Una historia convulsa

La historia del Museo Pablo Serrano ha sido convulsa desde su gestación, ha estado marcada por los desencuentros, las reticencias de la familia y las voluntades políticas enfrentadas.

El nuevo Museo Pablo Serrano cambió el horizonte de la ciudad
Un viaje de doble dirección sin ira
JOSÉ MIGUEL MARCO

El Museo Pablo Serrano fue un sueño largamente acariciado por el escultor turolense (Crivillén, Teruel, 1908-Madrid, 1985). Inicialmente, dada su vinculación constante con Zaragoza, se lo ofreció al Ayuntamiento de la ciudad y al entonces alcalde Ramón Sáinz de Varanda; en algún momento surgieron desencuentros y perspectivas distintas: el alcalde puso en marcha el Museo Pablo Gargallo en el palacio de Argillo y Serrano, Premio Príncipe de Asturias de las Artes, no alcanzó a ver su última quimera.


Se creó un patronato para que gestionase la idea de una Fundación y un museo, que integraban, entre otros, José Luis Lasala, como director, Salvador Victoria, Emilio Gastón, José Antonio Labordeta, Lorenzo Martín Retortillo y Gonzalo Borrás. Realizaron diversas exposiciones y la Diputación de Zaragoza concedió unas naves, vinculadas al pasado artesanal de los Serrano. Las diferencias entre Hipólito Gómez de las Roces, presidente del Gobierno de Aragón, y José Marco, responsable de la institución provincial, y las reticencias hacia los patronos demoraron la cesión material del solar y la posterior edificación del centro.Carencias y aciertos

José Manuel Pérez Latorre concibió un museo que se adaptó a la estructura de las antiguas naves y le sacó toda la rentabilidad posible, aunque suscitó algún que otro debate el modo de exponer la obra del artista en urnas de cristal y la propia estructura de paseo o laberinto lineal de las esculturas. Se inauguró el 27 de mayo de 1994 y, de entrada, era la primera tentativa seria para que Aragón tuviese un Centro de Arte Contemporáneo. Había cosas que no se contemplaban, como la existencia de talleres para artistas jóvenes por las que tango había pugnado Serrano, pero el Museo, a grandes rasgos, cumplió su papel y fue el escaparate más decisivo de la política de artes plásticas de la Consejería de Cultura, que, entre otras actuaciones concretas, se presentó en ARCO con Víctor Mira. Casi quince años después, el mismo arquitecto, José Manuel Pérez Latorre –el creador del Auditorio, del hotel Reino de Aragón, del Cubo del Pilar, etc.-, emprendió una ampliación que en realidad es un ambicioso proyecto de nueva construcción con una superficie algo superior a los 9.000 metros cuadrados. Pérez Latorre dice que ha intentado, de entrada, convertir el Centro de Arte en una obra de arte y de arquitectura en sí misma, dada la indefinición que tienen estos espacios: son referentes arquitectónicos, matizan y enriquecen en el entorno, prolongan y animan en cierto modo el interrogante permanente que envuelve el concepto mismo de centro de arte moderno.


Pérez Latorre ha creado una obra con personalidad, escultórica y arquitectónica a la vez, audaz, con énfasis de modernidad, que ha suscitado adhesiones y disidencias, ha multiplicado el espacio expositivo con tres nuevas salas y ha creado una pieza que no pasa inadvertida ni por la forma exterior ni por la combinación de la fachada color negro y color turquesa. El edificio de cuatro plantas y sótanos – ejecutado con hormigón, cristal y hierro- culmina en una gran terraza o mirador con vistas sobre toda la ciudad. Pérez Latorre, siguiendo el modelo de Jean Nouvel en el Reina Sofía, ha creado salas de más de seis metros de altura y de paredes diáfanas, que aspiran a la polivalencia, y ha intentado “en todo momento, que el nuevo edificio crezca y se expanda a partir del anterior, de las naves, como se ve, por ejemplo, en toda la zona de las escaleras metálicas”. El edificio ha costado algo más de 28 millones de euros, más de un 30 % del presupuesto inicial, y se inaugura, siguiendo su propia tradición, con bastantes sombras y conflictos: con un enfrentamiento con la familia del escultor, su nuera Susana Spadoni (que ha criticado en HERALDO, como ha informado con precisión Mariano García, la gestión del Departamento de Educación, Cultura y Deporte, y ha negado la reproducción de las obras para el catálogo de reinauguración) y su hija Valeria Serrano, nieta del artista, con el rechazo de la oposición, y con la que parece algo más que presunta desaparición de ocho piezas: cuatro bronces y cuatro escayolas.