Una pensión con la que comen cinco

Los mayores zaragozanos salen a la calle para pedir respeto y dignidad. La exigua jubilación de muchos de ellos se ha convertido en el único medio de vida de sus hijos, en paro o desahuciados, y de sus nietos

De izda. a dcha., José Vitoria, Pilar Lafuente y Gloria Bartolomé.
Una pensión con la que comen cinco
J. M. Marco

Gloria Bartolomé (75 años) ha vivido lo suficiente como para saber que no siempre vienen bien dadas. Ella es una de las muchas abuelas que han tenido que volver a acoger en casa a sus hijos cuando estos han sido víctimas del paro o de los desahucios. En su caso, con su hija han llegado su marido, dos niños de 10 y 13 años y un perro. 


Gloria, poco amiga de lamentaciones, mira de frente y no oculta que con su pensión, de 600 euros, comen cinco y la mascota. "Así que me estoy gastando mis ahorros de toda la vida, los que ganó mi marido tras trabajar 50 años, porque la pensión no da para nada. Me entristece ver a mi hija, a su marido y a sus nietos pasándolo tan mal, pero también digo que esos niños me dan la vida", asegura. La pareja vivía en un pueblo y, al quedarse los dos en paro, tuvieron que venir a Zaragoza y empezar de cero. Ahora van encontrando pequeños trabajos temporales, y esperan que algo empiece a moverse. 


Gloria fue una de las personas que esta semana se concentraron en la plaza de España para pedir dignidad y respeto a las personas mayores, el sector de la población que se ha convertido en la red que sostiene a miles de familias jóvenes con una mínima pensión y una capacidad de lucha y sacrificio encomiables. 


Por eso, la Federación de Barrios de Zaragoza celebra el Día Internacional de las Personas Mayores denunciando todas las penurias que amenazan a los abuelos del siglo XXI. "La Ley de la Dependencia está desmantelada y se han privatizado las residencias, ¿puede una persona jubilada de tipo medio puede pagarse una plaza mensual de 1.500 euros?", denunció María Luisa García, de la FABZ.


Pilar Lafuente (76 años) representa otra cara del problema: tiene una hija de 55 años con una seria minusvalía (tres hernias) que no le permite trabajar en muchos puestos. "Ella se siente impotente porque no la contratan en nada, y tiramos con mi pensión. Es una situación desesperante, y yo sufro por ella", reconoce Pilar. 


El caso de José Vitoria (66 años) también se ha convertido en habitual. Tiene tres hijos de entre 30 y 40 años, y dos de ellos han tenido que marcharse al extranjero (en concreto, a Italia y a Francia) para trabajar. "Se ganan la vida y no nos podemos quejar, pero la sensación de impotencia que tienes cuando ves que tus hijos no tienen salida en el país en el que has invertido en su educación es grande... Algo debemos estar haciendo mal", reflexiona José durante la concentración.