historia

Un aragonés en el búnker de Hitler

Era aragonés, se llamaba Miguel Ezquerra y fue un mando de las SS en la agonía del horror nazi. Contaba que Hitler en persona le condecoró, pero su vida sigue envuelta en el misterio.

Miguel Ezquerra, en la entrevista con 'Interviú' en 1982.
Un aragonés en el búnker de Hitler
ARCHIVO INTERVIú

Cuando falleció, en octubre de 1984, el oscense Miguel Ezquerra se llevó muchos secretos a la tumba. O quizá no. Nunca se sabe. Su nombre aparece una y otra vez en todos los foros de historia de la Segunda Guerra Mundial, del Nazismo o de la División Azul. Y es que este aragonés estuvo al mando de una de las últimas unidades de las SS que defendió las ruinas de Berlín, la Einheit Ezquerra (Unidad Ezquerra). En ella, con la contienda ya definitivamente perdida, se recogieron los restos de muchos naufragios: un centenar de antiguos integrantes de la División Azul, otro centenar de voluntarios españoles reclutados aquí y allá, y un pequeño grupo de supervivientes de las SS francesas y belgas. Lucharon en Berlín con ímpetu suicida. Tanto, que el propio Ezquerra contaba que, a finales de abril de 1945, cuando los soviéticos habían entrado ya en la ciudad y se combatía calle por calle, casa por casa, Hitler en persona le llamó a su búnker para condecorarle con la Cruz de Hierro y ofrecerle la nacionalidad alemana. ¿Cierto, o falso?

«Lo siento, pero no voy a ayudarle -aseguraba hace unos días a este periódico la hija de Ezquerra, Consuelo, en conversación telefónica desde Madrid-. Entiendo que le interese la historia de mi padre, pero murió ya hace casi treinta años y creo que ya ha llegado el momento de que descanse en paz».

El caso es que la biografía de Ezquerra, casi tres decenios después de su muerte, está todavía llena de misterios, de puntos oscuros, de sorpresas y, seguramente también, de fantasías. Él no contribuyó mucho a disipar las dudas. Era un hombre esquivo, que solo atendió a los medios de comunicación una vez -se dejó entrevistar por Javier Nart para 'Interviú' en noviembre de 1982-, y que escribió un libro, 'Berlín, a vida o muerte', que constituye la principal fuente de todo lo que se sabe de él. Pero incluso entre los filonazis se duda de algunas cosas que cuenta en sus páginas.

«El problema es que mezclaba la realidad, lo que pasó, con 'su' verdad», señala el abogado y escritor Javier Nart, que tiene muy fresca en la memoria la entrevista que mantuvo con Ezquerra. «Y es una verdadera pena, porque su biografía, su aventura vital durante la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, es muy interesante de por sí. Es tan fascinante que no necesitaba ningún tipo de adorno».

Para entender al aragonés que defendió Berlín hasta el suicidio de Hitler hay que remontarse a unos años atrás, a su participación en la Guerra Civil española y su alistamiento en la División Azul.

Nacido en Canfranc en 1913

Se dice que Ezquerra nació en Huesca, seguramente en 1914, y el dato no es exacto. Nació en Canfranc el 10 de enero de 1913. Era hijo del molinero del pueblo, pero perdió a su padre siendo niño. Estudió Magisterio en Pamplona, estuvo un tiempo de maestro en Lodosa y el 18 de julio de 1936 le sorprendió en Huesca. Siendo, como era, falangista de primera hornada, corrió a alistarse y enseguida entró en combate. El historiador Luis Antonio Palacio Pilacés, que acaba de terminar un estudio esclarecedor sobre los aragoneses en la URSS, el exilio y la División Azul -titulado 'Tal vez el día' y aún inédito-, ha estudiado la hoja de servicios de todos los divisionarios. También la de Ezquerra. Y tiene muchos datos sobre él.

«Luchó en los alrededores de Huesca, donde fue herido, y luego se incorporó a la Columna Móvil de Aragón -relata-. Combatió en las tres provincias hasta que le propusieron ir al curso de alféreces provisionales en Fuente Caliente. Tras aprobar el curso pasó a la 7ª Bandera de Castilla y luchó en el Guadarrama. Una enfermedad le llevó a los hospitales militares de Zaragoza y Valladolid, luegó pasó al Regimiento de Infantería Granada nº 6, fue promovido a teniente provisional y, tras la guerra, solicitó la licencia voluntaria con salvaguarda del honor». Aunque algunos documentos reducen el número de condecoraciones, parece que obtuvo la Medalla de Campaña, cuatro Cruces Rojas del Mérito Militar, dos Cruces de Guerra y tres condecoraciones militares colectivas, lo que da prueba de su compromiso con el bando de Franco y de su carácter aguerrido y belicoso.

Con ese perfil, podría pensarse que participara de algún modo en la represión que se ejerció en la provincia de Huesca contra los republicanos. Luis Antonio Palacio está casi seguro de que no fue así. «En Canfranc circulan algunas historias cruentas sobre él, pero creo que no son ciertas, que son inventadas, principalmente porque, por cuestiones personales, nunca quiso volver allí. Además, Ezquerra era un hombre de acción, de batalla y de trinchera, no de retaguardia. Y, por último, la represión en Huesca está muy estudiada y documentada. Conocemos los nombres de todos, o casi todos, los que participaron en ella. Y el suyo, por el momento, no aparece por ningún lado cometiendo ese tipo de acciones».

Aunque estaba profundamente comprometido con el falangismo, Ezquerra se salía de todos los cánones. Durante la guerra, un proyectil de obús le causó graves heridas y estuvo a punto de dejarle ciego. Se curó en Sevilla y, mientras terminaba de recuperar la forma necesaria para ir a la primera línea del frente, estuvo un tiempo como jefe de guardia de la prisión. Se supone que fue allí donde conoció a la que sería su mujer: Consuelo Reinoso, la hija de un secretario del ayuntamiento de la ciudad, un conocido republicano. La joven acudía con frecuencia a la cárcel porque allí estaba uno de sus hermanos. Al parecer, Ezquerra llegó a jugarse el tipo algún día sacándolo de allí solo para llevárselo a comer fuera. Y es muy posible que utilizara sus influencias para que le conmutaran la pena de muerte.

Al frente ruso, con la División Azul

El caso es que Ezquerra, en julio de 1941, llevaba una vida aparentemente apacible. Felizmente casado, con una niña y esperando el nacimiento de otra, daba clases en un colegio de Madrid y era jefe provincial de la Obra Sindical de Artesanía. Pero no estaba hecho para la vida de familia. Si algo podía definirle eran sus firmes convicciones políticas, y que creía en la necesidad de luchar, incluso morir, por ellas. En la sangre llevaba un soldado. Se enroló en la División Azul.

«Viajó a Rusia con el Batallón de Marcha nº 26 -relata Luis Antonio Palacio-. Estuvo combatiendo allí hasta que en noviembre del 43 ingresó en el Hospital de Riga con gastritis. Fue baja en diciembre de ese año y repatriado, merced a sus heridas de guerra, con la consideración oficial de Caballero Mutilado por la Patria». Pero la situación ya había cambiado mucho. La guerra pintaba mal en Rusia para el bando alemán, y Franco, cediendo a las presiones de los aliados, había ordenado que se disolviera la División Azul. «Lo que no me explico -asegura Luis Antonio Palacio- es por qué un hombre de sus convicciones no se quedó con la Legión Azul». Así se llamó a la Spanischen Freiwilliger Legion o Legión Española de Voluntarios, que se creó casi de forma paralela a la disolución de la División Azul. La integraron unos 2.200 soldados, que combatieron en suelo ruso hasta su disolución en abril del 44, que fue aparejada al anuncio de que todos los españoles que prestaran servicio militar a alguno de los gobiernos beligerantes perderían la nacionalidad española. Eso no fue obstáculo para que Miguel Ezquerra, como otros españoles, cruzara la frontera y se pusiera al servicio de los nazis. Para cualquier observador independiente, estaba más que claro ya quién iba a ganar la guerra.

A partir de aquí, y dada la falta de documentos originales, la principal fuente de información sobre las andanzas de Ezquerra en la Segunda Guerra Mundial la constituye su propio libro. Y, según él, tras recibir un breve entrenamiento y desarrollar alguna labor menor en la frontera, fue captado por el Abwerh, el servicio secreto alemán, para el que realizó misiones de sabotaje tras las líneas aliadas. Hasta que las Waffen-SS formaron la Unidad Ezquerra, compuesta en buena parte por españoles y asignada a la Division Wallonien que mandaba el belga Léon Degrelle. La Unidad Ezquerra se distinguió en las Ardenas, y ante el empuje de los aliados, acabó en Berlín, combatiendo calle a calle hasta el suicidio de Hitler. Fue entonces, según el combatiente aragonés, cuando se produjo el episodio del búnker. ¿Cierto o falso? El hecho en sí parece fabuloso, pero en su libro apenas lo reviste de 'literatura': aunque le costó varias horas llegar hasta Hitler y abandonar el búnker, el encuentro en sí duró un par de minutos.

«El decía que tenía dos cruces de hierro y no es verdad -apunta Javier Nart-. Tampoco estoy seguro de que le ofrecieran la nacionalidad alemana, algo que no consta que hicieran nunca los nazis. Llegó a decir que acabó siendo teniente coronel, y tampoco me lo creo. De lo que estoy seguro es de que formó parte de las SS, que combatió heroicamente allí donde estuvo, que existió la Unidad Ezquerra y que se batió más allá de lo humanamente razonable en las inmediaciones de la Cancillería hasta el suicidio de Hitler y la capitulación. No tengo ninguna duda acerca de todo esto, así que no entiendo por qué quiso 'enriquecer' la realidad, que ya era de por sí impresionante». Sin embargo, hay un dato a favor de Ezquerra: cuando publicó su libro vivían aún muchísimos de sus compañeros de armas. Y nadie salió nunca desmintiéndole o diciéndo que era un farsante.

La novelesca huida a España

El historiador Anthony Beevor, apoyándose en la ausencia de documentación, ha llegado a poner en duda que hubiera españoles defendiendo Berlín. «No lo entiendo -subraya Luis Antonio Palacio-. Hay numerosos testimonios que lo acreditan». Y, en cuanto a Ezquerra... «Quizá se 'adornó' al contar algunas cosas. Pero lo principal sí es cierto. Más que mentir, creo que en el libro lo que hizo fue ocultar cosas. En el ambiente enloquecido de la Segunda Guerra Mundial, cualquier cosa era posible. Hasta lo que cuenta Ezquerra».

Su huida a España es toda una novela. Cayó en manos de los soviéticos, que le respetaron la vida porque había destruido su documentación y sus condecoraciones. Se escapó, junto a otros españoles, cuando atravesaban Polonia a pie. Regresó a Berlín por sus medios y se refugió en casa de unas amigas alemanas. Falsificando un salvoconducto y haciéndose pasar por argentino, llegó hasta Bélgica. Allí fue ayudado por un falangista, primero, y por dos exiliados españoles, después; y estuvo a punto de ser capturado por la Resistencia, que le buscaba. Llegó a Francia, que estaba llena de republicanos en busca de colaboradores con los nazis. Al final, y utilizando otra identidad, regresó a España. Y ahí acaba el libro. Inició una nueva vida, alejado de las trincheras. Pero esa es otra historia.