FALLECE EL MÚSICO ARAGONÉS

El último adiós a Sergio Algora, su postrero alegato en favor de la amistad y el amor

El último adiós a Sergio Algora tiñó de color por unos minutos el cementerio de Torrero. No fue un funeral, sino más bien una celebración civil de exaltación de la vida. La capilla uno se quedó pequeña para acoger a la marejada de familiares y amigos de un ser admirable y especial.


Sin convenciones ni guión. Avanti, avanti, como él hubiera deseado. Una inconexa pero sincera sucesión de ocurrencias y recuerdos que glosaron un retrato fiel de una persona indefinible, de un poeta en flor.


No importaban los nombres pero estaban ahí. Ni la música ni la literatura le fallaron. Discretísimos, en la última fila, Eva Amaral y Juan Aguirre. Nunca han ocultado en entrevistas y conversaciones su veneración por El Niño Gusano en general y por Sergio Algora en particular. Otros madrugaron para desembarcar en tierras aragonesas y honrar a un alma indómita y calurosa. Desde el valenciano Pau Roca, de La Habitación Roja, hasta el asturiano Fran Fernández, de Australian Blonde y compañero de fatigas en La Costa Brava.


Sergio Algora, ese peterpan de talento inmarcesible, se manifestó en boca y en corazón de aquellos que fueron testimonio de su magisterio artístico y vital. Un relato con saltos, unos gramos de lágrimas y unas toneladas de sonrisas. Uno a uno fueron desfilando con el micrófono en la mano.


Se dispararon teorías disparatadas (o no). Pedro Vizcaíno, hermano en la penuria y en la enfermedad, dibujó su paisaje: "Sergio, seguro que en estos momentos ya habrás encontrado a Syd Barrett y vagaréis entre burbujas de champán, escuchando canciones de Serge Gainsbourg y persiguiendo a Jane Birkin". Un guión nada improbable en el particular imaginario algoriano. Fue el momento previo a un reencuentro que ninguno de sus protagonistas hubiera deseado en semejantes circunstancias. Los otros cuatro miembros de El Niño Gusano se fundieron en un abrazo y transmitieron la complicidad y la magia que unió a la banda por antonomasia de los 90 en el pop nacional. Andrés Perruca, el batería, acabó confesando el plan establecido: "No debería contároslo, pero ahora mismo Sergio está en el Caribe, vestido de blanco y llenando copas de champán".


Otra frase genuinamente algoriana, "champán para todos", fue repetida por cuantas voces osaron asomarse y vencer al silencio al que empuja la ausencia.


Su compañera Maribel goleó al dolor que le carcomía y firmó una rotunda declaración de amor. Un lazo estiloso y terriblemente humano para un acto parido eterno.


Con la voz de un cantante melódico francés, como en sus sesiones como DJ, Sergio cerró la puerta, y los presentes se agarraron a recuerdos ya tornasolados. A su sonrisa. A su palabra. A su amor. Je t´aime, je t´aime...


Sergio Algora

Abordar a un ser tan poliédrico como Sergio Algora supone una tarea sobrehumana. Imposible encerrar en una definición su incontinencia creativa y su fecunda producción. Inabarcable su ironía barnizada de humor, puro y duro surrealismo aragonés. Un espejo roto en mil pedazos que aquellos que tuvieron el privilegio de acompañarle tratarán de recomponer. La música y la literatura conformaron el alfa y la omega de su cuaderno vital. En ambas facetas volcó su perfume exclusivo e intransferible.


"Era una persona única en todos los sentidos. Ha sido una referencia en mi vida desde hace 20 años. Me dio a conocer la buena música, me recomendaba libros y fue una inspiración continua". Son palabras de Pedro Vizcaíno, el fundador de Grabaciones en el Mar, el sello zaragozano que albergó los vuelos inexpertos de El Niño Gusano, el grupo que mejor plasma el esplendor compositivo de Algora.


Juntos se introdujeron por la senda de la edad adulta: "Nos conocimos con 17 años y desde entonces no perdimos la vinculación. Recuerdo a Sergio como una chaval repleto de inquietudes, que quería comerse el mundo a su manera. Juntos abrimos una tienda de discos, Plasticland. La aventura duró cuatro años. Yo hacía las portadas de los discos de algunos grupitos que tuvo hasta que llegó El Niño Gusano. Entonces creé Grabaciones y...", explica Vizcaíno.


A partir de ahí, el resto es historia gloriosa del pop independiente. Año 1994, punto de partida de un lustro mágico. Sergio Algora, Sergio Vinadé, Andrés Perruca y Mario Quesada (más tarde se incorporaría Paco Lahiguera). Tres elepés y varios epés les bastaron para erigirse en influencia. La trilogía "Circo luso" (1995), "El efecto lupa" (1996) y "El escarabajo más grande de Europa" (1998) reposa en la cima del pop en castellano y corona aquel movimiento bautizado como 'indie nacional', donde compartieron los titulares más gruesos con Los Planetas y La Buena Vida.


Una bella e inconsciente epopeya que se extinguió abruptamente en 1999, dejando un repertorio ya clásico, bañado por la psicodelia y unas letras surrealistas y poderosas. Juan de Pablos, la voz de "Flor de Pasión", asiente: "Desde el principio fui fan de ENG. Todavía recuerdo la primera promo que me enviaron de Grabaciones, que iba en el paquete con otra de Nothing. Era un vinilo que conservo. Me llamó la atención desde el principio. Eran unos chicos extraordinarios. Marcaron una época. Por Sergio sentía y siento especial simpatía".


Una generosidad en la que insisten cuantas personas son preguntadas. Incluso tras el escenario. "En mi época con Los Sencillos, coincidimos varias veces con ENG. Antes de los conciertos solíamos beber juntos, hablar de música y de chicas y recuerdo especialmente cuando improvisábamos partidos de fútbol con una pelota que llevaban en la furgoneta. Éramos realmente felices. Eso por no hablar del talento de Sergio. Yo quería ser como él", rescata del disco duro Miqui Puig.


Tras ENG y un breve paréntesis, llegaron Muy Poca Gente y La Costa Brava, su última formación. Tres proyectos en los que la calidad fue inversamente proporcional a la acogida. Acumuló prestigio y extrañó el reconocimiento masivo. Un caso similar al de su faceta literaria. Publicó poemarios, relatos e incluso una obra de teatro. También se expresaba en su blog.


Lejos de refugiarse bajo su pátina intelectual, Algora se expandió en la cotidianidad zaragozana. Fabricó sesiones de gourmet como DJ en el Fantasma de los Ojos Azules, derramó consejos musicales durante su periplo en la FNAC y actualmente regentaba el Bar Bacharach, situado en la calle de Espoz y Mina. Tras la barra, con su camiseta picassiana, asido a su sonrisa socarrona, con un gin tónic en vaso ancho.


Ahora (sí que puedes), duerme feliz, feliz.


Selección de textos

RELATO: "Fin de semana de julio", por Sergio Algora en HERALDO DE ARAGÓN (27/07/2006)

COLUMNA: "Por qué no hablan los perros", por Sergio Algora en Muévete de HERALDO DE ARAGÓN (21/10/2005)

COLUMNA: "Confesiones de apestado", por Sergio Algora en Muévete de HERALDO DE ARAGÓN (17/03/2006)

COLUMNA: "ZGZ Confidential", por Sergio Algora en Muévete de HERALDO DE ARAGÓN (17/11/2006)