenidad.

Pero, a pesar del esfuerzo extremo al que se ve sometido el cuerpo humano, el conjunto de la AGM ha aglutinado importantes éxitos en las últimas ediciones. "El año pasado llegamos después de 11 horas y 14 minutos, dos horas más tarde que el vencedor. En los últimos cinco años hemos conseguido dos primeros puestos, dos segundos y un tercero, por lo que ojalá podamos mantener esa línea", indicaba.

Él será el encargado de liderar un grupo compuesto mayoritariamente por jóvenes cadetes, de entre tercer y cuarto curso, cuyo principal requisito para poder participar en la competición es un intachable expediente académico. "Todos los que van mal en los estudios están fuera. El objetivo es que aprendan a prepararse en equipo, que sean conscientes de la dificultad que tiene. Además, aporta otros valores como el compañerismo y la capacidad de vencer. En los momentos fáciles todo el mundo es tu amigo, pero cuando estás sufriendo de verdad, cuando sientes que te quedan pocas fuerzas pero tienes que ayudar a un compañero que va peor que tú, entonces es cuando se demuestra la valía de un hombre", aseguraba el teniente coronel.

La importancia de la mente

Pero, además de un impecable expediente, Gutiérrez considera "fundamental" una buena preparación psicológica para este tipo de carreras tan exigentes. "No sé si es más importante que la condición física, pero, como mínimo, igual de importante. Hay que aprender a sufrir, a conocerse a sí mismo... La llegada a meta es una alegría inmensa. Muchos cadetes lloran de alegría ya que es una mezcla de muchísimos sentimientos después de tantas horas corriendo", confiesa.

Esa llegada esconde una sensación "inenarrable" que anuda unos lazos entre militares que perduran para el resto de sus vidas. "Hay ocasiones que cuando al día siguiente vas a recoger los reconocimientos, todavía hay gente llegando. Es duro, se pasa mal y tienes que ir vigilando y animando, sobre todo a los más jóvenes. Para este tipo de pruebas es mejor tener más edad, ya que es muy larga e ingrata. El fracaso es algo que siempre puede ocurrir, pero intentamos minimizar su probabilidad. Los cadetes me llaman con los años para recordarlo y es algo precioso", admite.

Ni el paso del tiempo ni la dureza de la prueba han mermado ni un solo ápice la ilusión y las ganas del teniente coronel Gutiérrez, que después de miles de kilómetros en sus piernas aglutina cientos de anécdotas. "Recuerdo que en la primera edición un cadete se deshidrató, tuvo muchos problemas e incluso llegamos a ir a avisar a la ambulancia para retirarnos. Con masajes, hidratación y los ánimos de sus padres, que estaban allí viéndolo, conseguimos llegar. Lo ideal es mantener un ritmo cardíaco que no pase de las 160 pulsaciones. Como decía Camilo José Cela, el infante cuando dice que no puede más, simplemente ha llegado al 30% de sus posibilidades", concluye.

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