Everest, en invierno y sin oxígeno

El vizcaíno Alex Txikon persigue la primera ascensión de la historia en la temporada fría y sin aporte artificial. El ataque a la cumbre será en febrero.

Subir el techo del mundo en pleno invierno y de la manera más pura, sin la utilización de oxígeno artificial. Es la nueva aventura en la que se encuentra inmerso el himalayista Alex Txikon. Es, sin duda, el reto más extremo de su carrera, incluso uno de los mayores desafíos actuales en el mundo del alpinismo, si no el mayor de todos. El vizcaíno partió el 25 de diciembre hacia Nepal sabedor de lo que se va a encontrar en el Everest (8.848 metros): temperaturas de menos 60 grados y vientos huracanados de 150 kilómetros por hora en una cumbre que se encuentra rozando la estratosfera. Pero Txikon, que plantea atacar la cumbre a finales de febrero, no teme el riesgo.


El montañero de Lemona alcanzó notoriedad mundial el pasado el 26 de febrero al ser el primer alpinista, junto a Simone Moro y Alí Sadpara, en escalar el Nanga Parbat en la temporada fría. Ahora, aspira a repetir esta gesta lograda por el mítico polaco Krysztof Wielicky y su compañero Leszek Cichy, en 1980, aunque entonces fue una ascensión con oxígeno artificial y apoyándose en una expedición de veinte miembros.

 


Alex Txikon sabe que va a necesitar "paciencia, mucho compromiso y suerte" para conquistar su ambiciosa meta. De la dificultad de la tarea da idea el hecho de que en los últimos 23 años nadie ha intentado escalar el Everest en esta estación. El vasco llegó el 5 de enero al campo base del Everest (5.250 metros) con un equipo de personas muy corto, ninguno de renombre internacional. Su compañero es Carlos Rubio (28 años) con una prometedora carrera profesional por delante. Su última actividad puntera fue la escalada en los Alpes de la reputada y comprometida ruta ‘Divina Providencia’, considerada la vía más difícil de roca que lleva al Mont Blanc. Esta subida le valió el premio federativo a la mejor actividad del alpinismo europeo.


Los otros dos miembros de la expedición son dos conocidos cámaras de montaña, también alpinistas: Aitor Bárez y Pablo Magister. Ambos están rodando el desarrollo de la odisea para convertirla en una innovadora película, en la que se intentará mostrar la soledad y el aislamiento de los alpinistas durante esta aventura invernal. Al grupo se han unido siete sherpas.


"Es un verdadero lujo ser la única expedición en el campo base, puesto que durante el año, suele estar masificado. Pero, por suerte, en invierno, somos los únicos habitantes a los pies del techo del mundo. Tengo muy buenas sensaciones, me siento con mucha fuerza y ganas", cuenta en su blog Txikon, que el pasado día 9 comenzó su asalto a la cascada de hielo del Khumbu.


El equipo ha tenido que portear mucho peso por un terreno técnico, difícil y exigente. Durante ocho días ha fijado con cuerdas y escaleras un laberinto de seracs, bloques grandes de hielo en un glaciar fragmentado por importantes grietas, cuya rotura se debe al movimiento del hielo por zonas donde la pendiente se quiebra. "A 5.600 metros pasamos por debajo de un serac que no me aporta nada de confianza, pero soy optimista y lo afronto sin piedad. En ese momento, nos adentramos en un tramo de bloques y bolas de hielo.


Es el principio de un tramo de 150 metros al que he denominado ‘el corredor de la muerte’. Una zona que hace que el aliento se congele, y que nuestros corazones latan aún más rápido. La verdad es que impresiona muchísimo, puesto que a ambos lados los seracs no dejan a nadie indiferente. Sin duda alguna, hemos hecho el esfuerzo de controlar y afrontar nuestros miedos", relata Txikon, que ha hollado once ochomiles. El viento concedió una ventana de buenas condiciones a la cordada, que subió hasta los 6.050 metros para establecer el primer campo de altura.


A partir de ese punto, pasada la cascada, Alex Txikon, Carlos Rubio, Aitor Bárez y Pablo Magister prepararán la montaña solos, con el esfuerzo que supone el acarrear el material. Irán por la ruta normal, la sur, y su idea es instalar cuatro campos de altura. "Queremos demostrar al mundo que los límites están para intentarlos y, quizás, romperlos. Pero siempre con la cabeza fría, midiendo cada momento y respetando tanto a la montaña como a nosotros mismos", concluye Txikon.

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