LA RECOMENDACIÓN

«Esperamos la vuelta del Ballet de Zaragoza»

Carmelo Pueyo publica el libro ?Música en danza? (Prames), un manual novedoso que incorpora la historia del ballet, sus protagonistas, partituras, pasos y unos espectaculares dibujos de Álvaro Ortiz. El autor dice que la desaparición de la compañía zaragozana fue «un desastre».

Elia Lozano durante presentación en el Centro Cívico de la Universidad.
«Esperamos la vuelta del Ballet de Zaragoza»
ALBERTO RODRIGÁLVAREZ

¿Qué es, qué quiere ser ‘Música en danza’ (Prames)?


Una aportación al conocimiento del mundo conjunto de la música y de la danza desde una perspectiva personal. Los necesarios aspectos teórico-prácticos, en principio más áridos, son solo el medio para encontrar la esencia de las artes, que, para mí, son la expresión, la emoción, la sensibilidad, lo bello, lo ético... Por esto he querido elaborar el libro de forma amena que pueda llegar a un amplio sector de personas.


¿Qué contenidos había pensado que tuviera el libro?


En un principio, los más directamente relacionados con la aplicación musical a la danza, aquellos que afectan a la medida del tiempo y a la correcta armonización métrica entre ambas disciplinas, imprescindibles para los profesionales de la danza, alumnos y músicos. Posteriormente vi necesario incluir aspectos del ámbito histórico y cultural.


Ya que dice esto, ¿cuál es la frase, la cita o el aforismo que le parece que mejor define la danza?


Seguramente utilizaría una expresión dirigida originalmente a la música, para hacer hincapié en su origen y naturaleza común, como la que cita Boecio: «La música está ligada a nosotros de forma tan natural que no podemos liberarnos de ella, aunque lo deseemos». O aquella de Jean Paul Sartre: «La misma música se disolverá en el movimiento; el cuerpo se convertirá en palabra, canto y música, como si Kochno y Lichine nos hubieran querido llevar gradualmente hacia ese silencio preñado de música».

¿Cuál sería el gran personaje de la ópera, con qué obra se quedaría, quién es su bailarín preferido, a quién no conocemos mucho y deberíamos conocer?


Nombraría a Monteverdi, como personaje histórico de enorme trascendencia en el devenir de la música y de la ópera en particular. Si tuviera que elegir una obra buscaría entre la producción de Bach, de algún impresionista o expresionista; quizás algún sencillo madrigal o una canción de Leonard Cohen. Entre los bailarines, por sus intensas vivencias y contexto histórico, a Nijinsky. Dentro del mundo de la danza, Diaghilev me parece un personaje muy interesante.


¿Cuál es la relación de la danza con las demás artes?

En lo esencial, es una forma de expresión artística más, quizás con menor bagaje bibliográfico y especulativo que otras artes, particularmente en su modalidad de Ballet. Las producciones coreográficas en el contexto del París de Luis XIV o del patrocinio de Diaghilev me parecen modelos a seguir en cuanto a la interdisciplinariedad.



¿De dónde le viene el amor por la danza?


Sin duda de las personas maravillosas que he conocido personalmente en este campo, de aquellos a los que encuentro en mi misma sintonía: Antonio Almenara, Blanca Álvarez, Elia Lozano, Silvia Auré, Sergio Simón, Amador Castilla, Cristina Miñana…, gente de aquí, cercana y sensible, con los que he sentido el vértigo de la creación, que para mí está ligada al amplio concepto de “humanismo”. Cuando un músico conoce el placer de crear, y además lo experimenta en comunión con otros que danzan, las sensaciones se multiplican.

Háblenos un poco de los dibujantes: Álvaro Ortiz, Ramón Taulé…

Taulé, compañero en el Conservatorio de Danza con aficiones pictóricas, me pareció la persona idónea para acometer los dibujos de danza académica de los musicoreogramas, en los que la precisión de las líneas y posiciones de las bailarinas dibujadas era imprescindible. Álvaro Ortiz fue una recomendación de mi amigo Jesús Pescador, actor y director de teatro, al que pedí consejo. Envié a Ortiz mis veintiún referentes zaragozanos, con las imágenes que había concebido para ilustrar el libro; en poco tiempo me mandó sus creaciones. Son una maravilla y un ejercicio de talento y generosidad por su parte.


¿Cuál ha sido la colaboración del diseñador Víctor Montalbán? Se involucró de manera a veces heroica, ya que el proceso de elaboración de los contenidos trastocó sus bocetos de diseño previos. Al igual que Álvaro, dio forma a mi idea de manual clásico. Un tratado de Noverre, cuya tapa vi en internet, fue el detonante de lo que quería.

¿De dónde proceden las partituras?


He querido que la música elegida representara una amplia gama de estilos y géneros. Muchas de las composiciones son obras clásicas, más o menos adaptadas a las necesidades rítmicas de una clase de danza; otras son variaciones de partituras; y, en mayor medida, creaciones mías, la mayoría procedentes de improvisaciones pianísticas que hice en las clases, y que han quedado finalmente plasmadas en pentagrama. Fue un estudiante de sonido, Marc Pascual, quien realizó gran parte de la edición de partituras; otro de los interesantes personajes que conocí, un “manitas”.

Hablemos del Ballet de Zaragoza: en la presentación de ‘Música en danza’ se dijo que era un instrumento imprescindible para el futuro de los jóvenes bailarines, y que su desaparición había sido “un desastre”.

Fue un desastre, previsible. Cuando no existe una verdadera conciencia cultural en las instituciones ni entre gran parte de los representantes políticos, y la ciudadanía lo permite, el desastre está a la vuelta de la esquina. Los profesionales y aficionados a la danza en Zaragoza esperan la vuelta del Ballet de Zaragoza. El Ballet de la Ópera de la ciudad francesa de Limoges, población de menos de 200.000 habitantes -de donde es director artístico otro zaragozano, Sergio Simón- organiza anualmente su temporada de ballet, al igual que de ópera.


¿Qué hay, entonces, de mito y de realidad en la frase “Zaragoza es una ciudad de danza”?


Una gran bailarina y maestra de Barcelona, heredera de la alta tradición europea de la danza, María de Ávila, llega a Zaragoza por la casualidad de que su marido es de esta ciudad. Creadas las condiciones más óptimas, María de Ávila forma a bailarines, futuros maestros, que heredan lo mejor del ballet europeo. Es una realidad, personalizada en Víctor Ullate, Ana Laguna, Carmen Roche, Antonio Almenara, Trinidad Sevillano, Arantxa Argüelles, Lola de Ávila; o en los más jóvenes Amaya Iglesias, Gonzalo García, Tapia, Simón y tantos otros, hoy dispersos por todo el mundo, que mantienen viva la escuela de Zaragoza. Desgraciadamente, la ciudad no lo está rentabilizando.