Trece al sol de... Diego Arribas

"Si en Teruel te mueres de amor, en Rubielos resucitas de encanto"

Diego Arribas (Madrid, 1957) es profesor universitario en Teruel, escultor y director del Museo Salvador Victoria. Ha realizado proyectos innovadores vinculados a las minas de Ojos Negros.

Diego Arribas en Malta
"Si en Teruel te mueres de amor, en Rubielos resucitas de encanto"

1. ¿Qué hace un escultor y director del Museo Salvador Victoria en verano?

-Un poco de cada cosa. Terminando una escultura para un trofeo y preparando la próxima exposición del museo. A parte de eso, estar más tiempo con la familia y los amigos.


2. ¿Dónde suele veranear?

-Llevo unos años que no salgo del triángulo Teruel-Madrid-Valencia. A ver si pillo una mediatriz pronto…


3. ¿Es de playa, de montaña, de ciudad o de pueblo?

-Urbanita con escarceos de mar. Y si es del mar Cantábrico, mejor que mejor.


4. ¿Por qué? Lo dice alguien que reside desde hace años en Teruel y trabaja en Rubielos de Mora. ¿Cuál es el encanto de ambos lugares?

-Porque de pequeño viví en Portugalete, en la entrada de la ría de Bilbao, y un poco de mar Cantábrico se me quedó dentro. Es mi mar de referencia. El encanto de Teruel está en el tiempo. Es un palimpsesto de tiempos congelados: miras a la derecha y te sorprende el modernismo, miras a la izquierda y te saluda el mudéjar, hurgas en el suelo y aparece un fémur de dinosaurio, miras al limpio cielo estrellado de la noche y crees estar en medio del Big Bang. Y todo sin moverte del sitio. El tiempo te cunde más que en cualquier otro lugar. Puedes vivir despacio y llegar a todo. El encanto de Rubielos está en todas partes: en sus calles, sus caserones, su entorno natural, su tranquilidad, su apuesta por la cultura. Si en Teruel te mueres de amor, en Rubielos resucitas de encanto.


5. ¿Cuál ha sido el viaje de verano de su vida?

-Un verano recorriendo Turquía: Ankara, Konya, Capadocia… Estambul me fascinó: fue un flechazo a primera vista. El frenético latido de la ciudad, los límites difusos entre oriente y occidente, el olor y el color del bazar de las especias, la llamada del muecín desde los minaretes, personas y rincones de novela, la danza de los derviches giróvagos… En fin, una borrachera de sensaciones. De aquel verano surgió la exposición ‘De minas y derviches’, vinculando el ritual sufí a las minas de Ojos Negros. Hasta el momento la exposición de la que estoy más satisfecho.


6. El verano está asociado a los ritos de paso, al descubrimiento de los primeros amores. ¿Cómo fue esa época?

-Gracias al trabajo de mi padre en una empresa de ingeniería, pasábamos cada verano en un lugar diferente. Cuando acababa el curso, mi madre nos llevaba allá donde le había tocado a mi padre ir a trabajar. Zonas industriales siempre, claro, sobre todo en el norte: minas en Asturias y siderurgia en Euskadi, pero también en el Mediterráneo como el Puerto de Sagunto, donde mi padre trabajó en los altos hornos, o sitios fantásticos, como Tenerife o Palma de Mallorca. Gracias a ese nomadismo, tengo unas vivencias de los veranos de mi infancia inolvidables. Y aunque es una época muy lejana, en efecto, algún recuerdo de amores queda. Tuve una novieta en plena adolescencia en un veraneo en la playa. Hasta le compuse una canción. Fue un explosivo cóctel de sensaciones nuevas, de inocencia y atrevimiento a la vez, de emociones...


7.¿Nació por entonces su vocación artística?

-Mi vocación por el arte se la debo al maestro de mi primer año de primaria en un colegio de Vallecas: el hermano Carmelo. Cuando vio que se me daba bien dibujar aquellas míticas láminas de Emilio Freixas, me trajo su equipo personal de dibujo, plumillas y graphos, y me lo dejaba en clase, para que pasara a tinta todo lo que dibujaba a lápiz. Era un tipo excepcional. Era un vasco bajito y bonachón de Elorrio, (Bizkaia) que nos enseñó a jugar a pelota vasca y nos llevó al Bernabéu a ver el Real Madrid – Athletic de Bilbao. En 2007 le dediqué una de mis exposiciones: ‘Dibujando en la pizarra’.


8. ¿Cómo sería el menú de un día perfecto?

-Un día perfecto de verano es estar lejos del puesto de trabajo, con los tuyos, levantarte tarde, ir a la playa a cargarte de energía con el sol, caminar por la orilla sintiendo la arena y el mar en tus pies; comer en un chiringuito una paellita acompañada de una jarra de cerveza helada. Luego un heladito, un café con hielo y despanzurrarte a la sombra con un buen libro, por ejemplo ‘Mitologías’ de Manuel Vicent. Por la tarde actividades de interior, una garbeo por Internet y si el personal está por la labor, unas manitas de cartas. Cuando cae la tarde y desaparece el sol… a la calle: un paseíto sin rumbo, y luego a cenar, a ser posible en una terracita de tapas. Y para finalizar, una de cine, en la última sesión.


9. ¿Qué canción, qué álbum, qué museo, qué película o qué artistas están asociados a un verano inolvidable?

-¿Canción? ‘Black Skinned Blue-Eyed Boy’ de The Equals. Es el recuerdo de un verano en Lo Pagán, en el Mar Menor, finales de los 70. También se me quedó grabada una película: ‘El Dorado’, una de vaqueros de las de entonces, con John Wayne y Robert Mitchum; la vi en un cine de verano, con silla de tijera y pipas incluidas, en Puerto de Sagunto. Mi hermano se ligó a la chica de la taquilla y entrábamos gratis. El cine, que aún existe, estaba junto a las oficinas de la compañía minera de Sierra Menera, ya demolidas, una empresa que años después, curiosamente, se cruzaría en mi camino profesional en las minas de Ojos Negros.


10. ¿Cuál ha sido el gran personaje de sus vacaciones?

-El mar, sin duda. Cuando finalizaba el curso, mis padres nos embutían a los cuatro hermanos en un ‘124’, lleno de maletas y bolsos que olían a Nivea, en un periplo interminable desde Madrid hacia el Mediterráneo, de casi ocho horas. Aunque, si hablamos de personaje y de vacaciones, no puedo evitar pensar en la primera vez que vi la película de Jacques Tati ‘Las vacaciones de Monsieur Hulot’. Una inspirada sucesión de gags hilarantes. No sé la de veces que la he vuelto a ver.


11. ¿En qué han cambiado los veranos con internet y con la crisis?

-Salimos menos. Cada vez le echamos más horas al Facebook y al Twitter en casa, en lugar de quedar con los amigos para tomar unas cañas. La Red y sobre todo la crisis también nos han hecho un poco más caseros. A la fuerza ahorcan. Una pena.


12. Si tuviera que resumir el espíritu del verano en un ‘tuit’, ¿qué diría?

-Por favor, señores del Corte Inglés, ¿podrían retrasar un poco más el anuncio de “La vuelta al cole”? Cada año lo ponen antes y nos comen la moral.


13. ¿Cuál es la mejor anécdota o aventura estival vinculada a tu profesión?

-Una exposición en un certamen de arte en la naturaleza en Alemania. Instalé una escultura flotante sobre un lago y por la noche soñé que se hundía. A la mañana siguiente me llamó la comisaria de la muestra, para decirme que fuera rápidamente al lago, porque la escultura se estaba hundiendo. Creí que era una broma, pero no: era verdad, los alemanes son muy serios para estas cosas. Tuve que volver a anclarla de nuevo y ya aguantó todo el verano, pero sigo alucinando con el sueñecito premonitorio…