LITERATURA

Vida y memoria de un hombre que pudo ser inmortal

Javier Rioyo estrena hoy en la Residencia de Estudiantes su documental 'Pepín Bello. Preferiría no hacerlo', sobre el intelectual oscense del 27.

La Orden de Toledo, que fundo Luis Buñuel con sus amigos. Bello era su secretario.
Vida y memoria de un hombre que pudo ser inmortal
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Javier Rioyo estrena hoy el documental sobre José Bello Lasierra (Huesca, 1904-Madrid, 2008), que ha pasado a la historia como Pepín Bello. Enrique Vila-Matas lo incluyó en su libro 'Bartleby y compañía" como un ejemplo de los escritores que no escriben, o que dejan de escribir, de esos que parecen decirle al mundo, igual que el amanuense nihilista de Herman Melville: "Preferiría no hacerlo". Ese es el título que Javier Rioyo le ha dado a su documental sobre el coleccionista de amigos memorables, el amigo dilecto de Lorca, Buñuel y Dalí.


'Pepín Bello. Preferiría no hacerlo' se estrena esta tarde en la Residencia de Estudiantes de Madrid, que fue de joven el espacio ideal de Pepín y de la cultura española de vanguardia, y volvería a serlo muchos años después cuando se recuperó. "Así arranca el documental: con Pepín Bello en la Residencia, entre becarios jóvenes y amigos casi tan ancianos como él", dice el director y periodista madrileño.


Recuerda Javier Rioyo (Madrid, 1952), que estuvo el pasado viernes en el congreso de Periodismo Digital de Huesca, que Pepín Bello era una fuente de asombros para su propia familia. Cuando se trasladaba a Huesca, de repente empezaba a decir que conocía a tal o cual persona que hablaba en la tele: escritores, filósofos, actores, políticos. Poco a poco iba revelando los secretos de su vida. "Pepín Bello ni hizo películas, ni escribió guiones, ni redactó una novela -subraya Javier Rioyo-. No sintió esa necesidad. Siempre aparcó cualquier conato de vanidad, aunque al final tuviera algunas manifestaciones en las que daba a entender que había estado detrás de numerosos proyectos. Tenía un carisma personal increíble, encanto, gracia, tal como dice María Asquerino. Vivió por el placer de vivir como quiso. Era noble, sin ser aristócrata; sabio, sin parecer un intelectual; elegante, sin pedantería. Y, sobre todo, era refinado, pulido, un maravilloso conversador que fue decisivo en el desarrollo del surrealismo y que influyó en la película 'Un perro andaluz".


En el documental, que recorre Huesca, Madrid y un poco Sevilla, hablan distintos familiares de Pepín, intelectuales como Ian Gibson, Andrés Soria, Pepín García Velasco (que fue una de las personas que colaboró en la recuperación de su figura); hablan Antonio Garrigues Walker, el escritor Enrique Vila-Matas, varios integrantes de la familia Benet, y dos oscenses: Ricardo Lapetra, "que lo recibía en la ciudad y salía a pasear y a conversar", y el pintor José Beulas. Rioyo recuerda que Beulas y Bello se conocieron en los años 50 en la Academia de España en Roma, en el único viaje que Pepín Bello hizo al extranjero.


"Insisto: Pepín Bello vivió a su aire. Solo tuvo tres trabajos: lo contrataron para la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1927, y él aprovechó para invitar a sus amigos poetas, y logró que se hiciera la famosa foto de la Generación del 27. Luego, permaneció escondido en Madrid durante la Guerra Civil. Él era un liberal azañista, un hombre de centro más bien, pero se quedó en España, y en cierto modo se quedó solo. En la posguerra, intentó recuperar la elegancia del cordero castellano y creó una peletería de mutton, que intentaba suplantar al astracán y a las pieles más caras, y finalmente montó un cine al aire libre, de coches, en las afueras de Madrid".

Sin amoríos

Rioyo recuerda que apenas se le conocen amores a Pepín Bello: podría haber vivido una gran pasión en Sevilla, sugiere, pero su gran pasión fue la bella Araceli Durán: "Le pidió a Rafael Alberti que le escribiera un poema para interceder por él y el escritor gaditano le redactó un soneto", y en la posguerra se sintió atraído por la belleza de Ava Gardner y por Lucía Bosé. "Su gran amigo, sin duda, por su aragonesismo tan vital, fue Luis Buñuel. Pepín ejercía una atracción especial, era gracioso y muy original en su manera de ver el mundo. Eso explica que fueran grandes amigos suyos escritores tan serios como Juan Benet o políticos y abogados como Antonio Garrigues Walker". En los últimos años fue objeto de varios libros, entre ellos de uno de José Antonio Martín Otín, 'Petón'.


Uno de los detalles más entrañables de este proyecto fue que en una de las fotos que Aurelio Grasa tomó sobre la inauguración del pantano de La Peña, proyecto que realizó su padre, el ingeniero Severino Bello, aparece el niño Pepín y otro amigo. Al final, Javier Rioyo dio con ese amigo en una residencia de Huesca, "esa ciudad aireada y central, tan cerca de Francia, tan diferente a la vega de Lorca y al mundo mediterráneo de Dalí, o a la cerrada y aislada villa de Calanda. Así la definía Pepín Bello, que solía presumir de ciudad".