Hallan ileso a un niño de dos años tras pasar toda la noche perdido por los campos de Montañana

Numerosas personas  lo buscaron sin éxito durante la madrugada, hasta que a las 8.30 lo hallaron llorando y caminando descalzo a  un kilómetro de casa.
Solo fue asistido de  rasguños y un golpe leve en la cabeza

El pequeño Joel, junto a su madre, María José Dos Angos, y su hermano Kevin, ayer, a las puertas de su casa en Montañana.
Hallan ileso a un niño de dos años tras pasar toda la noche perdido por los campos de Montañana
JOSÉ MIGUEL MARCO

 Unos rasguños en las piernas, un chichón en la frente y los pies ligeramente hinchados. Esas son las únicas ‘heridas de guerra’ que le quedaron al pequeño Joel, de dos años recién cumplidos, tras pasar toda la madrugada del domingo solo y perdido por los campos de Montañana. Su familia, de origen portugués y afincada en este barrio zaragozano desde hace varios años, echó en falta al menor sobre las ocho de la tarde del sábado, cuando sus hermanos y primos regresaron a casa y no supieron dar explicaciones sobre el paradero del benjamín. Todo salieron rápidamente en su busca, pero ni contestaba al oír su nombre ni se hallaron pistas sobre su paradero. De ahí que la madre, angustiada, decidiera poner en alerta a la Policía Nacional, que dada la corta edad del chaval movilizó enseguida al Grupo de Homicidios y Desaparecidos y montó un operativo de rescate con apoyo de la Guardia Civil y la Policía Local de Zaragoza.


Los nervios estaban a flor de piel, ya que estaba cayendo la noche y la zona donde se extravió Joel está plagada de peligros. Sobre todo, para un niño que todavía anda con pañales y ni siquiera ha aprendido a hablar. El más serio de todos, la acequia del Urdán, popularmente conocida como la Urdana, que nace a la altura de la cartuja de Aula Dei y recorre un trazado de casi 40 kilómetros. Los bomberos, a los que se dio aviso en torno a las once de la noche, temieron que el chaval pudiera haber acabado en el riego, por lo que estuvieron haciendo una primera inspección ocular. Sin embargo, a esas horas era imposible recurrir a los buzos y se decidió pedir el corte de la acequia para regresar temprano por la mañana.


Pero había que seguir intentando dar con el niño y un amplio grupo de agentes pasó toda la noche peinando con linternas los caminos y cultivos del entorno de Montaña, barrio rural de Zaragoza que estos días celebra sus fiestas y cuyos vecinos no supieron de lo sucedido hasta primera hora de ayer.Entre otras cosas, porque la casa donde vive Joel y el resto de su familia se encuentra en el número 57 del camino Torre de los Ajos, a varios kilómetros de la avenida donde se concentra el entramado urbano de este barrio.Con frío y un zapato en la mano

Con las primeras luces del día saltó la sorpresa.Uno de los funcionarios de la Policía Nacional que rastreaban la zona creyó oír el llanto de un niño, salió corriendo hacía un camino y se topó con el pequeño Joel. Caminaba descalzo sobre las piedras, con un zapato en la mano, y las dos primeras palabras que le escucharon pronunciar fueron: «Frío, frío». El agente comunicó enseguida la buena nueva al responsable del operativo, que a su vez la trasladó a la familia.«Cuando me ha llamado mi hija y me ha dicho que lo habían encontrado, lo primero que le he preguntado ha sido ¿pero está vivo?», recordaba ayer emocionada María Do Santos, como ella misma se autodenomina, «la matriarca del clan». Porque con ella viven actualmente sus cuatro hijas, sus parejas y una larga lista de nietos.Tantos que a la propia mujer le cuesta decir cuántos tiene. «Diez o doce, ya ni lo sé», responde. El suyo era ayer un rostro aliviado, ya que cuando le confirmaron que el más pequeño de todos sus retoños estaba bien vio abrirse el cielo. «Esto no puede ser mas que un milagro», señalaba a mediodía María, mientras aguardaba la llegada de Joel y su madre del Hospital Infantil, donde una ambulancia de Bomberos trasladó al niño nada más encontrarlo.


Y si la cara de la abuela era la de una mujer feliz, la sonrisa de María José Dos Angos, de 29 años y madre del menor, no tenía fin. «Nos hemos llevado un susto tremendo, pero ya ha pasado todo», confesaba tras regresar de Urgencias. «Le han hecho unos análisis de sangre y le han tenido un par de horas en observación, pero el chico está bien», explicaba, a la vez que los hermanos mayores de Joel –Maikel yKevin, de 10 y 6 años, respectivamente– señalaban las dos tiritas que el pequeño lucía en el brazo.Dónde durmió, una incógnita

¿Cómo puede arreglárselos un chaval que apenas ha echado a andar para pasar una noche a la intemperie? Esa es la pregunta que ayer se hacían todos, pero que difícilmente tendrá respuesta, porque Joel apenas ha empezado a decir sus primeras palabras. De hecho cuando le preguntaban este domingo dónde había pasado la noche, todo el tiempo decía lo mismo: «Con la mama». Lo que también llamó la atención de su madre y del resto de su familia es que el menor no dejara de decir «guau, guau», lo que les llevaba pensar que en su ‘aventura’ nocturna pudiera haberse encontrado con algún perro.


Lo menos que podían temerse los componentes del equipo de rescate es que el niño mostrara algún signo de hipotermia, ya que durante la madrugada el termómetro no pasó de los 15 grados y el chaval vestía de corto. Pero ni eso, porque parece que Joel también supo dónde cobijarse.