Obituario

Falleció el poeta Antonio Pérez Morte

Generoso y entusiasta, ha dejado muchas páginas de glosa, de crítica, de exaltación de los otros, en periódicos y revistas. Es autor de libros como 'Escombros' o 'De puño y letra'.

El escritor Antonio Pérez Morte.
Falleció el poeta Antonio Pérez Morte

Antonio Pérez Morte (Zuera, 1960-Sabiñánigo, 2013) era un poeta árbol. Un poeta desvelado a cualquier hora. Siempre estaba ahí, asomado al blog o al facebook, con las antenas puestas a la poesía, a la música, a la noche con sus voces y sus brillos, a la cultura en general. Solía escribir: "La cultura es mi refugio". Su auténtica vocación fue la literatura y su devoción, su campo de sueños, la lírica. Autodidacta, y amigo de algunos poetas del Niké como Manuel Pinillos, Luciano Gracia o Guillermo Gúdel, entre otros, inició su carrera con plaquettes y poemarios, y uno de ellos, 'Brotes' fue prologado por José Antonio Labordeta, a quien solía ver en sus visitas a Zaragoza o en las estancias del cantautor en los Pirineos. Labordeta siempre fue uno de sus maestros, una de sus referencias.


Desde hacía años, Antonio Pérez Morte residía en Sabiñánigo y allí se citaba con grandes amigos creadores: el escritor y antropólogo Severino Pallaruelo, el poeta Paco Grasa, el pintor Santiago Arranz. Él era un hombre de complicidades y de curiosidades: tenía una amplia red de relaciones con escritores de todo el país y debilidades constantes: Miguel Labordeta, Julio Antonio Gómez, en la lírica, pero también Ángel Guinda o dos de sus mejores amigos: Gabriel Sopeña y Ángel Petisme, que son músicos y poetas. Son escasos nombres para un lector de una incesante constelación de poetas. En realidad, es casi imposible saber a quién no seguía Pérez Morte: lo mismo hablaba de Ana María Drack o Julia León, dos de sus mitos de la canción de autor, que de María del Mar Bonet, Carmen París o de una de sus últimas pasiones musicales: Rafael Berrio, a quien acaba de publicar Eclipsados.


Antonio Pérez Morte vivía por y para la literatura. Pasión que compartía con su mujer Ana y sus hijos Pablo y Juan. Cultivaba su obra como se cultiva un jardín: con primor, con ansiedad, con el deseo que se proyecte hacia el mundo con espléndidos frutos. Publicaba aquí y allá, en Celya, en Origami, en antologías. Su lírica está llena de sensualidad, de ternura, de humanismo: es un poeta del paisaje, de la amistad, de la denuncia, del amor. Siempre estaba ahí dispuesto a ofrecer sus versos, a mandar por el viento su inspiración. Creía que la literatura era un remedio contra la soledad y las sombras de la noche. Creía que la literatura era un consuelo: cuando alguien se iba o enfermaba o pasaba por un mal trance, ahí surgía él con su cariño y con sus palabras iluminadas. Creía que la literatura era el lugar donde los sueños se tejen y se destejen con apetencia de belleza, de felicidad y quizá de trascendencia.


Antonio Pérez Morte era generoso y entusiasta y ha escrito mucho: libros como 'Escombros' o 'De puño y letra', y ha dejado muchas páginas, de glosa, de crítica, de exaltación de los otros, en periódicos y revistas: en HERALDO, en ‘El Periódico de Aragón’, en 'Rolde', 'Turia', 'Siete de Aragón', 'Qriterio', 'Trébede'... Si algo caracterizó a Pérez Morte, además de su magnífico blog –que es laberinto de vidas y de creaciones cruzadas-, fue su curiosidad, su búsqueda y su inagotable y enfermiza sensibilidad. Antonio fallecía este miércoles: ojalá encuentre solaz y la luz de las sílabas en su nueva expedición.