Obituario

García Calvo o el arte del no a casi todo

Fue uno de los catedráticos perseguidos por el régimen franquista. En 1965 fue expulsado de la Universidad Complutense de Madrid con José Luis Aranguren, Enrique Tierno Galván y Montero Díaz.

Agustín García Calvo
Agustín García Calvo
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Ha fallecido el agitador, escritor y filósofo a contrapelo Agustín García Calvo, que había nacido en Zamora en 1926. Experto en lenguaje, en el universo latino y la filosofía griega, fue profesor en Salamanca y Sevilla y, años después, sería expulsado de la Universidad Complutense de Madrid en 1965 con José Luis Aranguren, Enrique Tierno Galván y Montero Díaz. Se trasladó a París y allí siguió organizando tertulias, la más famosa fue 'La boule d'or’, en el Barrio Latino, que se convirtió en una referencia: se hablaba de arte, de filosofía, de poesía y de política.


Desde allí seguiría redactando su obra plural: sus textos filosóficos y lingüísticos, sus poemarios (escribió mucho, desde una perspectiva próxima a la poesía popular, y Amancio Prada le dedicaría el disco 'Soliloquios y canciones’, inspirado en poemas suyos, transgresores, vitalistas, llenos de sensualidad y crítica), pero además dio clases en la Universidad de Lille y en el College de France. Colaboró con la editorial Ruedo Ibérico como traductor esencialmente. Más tarde, tras la muerte de Franco, en 1976 regresó a España y fue restablecido en su cátedra.


Agustín García Calvo adquirió una nueva aura, la de un libertario del pensamiento y de las humanidades, y continuó con su labor incesante. Fue, quiso ser un escritor y un intelectual antisistema, que tuvo discípulos como Fernando Savater (que luego se alejaría de él por completo), Félix de Azúa o el primer Javier Marías. Rechazaba el poder, cuestionaba la familia, incluso la democracia, el individuo, la historia, la paz, o la anarquía, y siempre se manifestó contra la televisión. Dijo: "La televisión no la miro jamás. Esos regímenes totalitarios, las guerras y todas esas cosas forman parte de la Realidad. Realidad es aquello de lo que se habla. Mientras más se hable, más aumenta la fe en esas cosas. La realidad de las realidades es el Dinero. Las cosas son tanto o más o menos en cuanto se pueden cambiar por dinero. El dinero es la realidad y es impalpable, como Dios. Está sostenido por la fe, por la Idea, falso como toda realidad. Contra eso que las canciones se alzan. Canción y razonamiento hacen lo que pueden, ayudan a descubrir la falsedad de la realidad".


Escribió teatro (fue Premio Nacional de Teatro de 1999 por 'La baraja del Rey don Pedro') y vivió en los últimos 36 años con Isabel Escudero, poeta y profesora. Estuvo muy próximo al 15-M. En cierto modo, quería ser un pensador de la calle, un ácrata ilustrado entre las multitudes: era irónico, divertido, errante, a veces un poco naíf y a la vez posmoderno, le gustaba experimentar aquí y allá, aventurarse en diversos territorios del conocimiento, y no era nada fácil entender sus propuestas.


Publicó biografías de Virgilio, por poner un ejemplo, firmó libros como 'Lecturas presocráticas' o 'Hablando de lo que habla' (Premio Nacional de Esnsayo, 1990). Creó una editorial esencialmente para él, Lucina, donde publicó sus textos de creación, muchos de sus poemarios, sus piezas dramáticas y sus ensayos de muy diverso asunto, pero también dio cabida a su ingente labor de traductor: Heráclito, Aristófanes, Homero (trasladó en versión rítmica 'La Ilíada'), William Shakespeare (publicó sus 'Sonetos de amor', por ejemplo), Lucrecio, o incluso tradujo a Georges Brassens y Paul Valéry. En 2006 recibió el Premio Nacional de Traducción por el conjunto de su obra. Su pensamiento, nada fácil de asumir, dicho sea de paso, podría resumirse en una especia de aforismo: "La negación, el no, es lo único que nos queda de vivo y popular".