"Un buen líder se debe hacer respetar con argumentos, credibilidad y justicia"

Patricia Ramírez, psicóloga que ha trabajado en equipos como el Betis o el Mallorca, analiza la importancia de la mente en el deporte y en la vida y desgrana las claves para ser un buen líder.

Patricia Ramírez posa con un balón
"Un buen líder se debe hacer respetar con argumentos, credibilidad y justicia"

Ayer participó en una mesa redonda con tres entrenadores de equipos aragoneses de elite, Ranko Popovic, Joaquín Ruiz y Demetrio Lozano. ¿Qué consejos les daría?


Como los tres ejercen un liderazgo bueno, que sigan haciendo lo mismo que hasta ahora. Conozco a los tres y creo que tienen un liderazgo muy democrático, orientado a las personas, gestionando desde la razón y el argumento y no desde la imposición y el autoritarismo.


Es curioso el caso de Demetrio Lozano, que ejerce a la vez como entrenador y jugador en el Balonmano Aragón. ¿Cómo se gestiona esa situación?


Cuando eres una persona honesta lo puedes gestionar bien. Hace falta madurez, experiencia, tener claro el objetivo grupal y, a partir de ahí, un poco de sentido común. Demetrio simboliza todo eso. Además, un líder siempre tiene que dar ejemplo a la plantilla. No siempre tiene que ser haciendo lo mismo que ellos, pero sí comportándote conforme a la escala de valores que quieres tener en el grupo.


Su nuevo libro se llama 'Así lideras, así compites'. ¿Qué cualidades debe tener un buen líder?


Muchas. Yo he puesto hasta 15. Pero una de las principales es ser un modelo de conducta, no pedirle a la gente con la que trabajas que no haga cosas que tú no serías capaz de hacer. También el respeto hacia las personas, la comunicación clara o adecuar el estilo de liderazgo a cada persona, ya que hay gente que para rendir más necesita ser presionado y otra tener más libertad. Creo que un líder tiene que estar centrado en las cosas buenas que aportan los miembros de su grupo en lugar de solo corregirles. Esto vale para cualquier persona que tenga que ejercer un liderazgo: para padres y madres de familia, profesores, para cualquier jefe en una empresa…


¿Cómo consigue un líder ser respetado?


Un líder, por ejemplo, un entrenador, consigue el respeto con argumentos, teniendo credibilidad. Si tienes ya una reputación ya tienes credibilidad, pero si no tienes reputación se consigue siendo justo, tratando al grupo por igual, usando un lenguaje optimista, centrándote en las soluciones a los problemas, teniendo argumentos sólidos para guiar a tu gente y siendo una persona dinámica.


Lo de tratar a todo el mundo por igual es difícil, y más en el vestuario de un equipo de élite…


Con tratar por igual no me refiero a que con todo el mundo se ejerza el mismo estilo de liderazgo, porque eso es algo equivocado. Me refiero a que no puedes ser injusto y prestar más atención a unas personas que a otras. En un grupo siempre hay gente que te cae mejor, que coinciden con tu escala de valores o con los que hay química y otros con los que no, pero si a estos les dejas de prestar atención les estás apartando. Pero no se puede tratar a todos por igual, porque somos diferentes.


Pero siempre hay gente indiscutible que tiene ciertos privilegios. ¿Cómo llevan eso el resto de miembros del grupo?


En un vestuario de niños tienen que jugar todos independientemente del talento que tengan, pero en uno profesional hay un objetivo grupal muy orientado a los resultados: permanecer en Primera, ganar la Liga… Para conseguir estos resultados cuentas con una serie de talentos, y hay gente con mucho más talento que otra. Todos los miembros de un vestuario conocen la dinámica y saben que hay jugadores indiscutibles. Forma parte de las reglas de juego.


¿Cuál es la mejor forma de mantener motivado a un grupo?


La gente tiene que tener algo por lo que luchar, objetivos grupales e individuales. Pero también tiene que haber un buen ambiente de trabajo, sentimiento de pertenencia al grupo, empatía y un compromiso recíproco por ambas partes.


A veces pensamos en comenzar nuevos retos, ya sea deportivos, personales o laborales, pero nos cuesta encontrar la motivación necesaria para comenzarlos, o incluso nos da miedo el riesgo o esfuerzo que puede suponer...


Tenemos que aprender a lidiar con el error. Cuando te enfrentas a un nuevo reto existe la posibilidad de que en algún momento fracases, pero si contemplas el error como algo que no te puedes permitir nunca te atreverás a hacer cosas nuevas. Tienes que salir de la zona de confort, y entonces aprendes a lidiar con la emoción de la incertidumbre, con el miedo, con la ansiedad… Y en lugar de verlo como algo molesto, verlo como algo que forma parte del progreso.


¿Y para mantener la motivación a largo plazo o cuando los resultados tardan en llegar?


Establecer objetivos a corto plazo. Hay un objetivo final, pero por el camino hay otros pequeños objetivos que nos van ayudando a conseguir la meta última. Es importante disfrutar del camino, de las cosas que vamos haciendo en el recorrido.


Durante estos años, mucha gente ha vivido situaciones negativas que quizás nunca habían pensado que les podrían afectar: desempleo, problemas económicos... ¿Cómo se afrontan estas situaciones?


Parte de esos problemas no son controlables. Pertenecen, como yo lo llamo, al mundo inútil. El mundo útil es el lugar en el que puedes controlar la situación. Por ejemplo, buscar activamente un trabajo. El mundo inútil es estar estresado en un puesto de trabajo pensando que lo vas a perder. Cuando centramos la atención en las cosas que no dependen de nosotros nos sentimos muy frustrados. Lo que tenemos que hacer es centrarnos en aquello en lo que podemos influir: buscar trabajo, formarte, crear contactos… Eso no nos asegura el éxito, pero aumenta las opciones de conseguirlo y evita que perdamos el tiempo en aquello que no depende de nosotros.


¿Ser demasiado ambicioso es incompatible con la felicidad?


No. Querer ser perfecto sí que es incompatible con la felicidad. Hay una ambición sana, que es la relacionada con el esfuerzo y la superación. Pero ser perfecto es imposible.


Trabajó con Pepe Mel en el Betis el año que lograron el ascenso. ¿Qué importancia tiene la psicología en un reto de esas características?


Mucha. La Segunda División es muy difícil. Hay que mantener una actitud de superación constante, no te puedes hundir en ningún momento. Cuando empecé a trabajar con el Betis, Pepe Mel me dijo que había que ascender sí o sí. Yo lo plantee de la siguiente forma: el primer día estábamos ascendidos, así que pensé en qué podíamos hacer para que se cumpliera. Se trabajó con mucha ambición y perseverancia pese a que hubo momentos duros.


Pero... ¿Si te marcas un objetivo tan ambicioso y las cosas empiezan a salir mal?


Estuvimos cinco partidos sin ganar. En esos momentos trabajamos la confianza y la búsqueda de oportunidades. Eso de “a ver si cambia la racha” no me vale. Hay situaciones que no podemos controlar, pero en muchas otras sí que podemos influir.


Este año hay varios equipos en Segunda, como el propio Betis, el Valladolid o el Real Zaragoza, a los que casi se les exige regresar a Primera. ¿Es difícil canalizar esa presión?


Se afronta con mucha responsabilidad y llevando el foco de atención a las cosas que controlamos. El generar presión y estar pensando continuamente en los resultados no hace que alguien rinda más. Para rendir, las personas deben tener tranquilidad y la confianza de que la gente sigue apoyando. No hay que centrarse en el resultado, sino en el rendimiento. Hay muchas variables psicológicas que se pueden entrenar. ¿Pero en qué porcentaje el éxito de un deportista depende de la mente y en cuál del cuerpo? ¿Y cuánto se entrena la psicología? Prácticamente nada. No hay que decirle a la gente que se concentre, sino enseñarle cómo hacerlo.


Lo de no centrarse en los resultados es difícil en el deporte profesional, que tanto depende de ellos, y más cuando hay miles de personas pendientes de que ganes, empates o pierdas.


Para abstraerse de eso tienes que concentrarse en otra cosa. A tu mente no le puedes decir que no quieres pensar en eso, porque solo consigues que se expanda. Tienes que darle otra alternativa en la que se pueda controlar. Por ejemplo, en el rendimiento, porque eso sí depende de ti. Dependemos de los resultados, pero si solo pensamos en ellos no somos más responsables ni más eficaces. Estuve el otro día con Paco Jémez y dijo que se hizo entrenador para disfrutar de su equipo, no para conseguir resultados. Pero cuando consigues lo primero, normalmente llega todo eso.


Hay muchos ejemplos de equipos confeccionados para objetivos muy altos que han acabado fracasando. Por ejemplo, el Real Zaragoza de la temporada 2007/08, que con un proyecto muy ambicioso acabó en Segunda.


Muchas veces nos pasamos de expectativas y las tenemos tan a largo plazo que nos olvidamos del presente, que es donde hay que luchar. Y un equipo lleno de talentos no tiene por qué hacer un equipo talentoso.


¿Quizás son jugadores acostumbrados a ganar y no saben gestionar las situaciones difíciles?


Cuando empiezas a perder te sientes frustrado e intentas no fallar. Eso genera dudas. Lo que hay que hacer es analizar qué hacíamos cuando ganábamos.


Es importante no hundirse en las dinámicas negativas, pero... ¿No crecerse demasiado en las positivas?


Lo importante es saber qué te ha llevado a conseguir esos resultados. El análisis de las cosas que se han hecho bien y mal se tiene que hacer cuando se pierde, pero también cuando se gana. Hay que saber por qué se ha logrado un buen resultado.


¿Nos tomamos el deporte demasiado en serio?


Para algunas cosas demasiado en broma, porque se debería utilizar mucho más para inculcar valores. Para otras cosas nos lo tomamos de una forma demasiado apasionada, parece que se nos va la vida en ello y en nombre de la pasión decimos auténticas barbaridades de forma injustificada, cosas que nunca le diríamos a cualquier otra persona que esté trabajando, aunque no le estén saliendo bien las cosas. Se puede criticar, pero de forma constructiva.


¿Y qué les diría a esos padres que exigen demasiado a sus hijos y que incluso no les dan el mejor ejemplo?


Eso es una barbaridad. La única pregunta que le tiene que hacer a su hijo después de un partido es si lo ha pasado bien. Los padres no están para presionar, sino para animarles a hacer algo saludable y con lo que se relacionan con otros niños. Lo importante es que se diviertan y vivan experiencias positivas. Es mejor que inviertan esa energía en regañarles cuando ven demasiado la tele, pero hay padres que quieren vivir a través de sus hijos. Si quieren un profesional en su casa, que se entrenen ellos y dejen disfrutar a los pequeños.