Una odisea de 18.000 kilómetros para conseguir una vaca

Los dos participantes zaragozanos de la Mongol Rally regresan tras haber recorrido 18.000 km.

La Vaca Loca en la cordillera de Pamir, Tajikistán
Una odisea de 18.000 kilómetros para conseguir una vaca
La Vaca Loca

Tras seis semanas fuera de casa, Raúl Crisán y Héctor Rozas volvieron a Zaragoza después de haber recorrido 18 países (desde España hasta Mongolia) y hacer cerca de 18.000 kilómetros para conseguir terminar la Mongol Rally con un Seat de 1991 al que denominaron 'La Vaca Loca'.


Con el objetivo de conseguir una vaca para un poblado keniata, estos jóvenes de Zaragoza han vivido multitud de aventuras en su larga travesía hasta llegar a la meta, donde aseguran, se desató la locura: "Ya por Mongolia pudimos conducir como nos dio la gana, íbamos muy rápido, disfrutando. Ahí, cerca del final, ya nos dejamos llevar", explica Raúl Crisán.


Su viaje no resultó nada fácil y estuvo cargado de historias que podrán recordar toda la vida.

Tuvieron que separarse varias veces por problemas con los visados de cada uno y se juntaron con aventureros de otros países, pero al final 'La Vaca Loca' sobrevivió hasta que llegó a la meta: "Cuando estábamos allí nos ofrecieron destruir el coche o llevarlo a Lituania donde nosotros teníamos que recogerlo, pero era muchísimo gasto y nos habíamos dejado demasiado dinero. Tuvimos que escoger la primera opción" dicen con tristeza los componentes del equipo.


En sus aventuras por las carreteras del mundo se encontraron en situaciones de lo más variopintas, aunque ambos recuerdan una especialmente tensa que, afortunadamente, supieron solventar: "Nos adentramos en un poblado cerca de la frontera entre Turquía e Irán que ni siquiera aparecía en el mapa. Todo eran senderos de piedras, no había camino principal y encontramos un pueblo medio derruido, pero allí vivía gente. Creíamos que podríamos acampar en una explanada pero resultó ser una zona privada y al intentar volver no encontramos el sendero. Los pueblerinos estaban asustados al ver cuatro coches pasando por allí y ya habían salido con linternas y herramientas. Gritaban mucho. Seguimos dando vueltas hasta que dispararon al aire. Ahí nos detuvimos y de inmediato había mil ojos rodeando el coche y mirándonos con extrañeza" afirman.


Al final, el susto no pasó a mayores. La rápida actuación de los conductores lo evitó: "Les dimos la mano muy sonrientes a los primeros que vimos, y por gestos, como el de dormir o comer, consiguieron comprender que éramos turistas. Al final acabamos riendo con ellos pero pasamos miedo" sentencían.Pamir, las fronteras y la hospitalidad 


Uno de los lugares más emblemáticos por los que pasaron fue la cordillera de Pamir, en Tayikistán. Ahí, Raúl, que en ese momento conducía solo el vehículo, ya que se había tenido que adelantar a Héctor por problemas con el visado, asegura haber sentido una mezcla de miedo y emoción: "Estaba solo, conduciendo un coche a 4.500 metros de altitud mientras nevaba. La niebla apenas me dejaba ver y a 'La Vaca' ya le costaba carburar. Sin embargo fue un momento muy especial para mí", explica emocionado.


Tras refugiarse en casa de unos habitantes de la cordillera durante la noche, cuando su coche ya no podía más, reanudó la marcha y en la frontera de Kyrguistán se encontró con problemas para entrar en el país ya que le habían asegurado que no necesitaba visado para acceder: "Me dijeron que no pasaba nada y en la frontera me lo pidieron. Al final, tras 10 horas esperando, tuve que sobornar al sargento de turno para que uno de los guardias me acompañase hasta una ciudad para conseguir el visado, volver y que me lo sellaran. Una odisea", cuenta sonriente.


Héctor por su parte también destaca los problemas que tuvieron para entrar en los diferentes paíes: "Para mí fue la peor parte del viaje porque te genera muchísima tensión. En Uzbekistán entré cinco minutos antes de que mi visado caducase y porque los guardias fronterizos se portaron bien y dejaron que me colara a varios vehículos. Después nos enteramos de que un equipo pasó tres días en el calabozo por estar en Uzbekistán sin visado", dice sorprendido.


De las muchas personas y compañeros que conocieron durante el viaje, ambos coinciden al resaltar la hospitalidad de las gentes de Irán: "Te ayudaban y lo hacían desinteresadamente. Les ofrecías dinero y se negaban, si no te entendían buscaban a una persona para que te ayudase. Era increíble", comentan agradecidos.La vaca llegará


Tras el "crecimiento personal y el orgullo propio" que les ha regalado el viaje, queda el objetivo primordial. Además de dos donaciones de obligado cumplimiento necesarias para participar, Raúl y Héctor se lanzaron a la aventura con el objetivo de conseguir una vaca que suministráse leche a un poblado de Kenia: "Aún nos falta algo de dinero pero el plazo para colaborar está abierto hasta octubre no es negociable. Es un objetivo solidario, y esto lo vamos a cumplir sí o sí" sentencian tajantes.