PATRIMONIO

La iglesia que Saura ha sacado del olvido

La película de Carlos Saura para el Pabellón de Aragón en la Expo ha puesto de actualidad el abandono que sufre la iglesia de la Magdalena de Caspe

Del Pabellón de Aragón en la Expo el público sale emocionado y aplaudiendo. Gusta, y mucho, el audivisual de Carlos Saura. Durante su proyección, la mayoría de los aragoneses juegan a identificar los escenarios que van apareciendo en pantalla. La cosa es bastante fácil. "¡Mira!, San Juan de la Peña... Los Monegros... Loarre... Calanda... Riglos... Trasmoz...". Pero hay un momento en el que la cámara se detiene en una iglesia desvencijada y que se eleva sobre una masa de agua. Y no importa a qué hora del día ni qué día de la semana se visite el pabellón, siempre se oye la misma pregunta en la sala: "Y esa, ¿qué iglesia es?".


Pese a ser desconocida por la mayoría de los aragoneses, Saura no podía haber elegido mejor iglesia para simbolizar la relación de Aragón con el agua. Porque a la antigua ermita de la Magdalena en Caspe le dio la vida el Ebro. Pero fue también el Ebro quien la mató.


Ubicada en lo que tradicionalmente había sido la margen izquierda del río, la entrada en funcionamiento del embalse de Mequinenza (1966) la dejó aislada en una isla en el Mar de Aragón. Desde entonces hasta hoy su ruina ha sido imparable y, aunque desde hace más de diez años se viene reclamando su restauración, hasta ahora no se ha emprendido un proyecto riguroso que plantee recuperarla.


"El problema es que está a más de veinte kilómetros del pueblo y en una zona de difícil acceso -señala Félix Cortés, concejal de Cultura de Caspe-. Si a eso le sumas que es de grandes dimensiones, y que llevar allí por barca los materiales necesarios encarecería notablemente los trabajos, ves que resulta difícil, por no decir utópico, acometer los trabajos. Las cuatro o cinco ermitas que tenemos en el casco urbano las hemos restaurado todas. Pero La Magdalena... Aunque se ha hablado mucho, nunca nadie ha presentado un proyecto concluyente, con memoria valorada y estudio financiero".


En pie de milagro


"Nadie se ha planteado seriamente restaurar el edificio, y eso que ha llegado a aparecer incluso en algún programa electoral -añade el historiador Francisco Javier Cortés-. De vez en cuando surge una voz que reclama que se haga algo, pero no va a ser fácil. En Caspe tenemos monumentos muy importantes pendientes de obras, como el Castillo del Compromiso, que estará restaurado en el 2012, la Colegiata, que requiere una intervención seria, o incluso el convento de Dominicos, cuya iglesia está en ruinas. Así que va a resultar complicado que a la iglesia de la Magdalena le llegue el turno. Lo asombroso es que las ruinas están aguantando muchos años en pie".


En cualquier caso, el audiovisual de Saura ha sacado del olvido a la iglesia, que aún podría tener una nueva oportunidad. En un emplazamiento incomparable, rodeada de agua durante buena parte del año y con unas vistas privilegiadas sobre el Ebro, aguarda orgullosa que alguien se ocupe de ella. Es lo que vienen reivindicando desde años desde el Centro de Estudios Comarcales del Bajo Aragón. Su secretario, Mariano Cebrián, cree que es posible.


"Dicen que está inaccesible pero no es verdad. Este mismo invierno, el 17 de diciembre, ya fuimos allí cuatro personas a realizar fotografías y ver en qué estado se encontraba. Y este año se ha podido ir a pie allí hasta principios de abril -relata-. Aunque la restauración sea cara, creo que lo sí se podría hacer es consolidar lo que queda para que no se caiga. Hay ermitas en el Pirineo más inaccesibles que la Magdalena y las instituciones las restauran".


Se puede consolidar lo que queda, o incluso extraer las pinturas murales que aún conserva, como han solicitado algunas voces autorizadas.


La iglesia, según subraya Francisco Javier Cortés, no es una ermita, como todo el mundo la llama. "Previsiblemente nació como ermita, pero fue iglesia conventual de la Orden de San Juan de Jerusalén. No sabemos cuándo nació el edificio". Y hasta ahí se remontan las leyendas sobre la Magdalena. Porque la iglesia, desde sus orígenes, ha estado envuelta en un halo de misterio. En ella, dicen, se han sucedido fenómenos sorprendentes, desde milagros a exorcismos. Al periodista y escritor Alberto Serrano un anciano le contó una leyenda sobrecogedora, casi una maldición. "Dicen que las puertas de esta iglesia no se podían cerrar, que siempre permanecían abiertas. Si algún ermitaño despistado corría el cerrojo, él solo se descorría de inmediato", le contaron.


Un enclave legendario


Y ahora, años después, el estudioso sonríe. "Lo importante no es que las leyendas sean verdaderas o falsas, sino que la gente, en su tiempo, las creía. Y los caspolinos pensaban que los cerrojos de la Magdalena nunca se cerraban para que los navegantes pudieran descansar". Y añade: "Como edificio, la Magdalena lo tiene todo: historia, leyenda, paisaje... Fue lugar de paso tanto para el caminante como para el navegante. Y ahora está en una isla. Hasta los primeros siluros que se vieron en Caspe se avistaron allí".


¿Es uno de los edificios más legendarios y misteriosos de Aragón". "Más que el edificio en sí -señala Alberto Serrano-, habría que hablar del enclave. Porque a los pies de la iglesia de la Magdalena había una posada muy antigua, porque consta que ya se reformó en el siglo XVI, que atendía al viajero. Y se sabe que por allí hubo una ermita románica que seguramente un arqueólogo no tardaría en encontrar. Circulan además numerosas leyendas y tradiciones vinculadas a ese enclave. Incluso podría ser un lugar de culto precristiano, aunque no tengo ninguna prueba de ello. Pero de lo que estoy seguro es de que todo lo que sabemos se quedará corto si alguna vez un historiador empieza a desempolvar papeles sobre la Magdalena en los archivos. Queda mucho por aparecer".


La iglesia sigue estando en el imaginario caspolino porque los más mayores aún recuerdan haber ido allí en peregrinación. Una romería que tuvo que ser verdaderamente espectacular.


"Ha sido un edificio importante porque a él se acudía para pedir agua al cielo -relata Alberto Serrano-. De Caspe a la ermita hay unas cinco horas de peregrinaje andando. Cientos de hombres iban allí, hacían noche en la ermita y, a la mañana siguiente, regresaban al pueblo. Era costumbre que las mujeres salieran a recibirlos con toda solemnidad, desmelenadas, después de haberse quitado el moño, y vestidas con túnicas blancas en lugar del luto que era bastante común en la época. Así que la imagen debía ser verdaderamente sobrecogedora".


Muchos jóvenes caspolinos ni siquiera han visitado la Magdalena, que ha sido rescatada brevemente del olvido por Carlos Saura. Habrá que ver si es posible consolidar sus vestigios antes de que se arruine para siempre.