LA RECOMENDACIÓN

No se puede vivir sin memoria

Élodie Durand publica ?El paréntesis? (Sins Entido), una novela gráfica autobiográfica y conmovedora donde cuenta cómo se sobrepuso a la epilepsia, a un tumor y al olvido.

Portada de 'El paréntesis', de Élodie Durand.
No se puede vivir sin memoria

El ‘oscense’ Jesús Moreno ha convertido su sello editorial Sins Entido en uno de los mejores de España en la edición de cómic o novela gráfica. Ahí publicó uno de los mejores de los últimos años, ‘Asterios Polip’ de David Mazzuccheli, y en la pasada Feria del Libro de Madrid se presentaba ‘El paréntesis’ de Élodie Durand, una obra visual que estremece desde sus primeras páginas. Formada en la Escuela Superior de Artes Decorativas de Estrasburgo, Élodie empezó a sufrir hacia los veinte años constantes mareos, ataques de ira, pérdidas de memoria. Les dice a sus padres: «Os costaba mucho explicármelo. Me hablabais de la mirada perdida, de las fuertes convulsiones, de la boca abierta». Anota en una doble página negra, donde también puede leerse el catálogo de síntomas que padece: “No veo nada. No siento nada. No puedo oír. No hay nadie. No puedo hablar. Estoy perdida. Como una pequeña muerte”. Élodie Durand cita una frase de Buñuel, que define el espíritu de su obra: «Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción y nuestro sentimiento. Sin ella no somos nada».


El neurólogo le confirmó que padecía epilepsia; más tarde, le dirían que tenía un tumor –en principio «no operable»: luego será intervenida en Marsella, con muchos riesgos- en el cerebro que le afectaba a la zona del lenguaje y de la memoria. En este proceso, durísimo, desarbolada por completo por su dolencia, Élodie, que en la ficción se llama Judith, asistía con extrañamiento y perplejidad a su paulatina destrucción: perdió la autonomía, no recordaba lo que acababa de hacer, se sentía incómoda con los médicos, no quería ver a nadie, y a la vez realizaba una serie de dibujos casi a vuela pluma que reflejaban su desconcierto: son dibujos goyescos y grotescos, son sombras, son monstruos, son líneas informes que van y vienen y que definen su estado. Son las imágenes que viajaban por su cabeza malherida, acaso un diálogo con sus propios fantasmas.


El libro narra, en primera persona, una demolición. Es el relato del dolor, del desconcierto: una mujer joven, de veinte años, talentosa, se queda sin recuerdos, no conoce lo que ve, ni siquiera a sus padres prácticamente. Y todo ello, esa suerte de viaje a los infiernos de la enfermedad, se cuenta de un modo directo: en primera persona, a través de lo que siente, y a través de lo que han contado sus padres, que tienen voz en la obra. Este es un libro sobre el poder de la memoria, sobre la fragilidad de la materia química con la que estamos hechos, sobre el océano infinito de misterios que es el cerebro.


Así contado puede parecer que estamos ante un cómic terrible. Casi insoportable. Nada más lejos. Estremecedor, sí, emocionante, intenso. ‘El paréntesis’ es un libro aleccionador, terapéutico, esperanzado, el testimonio de una pugna contra lo inesperado y el desamparo. Es la crónica de una esperanza y es una lección de cómo sobreponerse a la angustia. Avanzo tan solo algo más: Judith se trasladará a Belleville y se planteará cantar en un coro, bailar salsa, e incluso se preguntará si podrá tener hijos y utilizar preservativos. ‘El paréntesis’ es uno de esos libros que nos afectan a todos: en cualquier instante, sin percatarnos siquiera, nos asomamos al abismo del dolor y de la enfermedad. «Lo más duro para mí fue la dificultad de aceptar mi enfermedad y comprender que había estado enferma», dice. Al fin y al cabo, Recibió el Premio Revelación de Angulema 2011 y fue el Premio BD de los lectores de ‘Liberation’.




El paréntesis. Élodie Durand. Traducción de María Serna. Sins Entido. Madrid, 2011. 222 páginas.