Paco Goyanes

"Los libreros tenemos que meditar cuál es el futuro y adaptarnos"

La librería Cálamo cumple 30 años y no deja de reinventarse con el propósito de escribir nuevos capítulos en la vida cultura de la capital aragonesa.

Paco Goyanes
Paco Goyanes: treinta años al frente de Librería Cálamo
P. Z.

Paco Goyanes lleva 30 años al frente de la librería Cálamo. Una pasión y un sueño hecho realidad con el que ha participado y participa de la vida cultural, social y política de la capital aragonesa. En todo ese tiempo ha sabido reinventarse con numerosas propuestas en torno a la literatura sin perder jamás la esencia de su oficio de librero.


Treinta años al frente de una librería dan para escribir muchas páginas...

Bastantes, sí. (Risas). Es un tiempo que puede parecer mucho pero a mí me parece poco. Realmente me siento como vivía la profesión casi desde el principio. Abrimos en 1983. Eran años de transformación social en España, de cambio. Yo venía del medio universitario y abrí con bastante ilusión e idealismo. Quería seguir participando activamente de la vida política, social y cultural a través de la librería y vender buenos libros. Me preocupé mucho de los libros que quería tener.


Y sigue con ese empeño...

Algunos amigos distribuidores se acuerdan de cuando aparecía por los almacenes con un montón de fichas de libros que yo quería comprar de sus fondos editoriales. Fueron años de preparación, donde hubo apoyo de amigos, familia... empezamos en el número 5 de la plaza de San Francisco. Un comienzo difícil porque tampoco era un momento de bonanza económica, aunque las dos constantes con las cuales abrí la librería: buenos libros y participar de la vida cultural, social e incluso política de la ciudad se han mantenido en el tiempo. Es mi forma de entender el oficio de librero y la que he intentado mantener.


¿Esas constantes son el secreto de su éxito?

Lo del éxito es difícil de medir. Si lo hacemos en cuanto a rendimiento económico realmente ha sido un fracaso, pero sin dramatizar. Cálamo se ha ido manteniendo en el tiempo pero nunca nos hemos manejado con grandes desahogos. Si por éxito se mide repercusión social y satisfacción personal me siento muy satisfecho del trabajo realizado en una serie de años. Creo que este diseño de librería sí ha funcionado, supo hacerse con un tejido e influir en algunos grupos sociales y garantizar su supervivencia. En ese sentido sí que estoy satisfecho. Lógicamente, las cosas han cambiado mucho en estos 30 años.


¿Cómo es ahora el oficio?

No es lo mismo que cuando yo empecé. Fui autodidacta, no tenía experiencia, tampoco había estudiado para librero, cosa que tampoco se puede hacer, excepto un máster en Cataluña. La labor del librero era, por un lado seleccionar; por otro, había un trabajo de búsqueda para poder ofertar a tus clientes aquellos libros que pudieran interesarles. En aquel tiempo era complicado porque los medios no eran los de ahora. No trabajábamos con ordenadores y todo era más laborioso. La Informática e Internet han quitado el romanticismo que tenía la profesión: la ha simplificado y también lo ha complicado enormemente porque la accesibilidad al libro es mucho más fácil que antes.


¿Qué distingue a Cálamo de otras librerías zaragozanas?

Zaragoza es una ciudad con muy buenas librerías y no todas las ciudades de España pueden decir esto. Hay ciudades más grandes que no tienen ni la cuarta parte de las grandes librerías que existen en esta ciudad. Hay de todo tipo: generalistas, literarias, infantiles... un poco de todo y de calidad. Cada una es diferente. A nosotros nos distinguen 30 años de trabajo y de apostar por un tipo de libros y una forma de entender la librería que comenzó con algunas de las primeras presentaciones de actos públicos de libros que se hicieron en la ciudad. Desde el comienzo, apostamos por salir fuera de la librería organizando exposiciones bibliográficas y pictóricas en la Universidad y en teatros. El primer acto fue un recital poético de Agustín García Calvo en el Teatro del Mercado. También hemos sido más heterodoxos al convertir la librería en un espacio escénico donde pasan cosas.


Cosas como los Premios Cálamo...

Empezaron como algo de chiste. Si Planeta tiene su premio, ¿por qué no Cálamo? La idea surgió tomando unas cervezas y poco a poco se han ido consolidando. Desde el principio quisimos que el público participara en las votaciones y eligiera uno de los premios. Algunos editores dicen que traen suerte porque varios autores galardonados con este premio han sido distinguidos después con el Premio Nacional de Literatura y el Nacional de la Crítica. No solo se ha premiado a autores aragoneses, sino también a nacionales e internacionales.


Su librería ha tenido y tiene presencia más allá de su sede central...

Durante ocho años estuvimos al frente de la organización y gestión de una librería especializada en arte ubicada en el Palacio de Sástago. Pero se cerró de manera intempestiva por una decisión política. Es algo que la ciudad no ha recuperado. Actualmente, también contamos con la librería Cálamo infantil, situada junto a su hermana mayor, en la plaza de San Francisco. Otro hito fue el encuentro 'Otra mirada'. (Encuentro de librerías y editoriales independientes iberoamericanas). También organizamos en 2011 la exposición 'Otra Mirada-A Different View', en la Feria de Frankfurt, primera vez que una librería europea era encargada de realizar una exposición.


El rótulo de su escaparate reza 'Libros y vinos'. ¿Es un buen maridaje?

Empezó como una prueba. Hay una larga tradición en Francia y Alemania, pero son librerías con mucho vino y poco libro. En un momento determinado nos animamos a abrir una pequeña sección de vinos y mostrarla. Algunos amigos libreros se escandalizaron pero lo cierto es que nos ha dado muchas satisfacciones. La viticultura es un mundo de una riqueza asombrosa y, realmente, libros y vinos maridan muy bien. Son placeres compartidos, o también pueden ser sufrimientos compartidos, depende cómo se haga. Hemos aprendido también a aconsejar sobre vinos, a entender ese mundo y a mezclarlo con el literario.


Otro rincón emblemático es la escalera de Cálamo...

Es un sitio en el que muchos autores, editores y escritores han presentado sus obras. Calculamos que sobre sus peldaños se han celebrado más de 1.500 actos. También es emblemático porque estamos todo el día subiendo y bajando escaleras. Nos mantiene jóvenes y hace que nuestro corazón funcione de manera correcta, nos elimina el colesterol, las grasas... es el punto de conexión entre lo terrenal y lo celestial (bromea). Se nos ocurrió que en los escalones figuraran los premios Cálamo y nombres de autores que han sido importantes para nosotros. Los próximos serán Isidro Ferrer y Paco Boisset y Stella Ibáñez.


¿Qué piensa de la literatura digital?

No lo tengo muy claro. Por un lado, evidentemente, la digitalización puede suponer una enorme riqueza y una enorme facilidad para el acceso al producto cultural. Pero por otro lado, nos lleva a una nueva forma de entender la lectura, la comunicación y el conocimiento que creo que no está suficientemente indagada ni contrastada. Los cambios son tan acelerados y bruscos en tan pocos años que creo que no tenemos perspectiva de hacia dónde vamos. Algunos autores hablan de que estamos entrando en la cultura de lo superficial. Es una realidad innegable que marca el futuro del libro. El libro en papel está teniendo una acotación importante pero no creo que desaparezca del todo, aunque sí que existe un peligro de monopolio en Internet por parte de algunas empresas. Los grandes editores dicen que tiene que haber un modelo de cambio de negocio, pero no lo atisban. Quedarán menos librerías.


Como el protagonista de 'Farenheit 451', ¿es usted un romántico sin esperanza?

Lo que me preocupa es que la gente lea y también la pervivencia de mi oficio. Creo que los libreros y el sector tenemos que meditar cuál es el futuro e intentar adaptar nuestras estructuras a ese futuro. Entre la crisis, la digittalización y la piratería estamos ante una situación muy grave. En Francia, se han tomado medidas y su gobierno, consciente del papel social que juega el entramado librero, está ayudando a la permanencia de las librerías. Los propios editores también son conscientes y colaboran. En España, no existe conciencia por parte del mundo editorial ni por parte de los poderes públicos y se están desmontando bibliotecas. 2013 va a ser un año catastrófico para el sector del libro con consecuencias muy graves para la industria editorial española, que era una de las principales exportadoras, un nicho de creación de riqueza de los más grandes de España. Nadie está haciendo nada por mantener esta industria que podría ser y es una de las punteras. Es una situación que exige una reflexión importante. Desafortunadamente, los poderes públicos no la van a hacer, ni quieren, ni saben cómo hacerla porque son una mayoría de incapaces e incultos. Tendremos que hacerla los propios agentes.


¿Qué libros y autores no habría que perderse en este momento?

Me gustaría que la gente volviera a leer clásicos: griegos, españoles, clásicos de la novela francesa del XIX... En todas esas obras está la esencia, lo que somos ahora. En cuanto a autores y títulos actuales, me interesa mucho la crónica periodística, las obras de John Lee Anderson; 'En la orilla' (Anagrama), de Rafael Chribes; 'Intemperie' (Seix Barral), de Jesús Carrasco; y 'La hora violeta' (Mondadori), de Sergio del Molino, un autor a seguir. De narrativa internacional: 'Una rubia imponente', de Dorothy Parker, con ilustraciones de Elisa Arguilé; 'Las tres muertes de K' (Rayo Verde), de Bernardo Kucinski; y 'Los Bosnios' (Periférica) de Velibor Colic... Hay muchos.